Este énfasis eclipsa cualquier debate sobre la reconfiguración económico-social en curso, cuya profundización se vislumbra mediante el análisis del arsenal jurídico ya disponible. A través de una mecánica asociación entre la intervención en el mercado cambiario y la tasa de inflación, se pretende ofrecer solución a una preocupación popular indiscutible: el constante incremento del costo de vida, con una inflación oficial del 79,8 % en los primeros seis meses completos de la gestión Milei. Durante casi todo el mes de julio, los titulares de la prensa han desplegado un abanico de detalles técnicos sobre la intervención en las finanzas públicas y los múltiples tipos de cambio existentes: dólar oficial, dólar blend, dólar tarjeta, dólar contado con liqui, dólar MEP, dólar blue, entre los más conocidos. En esta orquesta financiera, la ausencia de una cotización libre, aunque ilegal, coexiste en una compleja pero dilatada armonía. Las variables financieras y cambiarias, la evolución de las reservas y la contabilidad de las cuentas públicas, se erigen en un contraste agudo con la escasa repercusión que los medios hegemónicos otorgan a las consecuencias del derrumbe del tejido socioproductivo y el deterioro social provocado por estas medidas. Carlos Pagni, probablemente el más lúcido portavoz de las tribulaciones de la derecha, se pregunta desde las páginas del aristocrático diario La Nación si la brecha cambiaria no condiciona la brecha política.
La era de la desregulación violenta
De la mano invisible a la mano dura
En el circo político argentino, el guion parece escrito exclusivamente por la pluma gubernamental, con la trama centrada en la política financiera y, más especialmente aún, en la estrategia cambiaria.