No está de más recordarle, lector, que, en los conflictos actuales, las novedades de cierta o gran importancia se suceden en todo y cualquier momento; de tal modo, cualquier comentario, opinión o evaluación que se haga corre el riesgo de parecerle, a sus lectores, obsoleta o desactualizada frente a las novedades que el lector conoce cuando lee, pero que no conocía cuando escribía aquel a quien están leyendo.
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Breves apuntes sobre el título
Dicho esto, algunas breves anotaciones sobre el título, juicio que debería ser fundado y argumentado más y mejor que lo que se ha hecho, pero con la disculpa de que llevaría un espacio mucho mayor del disponible para hacerlo a satisfacción de quien escribe sobre eso y de quienes lo leen.
Gruesamente, A: Israel puede hacer, ya está haciendo y va a hacer, muchas más víctimas y daño del que puede y va a terminar haciendo Hamás.
B: Israel ha provocado mucho más a árabes y palestinos de lo que estos lo han hecho con Israel durante los 75 años desde que regresó de su diáspora mundial. Y no me olvido de la matanza de Hebrón, ni de las guerras de 1948, 1967, 1973, Intifadas y el ataque reciente. Pero la prensa no ha registrado, perversa y parcialmente, la imparable, constante, creciente y multiforme tortura cotidiana con que los israelíes asentados y sus militares controladores de Cisjordania y Gaza han sumado provocación, dolor, necesidades y humillación diaria a los palestinos, semillas sembradas que podrían cosechar acciones duras que sí registrarían, y como inmotivadas, los infames medios de comunicación y los políticos favorecidos por esos procesos comunicacionales acumulados.
C: a través del mínimo de 33 siglos (3.300 años) de contacto de los hoy israelíes con los hoy palestinos, la mayor parte de las agresiones han sido de los hoy israelíes contra los hoy palestinos. Y los muy recientes estudios de ADN que comparan a los entonces israelíes con los actuales, y a sus rivales entonces con los actuales, revelan una coincidencia de un 50 % en las estructuras y contenidos genéticos que permanece más allá de los muchos siglos transcurridos (i.e. de cananeos en los judíos).
Por eso, aunque muy gruesamente, tanto hoy como ayer, los israelíes han sido más agresivos y provocadores que los palestinos; y han puesto más en peligro a terceros con sus acciones.
D: uno de los peligros diferenciales que encierra Israel es su escatología, que siempre incitó a tomar las tierras cananeas (donde están y estaban los hoy palestinos); pero no solo a hacerlo por necesidades de residencia (vagaron mucho durante su historia, y cuando ya no eran nómades ni ya dominante el nomadismo) y aprovisionamiento. El más tremendo ejemplo es que al posesionarse de la Tierra Prometida por Yahvé, no solo se asentaban, tomaban sus frutos y ejercían la ganadería, agricultura y pesca, sino que destruían sus dioses, altares, y eliminaban a las poblaciones, según el ritual y mandato de ‘anatema’, aunque es cierto que a veces no arrasaban sin dejar piedra sobre piedra; pero cuando había mandato de ‘anatema’, como Deuteronomio 7 documenta, había que cumplir los mandatos recibidos, si se quería evitar la maldición de Yahvé, según Deuteronomio 11. El gran rey Saúl, que inició la primera unificación de Israel completada por David, fue castigado con la muerte en combate por no haber arrasado a una población, sino quedado con sus riquezas. Todas las múltiples referencias del Antiguo Testamento, aproximadamente Torá, coinciden en colocar el actual territorio de Palestina, como el territorio que se les ofreció a los palestinos, en el territorio que Yahvé les dio a los hebreos, judíos, israelitas, desde siempre. ¿No será que las provocaciones que terminaron en el ataque de Hamás, son, más que nada, etapas para reconquistar la Tierra Prometida, desde el nuevo sionismo político del que salió el Estado de Israel? ¿Y hacerlo como siempre mandó Yahvé, arrasando por ‘anatema’, para no ser maldecidos por no hacerlo por el mismo Yahvé? Si aún se creen eso que parecen haber creído ya antes, allá ellos; aunque estarían fritos los palestinos y todos los que vivan en la Tierra Prometida (y los que quieran impedirlo); y eso es un peligro diferencial en el horizonte, la pervivencia de ese anacronismo y su persecución como realidad escatológica y teleológica.
