Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Columna destacada | Blanco | Lorenzo Carnelli | Quijano

ALGUNA VEZ

El final del radicalismo blanco

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Alguna vez, hubo un partido “Blanco” que tenía en su seno dos segmentos, los “vicentinos” y “amapolas” (algo así como “principistas” y “caudillistas”). Eso fue a mediados del siglo XIX. Sobre finales de ese siglo, hubo un nacionalismo rebelde, revolucionario en sus formas y principios, y ya se insinuaba otro nacionalismo, de tono conservador, conciliador y transigente.

En el siglo XX —adviértase que Aparicio Saravia muere en combate en 1904— el nacionalismo blanco fue atravesado por una liturgia del conflicto entre sectores nacionalistas. Los principios y las ideas estaban por encima de la unidad partidaria. Las tensiones que se dibujaron a principios del siglo XX —Aparicio contra los “dotores del Honorable Directorio”— dominaron la narrativa hasta que se escuchó el mensaje de la última expresión radical blanca: “Cuando me muera, no se peleen”. Eso dijo Wilson Ferreira Aldunate pocas horas antes de morir, en el año 1988. Wilson era un blanco de origen independiente, o sea: por fuera del herrerismo que dominó a los blancos buena parte del siglo XX. Pese a aquel mensaje, los años 90 fueron convulsos para los blancos, con una muerte dudosa (Villanueva Saravia), actos de corrupción (Lacalle Herrera y los bancos), diversas acusaciones de irregularidades (Juan Andrés Ramírez a Lacalle Herrera).

La impronta de Lorenzo Carnelli

A principios del siglo XX, Batlle y Ordóñez se sintió seducido por los anarquistas que desembarcaron en estas costas. A tal punto que su amigo e influyente dirigente, Domingo Arena, dijo: “Si no hubiera habido batllismo en el Uruguay, hubiera sido socialista, seguramente anarquista”. (En la actual página oficial del Partido Colorado se dice que “Domingo Arena estará inserto dentro de las concepciones del anarquismo pacifista”).

En forma simultánea, Lorenzo Carnelli —el padre del radicalismo blanco en ese principio de siglo— defendía penalmente a los anarquistas que habían asaltado el cambio Messina. Asimismo, Lorenzo Batlle Berres —hermano de Luis Batlle Berres, que luego fue presidente— era el director de la cárcel de Punta Carretas. En ese contexto, un anarquista preso, Pedro Boada, pide que venga su hija desde España. La hija viene a Montevideo y Lorenzo Batlle la contrata como doméstica. Tal era el nivel de relacionamiento del batllismo con los anarquistas.

En paralelo a la defensa de los anarquistas presos —“terroristas” para la prensa conservadora de la época—, Carnelli organizaba su sector dentro del Partido Nacional, preparando las bases para ser un partido. En un libro llamado “El radicalismo blanco” —editado en 1925—, Carnelli describió la acción desarrollada entre 1921 y 1925. Dijo: Somos hijos de “la persecución directorial”. O sea: los mismos “dotores” que no apoyaron a Saravia. En esta conferencia —citada en el libro— Carnelli cuestiona a Luis Alberto de Herrera porque en su libro, “La Tierra Charrúa”, el líder blanco condenó el tradicionalismo blanco, diciendo que eran “paparruchas”. Carnelli se vincula con la “raíz blanca”, asume la tradición blanca de manera entera. No hace una descripción sesgada de la historia. “El radicalismo, preciso y categórico, vino entonces a proclamar su adhesión a todo pasado tradicional del Partido Blanco, desde la raíz, sin reservas ni distinciones; y por eso, precisamente, se llamó radicalismo”, dijo Carnelli. Y agregaba con contundencia: “El verdadero Partido Blanco no es conservador ni retrógrado, sino avanzado, obrerista y radical”. Carnelli se sumaba así, coincidía, con el “obrerismo” de Domingo Arena y, como Arena, incorpora sin rubor a Carlos Marx e intelectuales anarquistas como Pierre Proudhon, filósofo, político y revolucionario anarquista francés.

