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Golpe a golpe

Sobre coaliciones y cabildos

¿Quién necesita más de quién, habida cuenta de que ambos se necesitan? ¿CA para existir primordialmente como agrupación nueva? ¿O la coalición en su cerno blanco-herrerista para liderar un gobierno?

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Caras y Caretas Diario

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En los últimos meses ha habido muchas escaramuzas entre la coalición multicolor gobernante, claramente dominada electoral y políticamente por los herreristas blancos, y uno de sus miembros, Cabildo Abierto, que obtuvo más o menos el 20% de los votos para esa coalición, unos 11% del total de votos válidos emitidos en la primera vuelta de 2019.

Uno de los principales temas conversados a propósito del proceso de relacionamiento de la mayoría blanca herrerista en la coalición con su minoría mayor (Cabildo Abierto), refiere al grado de coherencia y acuerdo entre esos miembros de la coalición gobernante, y a la probabilidad de que Cabildo Abierto permanezca en la misma, o que salga de ella asumiendo a futuro un rol político electoral como partido independiente no partícipe de ninguna coalición.

A propósito, vean las consideraciones siguientes sobre coaliciones en general y sobre esta coalición actualmente gobernante.

Qué es una coalición

Mostrada en términos de la teoría matemática de conjuntos, ya implícitamente usada por Georg Simmel para narrar la historia de los agrupamientos humanos a principios del siglo XX, una coalición es una intersección de conjuntos, que es una de las variedades de la pluralidad de conjuntos que puede ocurrir. Los conjuntos formados por una pluralidad de subconjuntos pueden ser: a, miembros sin comunalidades (conjunto ‘unión’ o disjunto), o b, conjuntos con diversa relación entre sus subconjuntos componentes; entre estos últimos puede haber una subordinación completa de subconjuntos miembros hacia algún o algunos subconjuntos (concéntricos, de confluencia porcentuable), puede haber una simple agregación o adición de esos subconjuntos (conjuntos ‘unión’, sumables), o por fin, conjuntos ‘intersección’, multiplicables, en que los conjuntos plurales formados, comparten un grado variable de características cualitativas o cuantitativas entre cada subconjunto miembro del conjunto mayor.

Una coalición es un conjunto de miembros en que algunos de sus subconjuntos miembros comparten parcialmente elementos con el conjunto agregado mayor; los subconjuntos partícipes del agregado comparten en grado variable las características impuestas por el subconjunto dominante en la coalición; por lo tanto, tienden a compartir en grado variable los contenidos que se vayan presentando a la decisión del macroconjunto (propositivas o responsivas) durante el gobierno; los subconjuntos miembros de conjuntos intersección participan en algunos fines y medios del macroconjunto superordinado dominante, y no lo hacen respecto de algunos otros, que no son parte inicial constituyente de los elementos que conformaron la coalición, ahora gubernamental.

De las múltiples preguntas que surgen de esta caracterización de las coaliciones como conjuntos formados de subconjuntos con características no disjuntas intersectadas, resaltemos, por su importancia política actual, dos: uno, hasta qué punto iniciativas o respuestas dadas por la institucionalidad de la coalición concuerdan con sus subconjuntos miembros; dos, cuando hay discordancias, hasta qué grado y pensando en qué fines ulteriores a la coalición para sus miembros, se pueden producir, o bien la subordinación al miembro dominante, o bien la separación de la coalición por exceso perjudicial de las discordancias respecto de las características del subconjunto miembro o de sus objetivos futuros más allá de los vehiculizados por la pertenencia actual a una coalición intersección. En criollo, qué grado de discordancia entre el subconjunto miembro y el conjunto dominante puede ser tolerable sin perjudicar al miembro menor en su identidad y en sus planes a futuro.

Una coalición, entonces, es una confluencia, instrumental a diversos objetivos y fines de varios subconjuntos, de conjuntos diferentes entre sí; que se mantendrán parcialmente intersectados en la medida que los objetivos colectivos oportunamente fijados se cumplan, y que los objetivos subjetivos de los subconjuntos coaligados se obtengan de modo más o menos equilibrado junto a los colectivos mediante esa coalición.

Las grandes preguntas, entonces: a, hasta qué punto la adhesión de cada subconjunto miembro ha sido, es y será necesaria para la obtención de determinados fines comunes, más allá de las diversidades constitutivas, que se obvian en aras de esos objetivos comunes; b, hasta qué punto la subordinación de los subconjuntos miembros en aras de esa meta-finalidad potencia o despotencia los planes particulares de los miembros subordinados en aras de ese objetivo mayor, si se piensa desde su singularidad como fuerza política en una dimensión temporal mayor a la constitutiva de la coalición en su origen.

Es fácil, lector, que, munido de esta introducción, pueda hacerse preguntas mejor formuladas y contextualizadas respecto al pasado, presente y futuro del subconjunto intersectado Cabildo Abierto respecto de su subordinación al subconjunto más votado y líder del macroconjunto coaligado. Aunque, ¡ojo!, el FA también es una coalición, y enfrentó y enfrenta dificultades e incertidumbres similares que la actualmente gobernante (puede aplicar el esquema a la historia del FA como coalición político-electoral si quiere).

Primer asunto respecto a CA como coaligado ‘intersección’

¿Cuál es la necesidad mutua de la coalición actualmente gobernante y Cabildo Abierto respecto de los objetivos casi meramente electorales constituyentes?

La respuesta puede depender: a, más objetivamente, de la permanencia de la necesidad electoral de la coalición con esos miembros; b, subjetivamente, del grado en que la coalición y el gobierno sirvan para instrumentar objetivos ulteriores propios para cada miembro de la coalición.