Del gran Max Weber: racionalidades instrumental, ética, emocional
Uno. Muchas veces, debatiendo estos temas u otros, la gente, legítimamente, se pregunta: ¿para qué el atentado?, ¿qué piensan que van a conseguir con esas acciones? Como implicando que, si bien se puede hacer un doloroso y espectacular daño con el ataque, Israel les hará mucho más daño como revancha, venganza o defensa preventiva enseguida. Entonces, ¿cuál es la racionalidad de la acción tomada? Ahí es que entra Weber, que hace más de 100 años construyó una tipología ideal de las acciones sociales, que integraban 3 tipos de racionalidad, o modos de entender los motivos de la acción social humana. La racionalidad instrumental, traducida como ‘acción racional con arreglo a fines’; según ella, la acción social puede ser comprensible por la evaluación racional de la acción como un ‘medio’ para la obtención de ‘fines’, más o menos adecuado o no, para ello. En ese sentido, si se quería infligir un espectacular daño público a Israel por sus milenarias provocaciones y daños a los cananeos, hoy palestinos, no solo se deberían considerar, para evaluar su racionalidad, los ‘efectos’ inmediatos de la acción, sino también las ‘consecuencias’ a plazos mayores de las acciones emprendidas como ‘medios’ para la obtención de ‘efectos-fines’; porque si las consecuencias en plazos mayores anularan o superaran los efectos inmediatos, no debería calificarse como de ‘racionalidad instrumental’ a las acciones que tienen consecuencias adversas en plazos mediatos, mayores que los efectos favorables inmediatos conseguidos; una macro-irracionalidad a largo plazo más que compensaría una microracionalidad a corto plazo, e impediría que un efecto logrado pudiera autorizar la calificación de la acción como de ‘racionalidad instrumental’ cuando sus consecuencias en plazos mayores superan y contradicen los efectos en plazos menores.
Pero Weber nos dice que la acción social humana no obedece siempre a un cálculo de costo-beneficio entre efectos y consecuencias del uso instrumental de acciones como medios para conseguir fines. En este momento del conflicto, no parece que pueda calificarse a las acciones de Hamás como ‘racionalmente instrumentales’ porque están teniendo consecuencias peores que sus efectos inmediatos (ya los muertos en Gaza duplican los de Israel, y no parecen detenerse); y que, por el contrario, las acciones provocadoras de Israel pueden haber tenido efectos inicialmente adversos pero legitimadores de una matanza superior como consecuencia; las acciones israelíes parecerían, así, más instrumentalmente racionales que las de Hamás. Sea para tratar de eliminar para siempre a Hamás, sea para recuperar, sin reconocerlo, la Tierra Prometida, sea como astutas provocaciones, del tipo de Pearl Harbor, para poder matar más y mejor. Salvo, claro, que ese precio superior pagado por Hamás y los palestinos, no estuviera enmarcado también en una cadena de acciones a largo plazo que por ahora no avizoramos. Y, ya que estamos, pretender que los ‘condenados’ a muerte de Hamás se vayan a quedar en Gaza esperando que los bombardeen o los invadan, en lugar de desperdigarse por Cisjordania, Líbano, Siria, es creer lo que en realidad se hace creer que se quiere, quedando en pie lo de la Tierra Prometida (que se lo crean si les cae bien, como ‘elegidos’ de Yahvé, que se lo pueden creer también, pero que no pretendan imponer esas creencias a la geografía mundial). Dicen que lo quieren es eliminar para siempre el peligro Hamás, pero se está pareciendo más a una acción con ‘anatema’ de genocidio religiosa y socialmente motivado.
Pero Weber nos dice que las acciones sociales humanas pueden obedecer a otras ‘racionalidades’ no instrumentales, no regidas por la cadena medios-fines-consecuencias, aunque también es racional porque explica cadenas de acciones: la ‘racionalidad de acuerdo a valores’ y la ‘racionalidad de acuerdo a emociones’, que desde Aristóteles y las ciencias psicosociales sabemos que son tan explicativas de las acciones como la racionalidad instrumental.
La racionalidad de acuerdo a valores, por ejemplo, sería la acción de alguien que, sin armas ni físico adecuado, ‘salta’ en defensa de un amigo insultado o afectado por otro, aunque evalúe que es improbable que le vaya bien como ‘efecto’ de usar esa acción como ‘medio’ (‘saltar’) para responder o vengar algo. No hay una comprensión explicativa de ese ‘salto’ desde el ángulo de la racionalidad instrumental, sino solo desde la lógica de manifestar su adhesión a ‘valores’ de solidaridad con un amigo, de manifestarlos y de cumplir con un código subcultural. No le importan tanto ni los efectos directos ni las consecuencias indirectas de sus acciones, sino, más bien, la expresión pública de su adhesión a un código, y la solidaridad subjetiva inmediata en defensa de su amigo ofendido. Les importa la ética de la conducta más que sus resultados instrumentales. Efectúa una acción que puede no ser ‘racional instrumentalmente’ pero que puede ser comprendida desde una ‘racionalidad valorativa, ética’, de cumplimiento de una adhesión manifiesta a valores y códigos que importan más, a veces, que los efectos y consecuencias materiales de una acción usada como medio para lograr algo. La weberiana ‘acción racional de acuerdo a valores’ nos permite calificar de ‘racionales’ a acciones que otros califican como irracionales, nos habilitan a entenderlas sin recurrir a la cadena acciones-medios, fines, consecuencias. Es otra racionalidad, que también permite comprender acciones, en este caso valorativas, éticas, más que instrumentales; y así podrían entenderse las acciones de Hamás, o tantas otras acciones que puede usted imaginar o recordar, lector. Claramente, entre sus valores deben estar: el martirologio religioso, el estatus inter-pares conseguido por acciones bélicas y lesiones sufridas e infligidas, el castigo a infieles perennes, etc.; ninguno de ellos valores míos, pero para entender hay que ponerse en el lugar del otro, momento que George Mead decía que era señal de aprendizaje social en la formación del ‘me’.
