En el último tramo de la campaña aplicó un plan tan mediocre para victimizarse que parecería que cavó su propia fosa; pero sólo el escrutinio dará el veredicto sobre esto. Ojeda es sinónimo de frivolidad. Ahora histeriquea con que nos metemos con esa vida privada que él mismo se encargó de poner sobre el tapete.
Que llegue a superar el 17 % de los sufragios dejará a la supuesta cultura cívica de los orientales en un sitial deplorable.
Por su parte, Álvaro Delgado tendría, en caso de llegar a presidente, el mismo equipo que rodea a Lacalle Pou, con lo cual la continuidad de los escándalos está asegurada.
La coalición derechista anda perdida en la niebla y apenas atina a dar manotazos de ahogado. La nota común es atacar al Frente Amplio. Han hecho de todo para frenar a Yamandú y Carolina en su camino hacia la Torre Ejecutiva.
Lo intentaron con Romina Celeste y Paula Díaz. No pudieron.
Lo intentaron con el diputado nacionalista Alfonso Lereté. No pudieron.
Lo intentaron con Valeria Ripoll. No pudieron.
Lo intentaron con Martín Lema. No pudieron.
Lo intentaron con Nacho Álvarez. No pudieron.
Lo intentaron con un periodista español. No pudieron.
Lo intentaron con Andrés Ojeda. No pudieron.
Lo intentaron hasta con el mismo presidente, usando al Antel Arena. No pudieron.
Delgado sabe que está derrotado y todo lo que hace y dice así lo demuestra.
Números a difundir entre indecisos con la reforma
El sistema AFAP ha fracasado con un éxito rotundo. País tras país van denunciando que no lograron los objetivos prometidos. El sistema es caro y, en varios casos, insostenible; debilita al sistema de seguridad social en general y produce más pobreza.
De cada 1400 millones de dólares que el BPS transfiere a las cuentas personales, 270 se van en comisiones y primas. Lo que queda por el camino oscila del 17 % al 20 %.
De 2008 a 2016 las AFAP tuvieron rentabilidad negativa. Paralelamente, sólo el 2 % de la rentabilidad de las AFAP regresa a los trabajadores.
El 57 % de quienes se jubilaron por el sistema mixto perdieron 10.000 pesos por mes. Si hubieran aportado solo al BPS no los hubieran perdido.
Mientras que la mayoría de los jubilados por una AFAP gana menos de 5.000 pesos mensuales, el gerente de una de ellas gana 800.000 pesos por mes.
Tal como ha explicado la presidente de ATSS, Karina Sosa, del dinero de los trabajadores que administran, han prestado 106 millones a TA-TA para la instalación de cajeros automáticos para disminuir el número de empleados y otros cientos a la empresa de peajes que automatizó los peajes y realizó despidos masivos. O sea, usan el dinero de los trabajadores para financiar empresas que generan desempleo.
Antes de las AFAP (1996) no había problemas de riesgo país ni de financiamiento de obra pública; pero ahora nos asustan con ambas cosas para que continuemos sometidos a un sistema que está lejos de ser la maravilla que nos prometieron.
Se nos espanta argumentando que no habrá dinero para sostener la reforma jubilatoria si gana el SÍ. Sin embargo, cuando se trata de beneficiar a quienes más tienen, parece que nos sobra. De hecho, exoneramos cada año 2400 millones a los que más ganan.
Al renunciar al cobro de la tasa consular (impuesto a bienes de importación), cedemos unos 360 millones de dólares, cifra que ayudaría mucho para completar los 460 millones que requeriría, a partir de 2038, la reforma plebiscitada.
El Estado también exonera buena parte del IRAE (impuesto a la renta de las actividades económicas). En 2021 se exoneraron 640 millones de dólares a las grandes empresas. En 2023, la cifra ascendió a 1.160 millones; o sea, 520 millones de dólares más destinados a incrementar la riqueza de los grandes empresarios. 60 millones más de lo que requería la reforma.
Por el lado del impuesto al patrimonio (que solo lo paga el 1 % de la población), en 2021 se exoneraron 622 millones. En 2023 fueron 1.144 millones de dólares, otros 522 millones y 62 millones más de lo que costaría sostener la reforma dentro de 14 años o más. Entre ambos incrementos de exoneraciones tenemos 1.044 millones, 584 millones más de lo que costaría la implementación de la reforma.
En lugar de pensar en aumentar el IVA o decir que si asistimos a la tercera edad no habrá dinero para eliminar la pobreza infantil, tendríamos que revisar (no erradicar al barrer, sino analizar caso por caso) si no estamos siendo extremadamente generosos con los grandes capitales y demasiado crueles con los trabajadores, porque lo que se libera a unos pocos, se termina cargando en las espaldas de muchos.
En esta elección se juegan muchas cosas. La más importante es si nuestra gente está dispuesta a decir adiós a la corrupción, a los abusos de poder y a los privilegios desmedidos o volver a creer en aquellos que no cumplieron ninguna de sus promesas electorales. Entre ellas, y solo a modo de muestra, recordemos aquella frase pronunciada por un mentiroso patológico: “No hay que tocar la edad de jubilarse, porque no hay que vulnerar ningún contrato. Por decirlo de una manera: cuando uno empieza a trabajar, sabe cuándo se jubila”.