En ese contexto se funda el Partido Blanco Radical. Surge en 1925 como una escisión del Partido Nacional tras diferencias ideológicas con Luis Alberto de Herrera, ya que Carnelli tenía tendencias socialistas y progresistas para la época, con similitud al batllismo y con grandes discrepancias con Herrera de tendencias conservadoras. Entre sus jóvenes militantes se destacaron Martín Recaredo Echegoyen y Carlos Quijano. (Lo de Echegoyen es muy interesante porque ya en la última dictadura presta su nombre para ser consejero de Estado, habiéndose alejado del nacionalismo independiente).

La voz de Quijano

En forma paralela al desarrollo del pensamiento de Carnelli (muere en 1960 tras la unificación nacionalista y la victoria con Benito Nardone en 1958), surge otra figura dentro de los blancos. Se trata de Carlos Quijano. Nacido en 1900, Quijano estudia en París junto personajes que luego fueron influyentes políticos del nacionalismo popular latinoamericano. A su regreso al país, funda la Agrupación Nacionalista Demócrata Nacional, ocupa una banca de diputado en 1929-1932 y fue una de las figuras del nacionalismo independiente más reacias a la reunificación con el viejo tronco blanco; entre los miembros de su agrupación se contaba un joven Wilson Ferreira Aldunate.

En las elecciones generales de Uruguay de 1926, el Partido Blanco Radical votó fuera del lema del Partido Nacional. A causa de esto Herrera perdió la contienda electoral por tan solo 1.526 votos, obtuvo 48,42 %, mientras que el Partido Blanco Radical obtuvo 3.844, 1,22 % de los votos, con lo cual el Partido Nacional hubiese ganado las elecciones de haber votado los radicales y nacionalistas bajo un mismo lema.

Quijano estaba convencido del radicalismo blanco. En agosto de 1930 funda el diario Nacional que sale hasta noviembre de 1931. Desde las páginas editoriales, Carlos Quijano comienza a analizar sistemáticamente desde el punto de vista económico el fenómeno del imperialismo. El 23 de junio de 1939 funda el semanario Marcha. Esa tarea periodística-política lo llevó a alejarse del Partido Nacional en tanto los radicales habían dejado su lugar al “nacionalismo independiente”. Este segmento se divide: unos quedan en el Partido Nacional y otros fundan el Frente Amplio en 1971. Ferreira Aldunate se queda en el nacionalismo, vertebra un fuerte movimiento progresista en su seno y desplaza al herrerismo de la narrativa blanca. Su suerte queda echada con el advenimiento de la dictadura.

Parece obvio decir que Ferreira continuó liderando esa porción del electorado, pero su exilio, el regreso, la prisión, la Ley de Caducidad y su enfermedad terminaron de detonar el progresismo en el Partido Nacional. Lentamente el herrerismo se reconstituyó, el Frente Amplio logró capturar esas expresiones y con el gobierno de Luis Lacalle Pou se pone fin a las expresiones orgánicas y poderosas del radicalismo blanco y el nacionalismo independiente.

Referencias

“Historia del Uruguay”. Schurmann Pacheco y Coolighan Sanguinetti. (1956).

“Enfermos y anormales. Anarquismo y psiquiatría en el Uruguay de la primera mitad del siglo XX”. Fabricio Vomero. (2024).

“El radicalismo blanco”. Conferencia de Lorenzo Carnelli. (1925).

“Historia del Partido Nacional”. José Monegal. (1959).

***

AQUÍ SAIGÓN

La mesita

El Pacto de la Cruz fue un acuerdo signado el 18 de setiembre de 1897 en Uruguay entre el del Partido Colorado, presidido por Juan Lindolfo Cuestas, y la dirección del Partido Nacional, por el que se puso fin a la revolución de 1897 liderada por el caudillo blanco Aparicio Saravia. El pacto establecía la renuncia de Saravia a la vía armada, pero solo por un rato.

En octubre de ese año, el caudillo blanco —ya en su casa de El Cordobés— recibe una carta del general blanco Diego Lamas. “Mañana a primera hora, las divisiones con sus jefes y oficiales a la cabeza se pondrán en marcha para sus respectivos departamentos (…) no le mando la mesita porque algunos entusiastas me la han quitado para recuerdo”, decía Lamas.

Sobre aquella misiva se había firmado el Pacto de la Cruz. Saravia volvió a las cuchillas, porque dijo que el Partido Colorado no había cumplido su palabra de distribución de jefes en los departamentos. El Partido Colorado respondió que había sido una intención, no un compromiso. La mesita no había servido para nada.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO