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Celeste: Pasado y futuro de Catar

Uruguay tiene al menos un 40% de probabilidades de ganar el grupo y evitar así a Brasil en octavos, además de cruzarse en ese caso con rivales accesibles, aunque no fáciles tampoco.

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Terminaron las Eliminatorias, no hay más amistosos previos al torneo, ya sabemos quiénes nos tocan en el grupo y quiénes son los posibles rivales futuros en caso de clasificar, ya se sabe que el 7 de noviembre deberá presentarse la lista de los 26 jugadores elegidos. Es, entonces, momento de mirar con otra tranquilidad lo que se hizo en el pasado, y también de especular con renovada ansiedad sobre lo que haremos y pasará con nosotros en noviembre y diciembre. El pasado, ahora visto con el diario del lunes respecto de juicios anteriores; el futuro, con los datos que nos han llegado, y algo de bola de cristal. Y todos a rezar porque no nos toquen muchos lesionados (como Araújo), suspendidos, enfermos ni suspendidos.

El pasado, con el diario de lunes: Tabárez-Alonso

La opinión pública uruguaya y la prensa deportiva estuvieron muy divididas a fines de 2021, cuando el riesgo de no clasificar parecía cierto, y la posibilidad de sustituir al gran maestro Tabárez se acercaba en el horizonte. Aunque sea cierto que Uruguay jugó mucho mejor y obtuvo mucho mejores resultados en los partidos bajo la dirección de Alonso, y que clasificó con comodidad luego de haber estado en alto riesgo, pasados los momentos de pánico por la eliminación posible, y de euforia por la clara clasificación obtenida, aparecen las preguntas, molestas, varias.

¿Fue la sustitución de Tabárez por Alonso el principal factor responsable por ese brusco cambio de vientos?

¿No sería posible pensar, como lúcida y valientemente afirmó Juan R. Carrasco, que, en definitiva, Alonso también habría perdido los partidos que perdió Tabárez, y que Tabárez también habría ganado los que ganó Alonso? ¿Y que Uruguay no estaba tan en riesgo como se temía, y que tenía más chances de clasificar, fuera con la conducción de quien fuera? En criollo, que Uruguay quizás habría clasificado también con Tabárez, pero que este fue necesitado como un chivo expiatorio o emisario, inocente sacrificado para conjurar demonios sentidos; y, en cambio, Alonso usado como fetiche para atraer ángeles ansiados.

¿No nos asustamos de más? ¿No simplificamos de más, erigiendo, como siempre hacen los pueblos en situación de peligro percibido, fetiches cuasi-religiosos que atiendan nuestros esperanzados ruegos y ahuyenten nuestros dudosos temores, más o menos justificados, en nuestro caso Alonso?

¿No erigimos, como también hacen los pueblos que se sienten en peligro, chivos expiatorios que condensan demasiadas culpas, más o menos justificadas, en nuestro caso Tabárez?

Socioantropológicamente, tanto los fetiches como los chivos expiatorios son reacciones primitivas -pero aún comunes- y ambas casi simultáneamente construidas, en sinergia complementaria. Pasado el tiempo de las urgencias sentidas que parecen exigir fetiches y chivos, se puede reelaborar analíticamente esa reacción tan primitiva como bipolar -sin embargo tan usual aun actualmente- y juzgar mejor la tan asustada como arriesgada decisión dirigencial de ese entonces.

Psicosocialmente, el miedo produce agresión y retracción como mecanismos de defensa; fue el discutiblemente fundado miedo a ser eliminado el que infló a Alonso como fetiche, y también el que desinfló y sacrificó como chivo expiatorio y emisario a Tabárez; en una reacción emocional de masa, que la dirigencia en parte compartió, y a la que en parte accedió, racionalizando con argumentos poco sólidos ese pánico compartido.

Ojo, no estamos diciendo que la sustitución fue mala o equivocada; solo decimos que, con el diario del lunes, y ya pasado el pánico fermental, la decisión no se puede ver como tan indudablemente correcta por el solo hecho de que se espantó la eliminación y se construyó una clasificación holgada.

Solo decimos que hoy las decisiones y los resultados pueden verse a través de otros cristales; que quizás haya que solicitarle disculpas a Tabárez por haberlo usado como chivo; y agradecerle todo lo que contribuyó, largamente desde el pasado, administrativa y técnicamente, para esta misma clasificación, aunque se haya concretado por un sustituto suyo; y también decir que quizás se hubiera logrado con él, y no solo sin él; que exageramos un riesgo porque así nos lo hizo sentir nuestro desmesurado orgullo futbolero identitario, nacionalista, y que exageramos por ello la esperanza en fetiches y el estigma sobre los chivos.

Porque muy probablemente él siente, tan fundada como intensamente, que es parte de la historia no reconocida de esa clasificación, y no solo de la historia lejana del ‘proceso Tabárez’, sino en los méritos mismos que condujeron a la clasificación; que podría haberse obtenido sin sustituirlo, aun liderada por él. Y es entendible que esté ofendido por estas faltas de reconocimiento.

