Cuquito se va a China por un TLC, y un comunicado oficial nos cuenta que “si no se logra, (para mí) sería una frustración”. Pobre, porque tiene motivos de sobra para saber que no lo va a lograr.
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La firma de este tratado la viene anunciando el gobierno desde que Bustillo sustituyó a Talvi. Pero China ha demostrado que no le interesa negociar si no es con el conjunto del Mercosur. Pero seguimos insistiendo… Siempre será el mes que viene. Vino Lula, pidió que se espere al TLC con Europa, le dijimos que sí, pero seguimos insistiendo. Incluso mandamos al canciller con tanto tino diplomático que fue el mismo día que viajaba Lula a Beijing.
Allí parecía que se terminaba la insistencia: nos lo dijeron por escrito en tres idiomas: mandarín, inglés y castellano (rioplatense, creo). “CON USTEDES, FUERA DEL BLOQUE, NO NOS INTERESA”. Pero menos de 6 meses más tarde vuelve Bustillo con el presidente Cuquito y todo.
Bueno, nada debería sorprendernos en materia de viaje. Acaban de regresar de un partido de “Los Teros” en París. Perdieron, por cierto, porque hay algo de yetatore en estos viajes presidenciales. Bustillo visitó al secretario de Estado Pompeo después que Trump había perdido la elección y ya tenía sucesor nombrado. Fueron al Reino Unido para que Lacalle (h) se reuniera con Boris Johnson, al que le quedaban un par de meses menos en su cargo que de vida a la propia reina. Visitó al presidente Duque de Colombia cuando ya había sido electo Petro, a quien ni siquiera llamó por teléfono…
Es muy raro.
Ahora China. Brasil nos ha extendido la mano para llevarnos con él al BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y para negociar un TLC con él en el marco del Mercosur… Pero la mano de Lula no es la de un jugador de rugby. Siempre queda tendida y sin respuesta.
El papel de un estadista, y en general de todos los que se mueven en el plano de las relaciones exteriores, es ir adelante del tiempo que vivimos y no atrás… con los figurines viejos.
Aprendamos de nuestro vecino Brasil. Ya en la primera era de Lula, los BRICS representaban el 37 % del PIB y el 46 % de la población mundial. Hoy se producen cambios en su seno. India adquiere una importancia que no es la que tenía al nacer el acuerdo. Lula ya lo veía.
Este año 2023, India se vino con todo. Pongamos un par de ejemplos de las noticias que ha generado en los últimos meses.
En primer lugar, señalemos que este año, la India cambia de nombre. Abandona aquel por el que le conocíamos: “La India”. Nombre viejo y tradicional si los hay: viene de la época de griegos y romanos, 2.000 años atrás. Uno debe preguntarse, ¿por qué?
La Constitución india permite el uso de otros dos nombres; Hindustán y Bharat. El primero era el utilizado por los mongoles, mientras que el último -y que hoy adopta oficialmente- era el nombre de la principal de las tribunas que dio origen a la identidad nacional hindú, desde 1.500 años antes de Cristo.
Pero el cambio de nombre no vino solo. Semanas después de que una nave espacial rusa chocara contra el suelo lunar, la India envía exitosamente una nave que aluniza correctamente en el polo sur de la Luna. Desde allí, un robot nos manda información desconocida hasta ahora, como ya hiciera antes, en 2008, con perfil muy bajo. Gracias a la India sabemos que la Luna tiene moléculas de agua en la corteza planetaria. Asimismo, descubrió la existencia de atmósfera en la superficie durante el día lunar.
Todo esto no viene solo ni por casualidad. El país del pacifismo de Mahatma Gandhi empieza a ser una pieza de creciente importancia en el ajedrez internacional, con un PIB de 800.393 millones de euros, con lo que India se sitúa como la 4ª economía del mundo.
Este mes presidió la cumbre de países de G70, de la que fue anfitrión. Logró algo inusual: una declaración final común. Para ello apeló al consenso y no a la votación. EE. UU. critica que no se haya hecho mención a la Guerra de Ucrania, pero quizás allí estaba la clave para que, más allá de lo declarativo, hubiera una declaración.
Es raro. El presidente admira y sueña con los “malla oro”. Pero insiste en llegar siempre en “el camión de los rezagados”.