Usted no sabe bien, lector, todos los avatares que un columnista de Caras y Caretas enfrenta cada lunes cuando, durante ya más de 21 años, tiene que decidir sobre qué, y cómo escribir las ya más de mil columnas (sí, 1.000). Muchas veces hay varios temas posibles y grandes dudas sobre lo qué y los cómo, que le ahorramos. Pero unas poquísimas veces se nos ocurre participarle de las dudas, en lugar de dárselas ya resueltas y como si no hubieran ocurrido. Para esta columna, el tema inicial que nos proponíamos era la edición actual del Foro Económico de Davos, en Suiza; luego apareció el tema (‘fuegos artificiales’ lo llamamos) de la vaga iniciativa del Ministerio del Interior de implementar algo así como un trabajo de exreclusos con poblaciones de riesgo para minimizar el recurso a los ajustes de cuentas tan crecientemente cruentos que azotan el país; y finalmente, apareció una masacre (mass shooting) más en USA, en California esta última. Recorramos someramente estos sucesivos proyectos de columna.
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El foro económico de Davos, Suiza
Ya hace muchos años es una de las instancias más significativas para conocer comprimidamente qué planes tienen las élites globalistas para sus pobres masas inermes. Cuál es el entramado actual de los organismos internacionales, aquellos que son producto de la trans-localización del mundo en naciones territoriales soberanas, y que coronan el proceso de globalización casi simultáneo que esa trans-localización en naciones vive. Ese nivel de trans-localización internacional resulta en instancias más o menos gubernamentales meta-nacionales, internacionales. En la medida que los procesos de globalización son liderados por corporaciones transnacionales, que cortan oblicuamente esa trans-localización internacional, lo que resulta de máximo interés es cómo se teje la trama de las corporaciones trans-nacionales con el mundo inter-nacional, que está anclado en naciones soberanas y no en corporaciones transnacionales, con el nuevo y creciente mundo líder de la globalización transnacional, que chirría con las soberanías nacionales.
El mundo internacional debería defender a las naciones territoriales soberanas de los intereses de las corporaciones transnacionales; pero, progresivamente, el ingente poder económico de las transnacionales va comprando, tanto a los organismos internacionales como a los gobiernos nacionales que construyen la voluntad de esos organismos. Si el mundo local fue dando origen al mundo internacional y al global, el mundo productivo trans-nacional (CTN) va moldeando la globalización (G) en competencia con el mundo administrativo inter-nacional, en lucha con los organismos internacionales (OI), los no gubernamentales (ONG) y las naciones soberanas (ON) constituyentes del orden internacional (OI).
Foros como el de Davos escenifican la gran pulseada actual de los (CTN + G) vs. (OI + ON + ONG); en ese macropanorama, su procesamiento micro consiste en buena medida en cómo las CTN+G socavan la implícita unidad OI+ONG+ON cooptando, sobornando y apretando a sus miembros.
La pandemia es un claro ejemplo del progreso que el complejo CTN+G va ganando frente al anterior complejo OI+ON+ONG. La novela periodísticamente impuesta sobre Ucrania es otro macabro ejemplo.
Bill Gates encarna obscenamente los intereses de ese nuevo macrocomplejo de poder con su propuesta de la radicación en organismos internacionales de políticas que actualmente están radicadas en los países soberanos, como la salud, que ya sufrió ese embrionario proceso con la pandemia. Las naciones soberanas territorialmente existentes, con sus variables gobiernos, son piedras en el zapato de las transnacionales globalistas.
La izquierda, cada vez más desorientada y equivocada, tomó un lugar más realista que la mayoría de los reyes del mundo cuando la pandemia, apoyando desembozadamente al complejo CTN+G; se levantarían de sus tumbas todos los grandes teóricos de la izquierda histórica, denunciantes del imperialismo, de la hegemonía financiera, viendo que sus polluelos defienden a capa y espada a los multimillonariamente sentenciados multidelincuentes del complejo químico-farmacéutico frente a los negacionistas y conspiracionistas que se mantienen alineados al análisis histórico de las izquierdas.
Revisar avatares del Foro de Davos, declaraciones, etc. son ventanas a la gran pulseada mundial que estamos viviendo, permanentemente des-informados por la gran prensa hegemónica sobre todo lo que toca. Quizás no sea fácil evitarla e informarse mejor, pero por lo menos estar parados en otros terrenos de base. Y al menos no creerse que se está informado y que los realmente bien informados y formados están locos, equivocados y son malos.
Fuegos artificiales del Ministerio del Interior
Hace unos días el ministro Heber ocupó micrófonos y espacios audiovisuales para proponer, con ejemplar vaguedad, una medida supuestamente exitosa en Estados Unidos contra la violencia inter-barras, entre nosotros popularizada como ‘ajustes de cuentas’, también supuestamente responsable de crecientes porcentajes de los homicidios y de los delitos.