Aunque sea cierto que fue palpable el cambio de estado de ánimo que trajo Alonso, y que dudosamente Tabárez hubiera conseguido infundir para los partidos finales. ¿Cuánto influyó este estado de ánimo diferencial en la clasificación holgada lograda? Sin él, ¿no se hubiera obtenido también, aunque puede que con menor margen?

Todas estas acuciantes cuestiones pueden invadir nuestras mentes y provocar distintas preguntas y diversas respuestas que las que nos invadieron a fines de 2021 y principios de 2022.

¿Y ahora qué? ¿Cómo nos irá en Catar 2022?

Pero tanto como esas cuestiones que rememoran y resignifican el pasado, nos acucian ahora las interrogantes relativas a nuestro futuro en el campeonato, porque nuestro orgullo identitario futbolero se ve, ahora, por un lado jaqueado por la amenaza de la eliminación en el grupo, y por otro alimentado por las esperanzas de reverdecerlo, superando los escollos del grupo y apuntando a estar entre los 8 mejores, o entre los 4 (como en 1954, 1970 y 2010), o hasta la final, y, quién te dice, como en 1924, 1928, 1930 y 1950, al título de campeón. Encuestas realizadas nos dicen que hay uruguayos para todos esos avatares que creen en diferentes actuaciones probables del equipo.

¿Cuáles pueden ser los argumentos como para creer en unos u otros resultados? Veamos de a uno.

¿Clasificamos entre los dos primeros en el grupo H o más bien no?

La opinión uruguaya coincide con el mayoritario consenso mundial en que Uruguay debería pasar en su grupo y acceder así a jugar los octavos de final del torneo, entre los 16 mejores de los 32 participantes, que clasificaron luego de Eliminatorias entre casi 200 países de los miembros de FIFA.

Se piensa, efectivamente, que Portugal y Uruguay deberían clasificar, mientras que Corea del Sur y Ghana deberían ser eliminados, salvo sorpresas inesperadas. ¿Argumentos? Uno, el lugar tan diverso que tienen Portugal y Uruguay en el ranking de FIFA, que, aunque discutible, sin duda muestra una objetiva y objetivada superioridad de esos dos países por sobre Corea del Sur y Ghana. Dos, el dispar valor internacional de muchos de sus jugadores respecto de los de los países que no serían favoritos para clasificar. Jugadores no significan equipos, pero son una base indudablemente mejor para llegar a conformar equipos de alta competencia y para decidir en momentos culminantes. Tres, aunque no tan importante, la genealogía, pedigrí y tradición futbolera distinta de los países, que solo muy recientemente han accedido a entrenadores, preparadores físicos y cuerpos técnicos en el caso de Corea del Sur y Ghana, y cuyos jugadores no interactúan ni pertenecen a equipos de relieve internacional sino desde hace pocos años. En cambio, Uruguay siempre fue élite continental y mundial, y Portugal lo es desde mediados de los años 30; las Coreas figuran internacionalmente desde mediados de los 60, y Ghana recién en este siglo; solo en este siglo XXI tiene jugadores actuando en ligas valiosas deportiva y económicamente.

Recién a partir del envío de los ‘equipos FIFA’ de entrenadores, preparadores, médicos y administradores, los talentos físicos y técnicos de las naciones futbolísticamente nuevas se vuelven capaces de una madurez táctica suficiente como para enfrentar con éxito a las naciones con mayor tradición, madurez, racionalidad aplicada, experiencia y roce; con menos ingenuidad omnipresente.

Ahora bien, clasificados en el grupo H, probablemente sí, ¿pero primeros o segundos? Porque de eso depende, no solo una pizca de honor nacional, sino, más tangiblemente, el equipo del grupo G que nos pueda tocar enfrentar en los octavos de final. Dicho grupo contiene a Brasil, Suiza, Serbia y Camerún. El mundo coincide en que Brasil debería ganar el grupo y jugar el lunes 5/12, a las 18 horas uruguayas, el partido número 54 del torneo, contra el segundo de nuestro grupo H. ¿Será Uruguay o Portugal? El mundo prefiere ligeramente a Portugal para ganar el grupo, con base en la superior cantidad de jugadores destacados en grandes equipos, y vistas las buenas actuaciones portuguesas en la Copa Europea y la Liga de las Naciones; Uruguay no ha competido con europeos como para compararse y compensar la superior cantidad de jugadores de calidad que Portugal posee en los mejores clubes europeos. Pero las actuaciones portuguesas han sido irregulares. Sin embargo, tiene 2 buenos arqueros (Rui Patrício, Roma) ninguno superior a Rochet, sin embargo; tiene quizás al mejor lateral del mundo, João Cancelo, que juega por los dos lados en el M. City, y al menos a Nunes, del PSG; a Ruben Dias, del M .City, de lo mejor del mundo, y a Danilo Pereira del PSG, al menos, como zagueros; mediocampistas para tirar para arriba: Bernardo Silva (M. City), Bruno Fernandes (M. United), dos grandes globales; a Vitinha (PSG), y otros muy sólidos aunque con menor circulación internacional y mediática (i.e. William Carvalho); adelante, una legión: C. Ronaldo (aunque ya no es aquel), Diogo J. (Liverpool), Palhinha (Fulham), Rafa Leao (Milan), Carvalho (M. United), Trincao (ex-Barcelona). Un técnico fijo hace ya años, cosa en general conveniente.

Pero puede ser Uruguay el primero, y así evitar a Brasil, que, junto a Argentina, han sido los equipos del mundo con mejores resultados y consenso sobre su potencial. Aunque podamos reverdecer hechos, leyendas y tradiciones (como Maracaná, el gol de Aguilera cabeceándole a Moser -25 cm más alto- para campeonar sudamericanamente en Recife), esas queridas excepciones no consiguen borrar una honestamente reconocible superioridad histórica brasileña, sumada al mejor estado de forma suyo actual. Saliendo primeros, nos tocarían Suiza, Serbia o Camerún, ya no el lunes 5 con Brasil sino el martes 6, 18 horas nuestras, el partido número 55 del torneo, también en otra ciudad y estadio. ¡Vaya diferencia salir primeros o segundos en el grupo H! Un día más de descanso y esa diferencia de nivel de los rivales, nada fáciles pero mucho más accesibles que Brasil.

Uruguay, en sí mismo, superado el bajón de fines del 2021, ha tenido muy buenas actuaciones y otras no tanto, no pudiendo identificar, lector, aún las causas de esa irregularidad, entre otras cosas probablemente la diversidad extrema de formaciones y jugadores que, obligadamente o para probar han jugado, lo que hace difícil continuidad de rendimiento y regularidad de conexiones internas. Una buena: creo que Rochet es el mejor arquero de los últimos 30 años; seguro, regular, fundamentado, completo, sin ser clase A en el mundo, proporciona una tranquilidad que Muslera no dio antes. Curiosamente, el punto fuerte de los últimos años celestes, la defensa, trae problemas, por la cantidad de zagueros lesionados, decadentes o recientemente recuperados que tendrá Uruguay. Giménez, ausente en los amistosos FIFA, ya reapareció, pero sabemos, que, como hace ya años, siempre estará lesionado, en recuperación y en riesgo de lesionarse. Godín, no solo está en sólida decadencia, sino que últimamente no ha mostrado estar a nivel de alta competencia; no es el que fue ni debe esperarse eso de él. Araújo, gran esperanza de renovación en la zaga, se lesionó, operó y no estará; un gran multifuncional de los últimos años, Martín Cáceres, también decae y no será el mismo que fue. Coates, que siempre se mostró lento y flojo mano a mano, quizás sea titular, por trayectoria y mejoría en Portugal. Rogel, Sebastián Cáceres, Viñas (zaga celeste juvenil con Rogel hace años). En los laterales, ante la ausencia de Araújo y Nández (ha desaparecido, con rumores de problemas judiciales por violencia doméstica), en la derecha, hay un mejorado Guillermo Varela, siempre bueno atacando, pero no defendiendo, ha mejorado, con sus pasajes por M. United y Flamengo, y probablemente se quede con la posición. Por la izquierda lateral, un gran descubrimiento de Alonso, Martín Olivera, es el dueño, lo que lo ha catapultado hasta en Europa. Viñas y Piquerez completan un lugar a satisfacción. El medio y el medio atacante son, hoy por hoy, los fuertes de Uruguay: Vecino, Bentancur, Valverde y Torreira son de muy buen nivel mundial, con gran momento de Valverde. Y tanto Ugarte como Arambarri han cumplido cuando han alternado. El rendimiento de los mediocampistas de apertura lateral o de enganche central no ha sido parejo: De la Cruz recién parece estarse adaptando al juego uruguayo, excesivamente moldeado por el River de Gallardo; De Arrascaeta no ha conseguido tampoco ser el justificado ídolo popular que fue en Cruzeiro y es actualmente en Flamengo, pero mejora. Los enlaces eran muchas veces laterales con Tabárez, parecen ser más centrales con Alonso; pese a ello, fue Alonso el que pareció haber redescubierto a Pellistri, que no había conseguido titularidades ni en Inglaterra ni en España; pero brilló en partidos fáciles; queda por ver si repetirá en los difíciles; los antecedentes europeos no lo hacen suponer.

Más adelante, Núñez se ha afirmado como punta internacional, comprado por el Liverpool; Suárez y Cavani no se sabe cómo llegarán al torneo, ya sabido que, como a C. Ronaldo, la biología no perdona, aunque más no sea en reflejos y picante velocidad. Otros delanteros de nivel no se han impuesto como números puestos para completar el plantel. Le pongo una fichita a Fagúndez, a falta de obvios incluibles.

Pensar qué pasaría más adelante ya sería hacer tarot barato con bola de cristal; ya nos ocuparemos en futuras columnas, cuando ya hayamos visto jugar a los equipos y no tengamos que depender de opiniones de periodistas para evaluar (hay pocos que saben realmente, y los argentinos copan el espacio con su parcialidad y baja formación). Quede como final que Uruguay tiene al menos un 40% de probabilidades de ganar el grupo y evitar así a Brasil en octavos, además de cruzarse en ese caso con rivales accesibles, aunque no fáciles tampoco. “Va pa’í”.

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