Al respecto, es más fácil responder la primera, a: en primer lugar, en la medida en que parezca mantenerse la necesidad de una coalición con Cabildo Abierto para impedir un triunfo frenteamplista, ni siquiera las disputas más cerriles, retóricas y mediáticas podrán alejar a CA de la coalición con vistas a 2024, dado que, hasta ahora, además, un CA como partido independiente no tendría suficiente peso político como para tener influencia e impacto fuera de la coalición. La más reciente escaramuza respecto a Irene Moreira lo mostró con toda su vivacidad. Pero, en segundo lugar, b, esa misma necesidad electoral cuantitativa hace que CA adquiera cierta capacidad de veto y extorsión electoral; si sabe que su volumen electoral es imprescindible para mantener el principal objetivo, (por la negativa, contra el FA, pese a su propaganda de ser ‘por la positiva’), como parece serlo tanto hoy como ayer, CA podría imponer ciertas condiciones políticas; esto se vio cuando la reforma jubilatoria. Quizás lo más importante es que la limitación que le impone a CA su subordinación al macroobjetivo electoral y al liderazgo Lacalle-herrerismo es contradictoria con el poder de veto y extorsión que le dan su volumen electoral aparentemente imprescindible y su aspiración política futura. La coalición era muy pareja electoralmente aunque levemente por encima del FA en 2019-20, y sigue siendo muy pareja aunque ahora aparentemente algo por debajo; en cualquier caso, CA era y es percibida como imprescindible para el equilibrio electoral con el FA. Para decirlo de modo brutal, entonces: ¿quién necesita más de quién, habida cuenta de que ambos se necesitan? ¿CA para existir primordialmente como agrupación nueva? ¿O la coalición en su cerno blanco-herrerista para liderar un gobierno?

El comportamiento público de Manini, tan ambiguo como oscilante, revela la incompatibilidad profunda entre su limitación como coaligado subordinado, y su relevancia para la coalición, más como componente electoral que como componente de la política legislativo-ejecutiva gubernamental de la coalición. Que es otra importante dimensión que no tenemos espacio para abordar: la diferencia entre el papel electoral y el gubernamental (ejecutivo-legislativo) de CA al interior de la coalición electoral y de su gobierno.

El presente y el futuro de CA en la coalición

Vayamos a la segunda cuestión: ¿hasta qué punto ese tipo de pertenencia y participación de CA en la coalición afecta su contingente actualmente protector electoralmente? ¿Y hasta qué punto impacta en su futuro político-electoral?

CA es una agrupación política institucionalmente nueva, que debe pensar en su futuro como tal, como miembro de coaliciones y como agrupación en sí misma, con sus virtualidades, potencialidades, ambiciones y limitaciones a balancear, incluso las de su líder, Manini.

En este sentido, si es cierto que CA ha sufrido una leve disminución hacia 2023 del caudal de sus adherentes confesos en sondeos respecto de lo obtenido electoralmente en 2019, eso debe preocuparlo y moverlo a correcciones políticas para eliminarlo.

Respecto de su participación en la coalición, es probable que su subordinación a superordinados electorales y políticos haya tenido efectos negativos en la percepción y expectativas de sus adherentes históricos, ya que debilita la probabilidad de que sus valores y propuestas tengan la viabilidad deseada, y también erosiona su radicalidad como fuerza nueva esperanzadora.

Desde Mannheim sabemos que la entrada en el juego político partidario debilita tanto las propuestas factibles como la probabilidad de que las propuestas distintivas sean adoptadas fielmente. La entrada de CA en la coalición luego gobernante provocó, muy probablemente, que el componente ‘militar’ sintiera minimizadas sus exigencias originales y constitutivas, y que camadas marginales disminuyeran las utopías de radicalidad que siempre acarician poblaciones vulnerables a los populismos demagógicos electoralmente atractivos. CA debe hacer sufrido, tanto en el apoyo de los militaristas como de los soñadores utópicos radicales, habida cuenta de su opaco desempeño percibido por esos dos tipos de adherentes primordiales.

El arduo trabajo, tanto teórico como práctico, que Manini y la élite pensante de CA deberán enfrentar, es la imposible maximización de, por un lado, la subordinación al líder y fracción superordinados en oposición a la maximización de los valores y objetivos propios y de sus adherentes; y, por otro, balancear convincentemente su imprescindibilidad electoral en la coalición con la más o menos creíble amenaza de decidir abandonarla para independizarse electoralmente. Para ello, Manini debe hacer y decir con un ojo puesto en la opinión pública como reservorio obvio de votos futuros y de adherentes, con otro puesto en sus propios ya cabildantes, calibrando la medida en que satisface sus ambiciones, y con otro puesto en el liderazgo personal y fraccional de la coalición; hay algunos otros puntos de mira, tales como la disputa de la línea de voto pachequista-mujiquista, en la que no podemos entrar ahora.

La resultante son cabildeos y ambigüedades en torno a esos dilemas, y se manifiesta como una fuerte marcación de perfil (para corresponder a ‘militaristas’ y radicales utópicos) con un mucho menor énfasis real en sus contribuciones legislativas y ejecutivas respecto de su retórica perfilista, que tanto satisface a buena parte de su electorado, tanto funciona como amenaza de abandono de la coalición, en la que seguiría siendo imprescindible, tanto o más de lo que ya fue. Y todo esto añadido a las ambiciones políticas de Manini y de los ambicionantes de cargos, para quienes si la radicalidad esperada no se satisficiera como partido independiente, quizás preferirían la subordinación más oscura en una coalición, pero con cargos seguros; aquí, otro dilema político en las coaliciones: más y mejores cargos con menor fidelidad a los votantes, o menor remuneración institucional pero mayor representatividad de sus bases e ideas.

En fin, lector, tiene para divertirse con esto.

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