La amplitud del arco material y simbólico sobre el que el actual Gobierno argentino despliega su ofensiva, carece de antecedentes en los cuarenta años de vigencia del orden constitucional, al punto de amenazar tal continuidad. En poco menos de la mitad de este período han ejercido el poder gobiernos indisimuladamente derechistas. La década de Carlos Menem, su sucesión con el inconcluso gobierno de Fernando De la Rúa, los breves interinatos posteriores que desembocaron en el acuerdo parlamentario de ejercicio del también provisorio Eduardo Duhalde y, por último, el de Mauricio Macri. Todos ellos, aún hostiles al ejercicio de la memoria histórica y, bueno es recordarlo, con sangre en sus manos, se vieron obligados a reconocer y hasta exaltar discursivamente las normas de respeto a las libertades cívicas y derechos de opinión, asociación y reunión. En estas vísperas de un nuevo aniversario del golpe que instaura el terrorismo de Estado, el 24 de este mes (24M), con la habitual movilización por el “Nunca Más” y de exigencia de verdad y justicia, el escenario se presenta temible ya que la previsible provocación se acompaña de repercusiones prácticas. Las declaraciones de la vicepresidenta, Victoria Villarruel, defensora de genocidas, no solo pretenden deslegitimar el movimiento de derechos humanos sino promover la liberación de los detenidos por su participación en crímenes de lesa humanidad. La consecución proviene de la sensible porosidad de jueces que conceden prisiones domiciliarias aduciendo razones paradojalmente humanitarias a los criminales. Otro tanto sucede con la actual ministra de seguridad, Patricia Bullrich, quien no solo ha pergeñado restricciones formales de las libertades, ejerciendo también una permanente propaganda provocativa, sino que además dirige y alienta la ejecución de formas represivas salvajemente cruentas, descontroladas, injustificables e inconstitucionales, además de promover el protagonismo de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad. El influjo se despliega tanto en el plano normativo, propagandístico y fáctico. En consecuencia, lo que los grupos autodenominados libertarios llaman “batalla cultural”, no se desarrolla solo en la cultura sino en todos los campos de batalla, incluyendo finalmente el literalmente físico. Vuelvo a preguntarme en voz alta por la relevancia de la teoría de Von Clausewitz en esta etapa.
Espectros jurásicos
La propaganda represiva en vísperas de la marcha del "Nunca Más"
Con la habitual movilización por el “Nunca Más” y de exigencia de verdad y justicia, el escenario se presenta temible ya que la previsible provocación se acompaña de repercusiones prácticas.