Pero quizás también otra racionalidad weberiana más permitiría entender aún mejor las acciones de Hamás que la instrumental y la valorativa: la ‘racionalidad emocional’. En este caso, lo que permite comprender las acciones es la emocionalidad que motiva y sostiene la conducta. En el caso palestino, los ataques sufridos durante siglos por hebreos, judíos e israelitas, su discriminación religiosa, la orden de borrarlos con ‘anatema’ cuando derrotados bélicamente, se suma a los 75 años de ensañamiento, humillación e invasión del Estado de Israel, que marcan progresivamente por su persistencia. Si se suma a estos antecedentes la creciente ilegitimidad internacional de lo sufrido por los palestinos en Gaza y en Cisjordania, los ataques de Hamás no precisan más que ‘racionalidad emocional’ para entenderse, quizás como motivación principal y más aparente; se les pueden agregar expresiones valorativas específicas de códigos políticos y religiosos, y puede pensarse que también puede haber alguna racionalidad instrumental en una larga cadena de hechos cuyo vínculo no percibimos aún, pero que no descartamos.
Weber de nuevo: éticas de convicción y de responsabilidad
Decía Max que se podía actuar principalmente en base a dos éticas analíticamente tan distinguibles como los tipos de acción social que vimos y usamos. Quien se guía especialmente por la ‘ética de convicción’ se fija más bien en lo fielmente que sus acciones concuerden con los valores que, se piensa, deben regir la conducta en cada circunstancia, sin pensar tanto en las consecuencias sobre otros ni en las diversas valoraciones que otros hagan de esas acciones. Quienes actúan con ‘racionalidad valorativa, ética’ tenderán a regirse por una ‘ética de convicción’. En cambio, aquellos comprensibles desde una ‘ética de responsabilidad’ se preocupan, no tanto por la fidelidad de la conducta a los valores sino la preocupación con las consecuencias para otros y con la consideración de otras posibles éticas no contempladas con esa conducta tan fiel a sus valores. Quienes actúan en base a éticas de responsabilidad coinciden más bien con aquellos que no actúan ética o emocionalmente, sino instrumentalmente. Podríamos entender esa aparentemente sorpresiva conducta de Hamás, no solo como ética y emocional, sino, además, como guiada por una ética de convicción, por sobre la de responsabilidad por sus actos, ante otros.
Pero cerremos con otra contribución del gran Max Weber.
Elegidos y salvados, mecanismos de defensa compensatorios
Max Weber, quizás influido por el Nietzsche de la Genealogía de la Moral, en su finísima sociología de la religión, afirmaba que el surgimiento de las religiones que categorizaban a algunos, bien como ‘elegidos’, bien como susceptibles de ser salvados o merecer salvación eterna, son características de poblaciones históricamente dominadas, desprivilegiadas, que, como mecanismo de defensa, se ‘sueñan’ superiores en este mundo o en otro, se evaden así de esas penurias, prometiéndose vidas y estatus privilegiados, sea en el más acá (milenarismos) o en el más allá (trascendencia salvíficas), vidas en ‘metaverso’ religioso trascendente. Eric Voegelin, en esta misma veta sutil de análisis, calificaba al marxismo, con su dictadura del proletariado, como una ‘inmanentización de la trascendencia’ de concepciones religiosas, precisamente el proceso inverso al postulado por Weber; el sueño de elegido y la esperanza de salvación trascendente, cuando consolidados simbólicamente como creencia, pueden recorrer el camino inverso y originar postulaciones muy terrenales y milenaristas. Quizás tengan razón tanto Weber como Voegelin, y los procesos postulados por Weber ocurran, históricamente, antes de la ocurrencia de los procesos señalados por Voegelin, pero que ocurran ambos. Queda a cargo de la inteligencia del lector la identificación de las religiones y postulaciones políticas que estarían bien explicadas en sus génesis por estas hipótesis interpretativas tan fértiles y sugerentes de Weber y Voegelin. Algunas religiones implicadas en conflictos geopolíticos actuales y algunas políticas de derechos humanos de moda encajarían como anillo al dedo.