Sin mayor detalle en un asunto que admite infinitas variantes (evaluables cada una de ellas en sí mismas, y dependiendo de cada modalidad posible) parecería que la idea-madre es la de proponer que exreclusos con conocimiento de personas, barrios y personas en áreas y temas específicos podrían servir como mediadores que procuren despotenciar conflictos en esos temas, esas áreas, y esos grupos y personas. El planteo abstracto admite tantas variantes para esa función que se nos hace imposible opinar sobre la iniciativa en el nivel de publicidad y detalle ofrecidos. Es cierto que uno de los detonadores de la violencia en esos niveles es la carencia de acceso a medios pacíficos de resolución de conflictos respecto de contenidos no mencionables abiertamente; y en ese sentido, Lipovetsky lo ha dicho, la instalación de niveles para-oficiales de resolución de conflictos podría contribuir a neo-pacificaciones sociales en el sentido de Lipovetsky y Elias; pero los riesgos de esos contactos para-oficiales entre exreclusos e infractores potenciales son enormes y podrían exceder los beneficios mencionados (i.e. la conformación de bandas más complejas que sumen a los involucrados actuales con los exreclusos y, una vez estos en funciones, a funcionarios penitenciarios que se sumarían a los anteriores).
En fin, no sabemos cómo se haría en concreto y, sin saberlo, no podemos opinar con seriedad sobre algo serio. Más parecen fuegos artificiales para tapar cielos con harneros y para lucir como activos proponentes en una cartera que casi solamente proporciona dolores de cabeza y deslegitimación gubernamentales.
Masacres
Creo que, desde Caras y Caretas, hemos sido los únicos que hemos seguido, y trascendiendo el sensacionalismo barato, las masacres internas, endógenas, con las que los norteamericanos matizan su cotidiano en los últimos 40 años, mientras, durante los últimos 2 siglos y medio, ellos masacran exógenamente al mundo con invasiones, torturas, espías, apoyo a antidemócratas y guerra a los demócratas, por medio de una red comunicacional que engaña creciente y exitosamente a sus ciudadanos y al mundo.
El incidente que hace unos días llenó titulares en el mundo, hasta ahora con 11 muertos y 10 heridos en Monterrey, California, tuvo la actuación estelar de un asiático de 72 años entrando con un arma semiautomática ilegal, con la que ingresó en una academia de baile (básicamente para chinos) que frecuentó, fracasando al tratar de hacerlo en otra, y aparentemente suicidándose luego en su camioneta.
Ya son tantas las masacres que ni llaman la atención del mundo; y eso que son consideradas ‘masacres’ a los incidentes que tienen 4 o más bajas sin contar a los disparadores. El 22 de enero de 2023 hubo 3 de ellos, con un total de 24 heridos en 3 incidentes; tampoco trascendió que en el esperanzado 1º de enero de 2023 hubo 6 masacres, con un total de 29 bajas.
Según cómo se cuenten ha habido entre 23 y 36 masacres en 23 días de 2023; en 2022 hubo 167 masacres con un total de 44.287 bajas. Las redes de investigación tienen una categoría ‘en los 3 últimos días’, lo que muestra que es seguro que en ese lapso siempre habrá algo sensacional que reportar.
Más allá del desprestigio internacional que la permanencia y crecimiento de esas masacres proporciona, y que va socavando silenciosamente el antaño tan orgulloso ‘american way of life’, se va virando hacia un ‘american way of death’. Quizás lo más afectado por estas masacres, entre otros horrores protagonizados por norteamericanos en el mundo, es el ‘american dream’, sueño americano que va perdiendo su connotación de idealidad soñada, y volviéndose una ‘pesadilla americana’ (american nightmare), tal el grado de ansiedad, frustración y humillación material y cultural, en términos de la cantidad material y de la calidad del reconocimiento obtenibles en ese cotidiano (american way) de ese sueño (american dream), en comparación con las expectativas instiladas por el imperialismo cultural y mediático proamericanos. Las masacres, su ubicuidad y crecimiento, son buenos indicadores de la decadencia, si es que alguna vez fueron reales, de ese modo de vida y de esos soñables sueños. Las masacres son el mejor crítico de esos cortos publicitarios ubicuos del sueño y cotidianos americanos: minorías étnicas, de menores, desajustes generacionales en inmigrantes son parte de un pesadillesco sueño y de un cotidiano tenso e incontrolable. Las desesperaciones por el estatus y por el liderazgo mundial producen fracasos criminógenos geopolítica e internamente.