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Columnas de opinión | Argentina |

Batacazo

Argentina: ¿cómo se llegó hasta acá?

La victoria de Javier Milei en las primarias del 13 de agosto fue un cimbronazo en la política argentina.

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Las primarias del pasado 13 de agosto fueron ganadas por Javier Milei. El ultraderechista logró dejar atrás a Juntos por el Cambio y Unión por la Patria, y puso en boca de muchos una pregunta hasta hace poco impensable: ¿puede ser el próximo presidente?

El domingo en la noche fue un cimbronazo en Argentina: Javier Milei fue el dirigente más votado de todos en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), con 7.116.352 votos para un 30.0 % del electorado. Su victoria dejó una amargura en las filas de Juntos por el Cambio que tuvo 6.698.029 votos, el equivalente a 28.3 %, y un viento helado en las filas del peronismo agrupado en Unión por la Patria (UP) que salió tercero con 6.460.689 votos, 27.3 % de quienes fueron a votar.

El resultado sorprendió a propios y ajenos, aunque algunas encuestas ya anticipaban que tal escenario podría ocurrir. En particular, el hecho de que la votación se dividiera en tercios, es decir tres fuerzas políticas con relativa cercanía de votos, dejando atrás la polarización entre dos bloques políticos dominantes que vino marcando la política argentina en los últimos diez años.

Las elecciones del domingo fueron, además de esa fotografía de fuerzas, el espacio donde se dirimieron las primarias en aquellas coaliciones donde varios dirigentes se disputaban la aspiración a ser candidatos en la primera vuelta presidencial del 20 de octubre. Ocurrió en UP, donde Sergio Massa ganó la interna sobre Juan Grabois, y en JxC, donde Patricia Bullrich se impuso sobre su contrincante, Horacio Rodríguez Larreta.

El resultado trajo también muchas preguntas: ¿qué pasó para que Milei llegara a ser el candidato más votado?, ¿qué ocurre en términos políticos y sociales?, ¿cómo se llegó hasta acá?

El outsider victorioso

Milei era desconocido para la mayoría en las presidenciales del 2019, y los libertarios que lo seguían eran núcleos reducidos a redes sociales con discursos que parecían destinados a poco. Cuatro años después, se subió a un escenario junto a los políticos que lo acompañaban, en particular su hermana Karina Milei, a festejar un triunfo sobre las dos grandes coaliciones que hasta ese momento no tenían en frente a un tercero que les hiciera sombra.

El outsider logró el batacazo: levantarse sin estructura partidaria, territorial, y convocar a casi un tercio del electorado a darle su voto en medio de la crisis que vive Argentina. Esa noche, Milei volvió a atacar a “la casta”, “los políticos” y el Estado; es decir a sus adversarios clásicos dentro de su narrativa ultraliberal que plantea un recorte drástico del Estado. Todo, como siempre, con histrionismo, show y canciones como “que se vayan todos, que no quede ni un solo”, consigna nacida en la crisis del 2001.

Milei logró canalizar electoralmente una bronca latente, perceptible en las conversaciones en las calles, producto entre otras cosas de la situación de agotamiento económico, político, de un país que lleva ocho años –es decir, dos gobiernos– de retroceso de las condiciones de vida de la mayoría. Algo no va más, y fue el autodenominado “libertario” quien logró conectar con esa demanda. Gritó donde muchos gritan, mostró bronca donde muchos la tienen.

¿Cuánto acuerdo tienen quienes lo votaron con su programa? ¿Cuántos votan hoy por hoy por programas? Milei festejó y al día siguiente comenzó su compleja operación política: intentar salirse de una posición radical para buscar votos más moderados, y comenzar a perfilar el balotaje que cree más favorable: contra UP.

Mano dura y recorte

Los cuatro días antes de la elección estuvieron marcados por una sucesión de noticias de crímenes que conmovieron al país, incluido el del militante Facundo Molares que falleció a manos de la Policía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires al pie del Obelisco. Las pantallas de todos los canales se llenaron las 24 horas de testimonios de dolor, de impotencia, de frustración, de necesidad de que algo cambie ya.

En medio de ese clima social en su cénit, Bullrich le ganó la interna a Larreta. La exministra de Seguridad de Mauricio Macri logró que el 17% votara por su discurso de “todo o nada”, de necesidad de un cambio drástico que implique recorte estatal y represión para poder avanzar, en una suerte de preanuncio de una confrontación inevitable.

El intendente porteño, en cambio, logró 11.3 %, subió al escenario del búnker electoral a aceptar su derrota, felicitar a su contrincante y proyectar una imagen de difícil unidad luego de una campaña de primaria particularmente agresiva entre ambos. No fue el único en subirse al podio: también lo hizo Macri, quien fue y aún parece ser en gran medida el jefe político de ambos, y que durante las PASO había decantado su apoyo hacia Bullrich.

La exministra de Seguridad debe ahora realizar una operación también compleja: buscar votos hacia el centro político que representaba en parte Larreta, y hacerlo sin desilusionar con eso a su base social que aplaudió durante meses su discurso de intransigencia y rechazo al diálogo. El panorama es complejo por la competencia contra Milei, y por una fotografía de disminución de votos: JxC perdió cerca de un millón de votos entre las PASO del 2019 y las del pasado 13 de agosto.

Peronismo y después

UP recibió el resultado como un impacto. No solamente por quedar tercero, aunque a corta distancia, sino por la victoria de Milei, y un dato que pasó eclipsado en muchos medios: la pérdida de casi 6 millones de votos entre las PASO del 2019 y las actuales. Los cuatro años de gobierno del ahora extinto Frente de Todos significaron una drenaje de apoyo popular palpable cuantitativa y políticamente, aún en los lugares de mejor resultado, como en la estratégica provincia de Buenos Aires, donde el actual gobernador Axel Kicillof logró quedarse con el primer lugar.

En ese cuadro aparecieron preguntas e inicios de estrategias: ¿contra quién sería preferible una segunda vuelta?, ¿cómo aprovechar cierto espacio libre en el centro político en vista de que los contrincantes son Milei y Bullrich?, ¿cuántos quieren el centro en este contexto? Las preguntas se vieron superpuestas por las noticias de la devaluación de 22 % del dólar oficial y un salto del dólar paralelo conocido como “blue” de 600 a 715 pesos, que, se sabe, traerán consigo una aún mayor inflación. El Fondo Monetario Internacional (FMI) emitió un comunicado respaldando la medida del gobierno y dando implícitamente luz verde al desembolso de 7.500 millones de dólares tan esperados por el Banco Central.

El comunicado del FMI evidenció nuevamente la presencia central de un actor extranjero con peso en la economía, y por ende en la política y las elecciones argentinas. No fue el único actor que comenzó a tenerse en cuenta en muchos análisis poselectorales: también lo hizo la menor participación respecto al 2019, 69.6 % esta vez contra 76.40 % de aquella elección que auguraba la victoria del ahora eclipsado Alberto Fernández. La bronca no solo se canalizó vía Milei, sino también a través de la poca participación: cerca de 11 millones de personas no fueron a votar.

Quedan ahora dos meses para una elección donde los tercios políticos se medirán en las urnas. ¿Quiénes pasarán al balotaje? ¿Qué fuerzas lograrán atraer a una parte de esa abstención para su caudal? Y, finalmente: ¿existe efectivamente la posibilidad de que Milei sea presidente de Argentina? ¿Por qué casi un tercio de la población vio allí una respuesta a sus problemas y frustraciones? La pregunta no es tal vez por Milei, sino por los 7.116.352 de sus votantes, lo que tienen para decir y expresar en un país de 115 % de inflación interanual, pérdida de poder adquisitivo y cerca de 40 % de pobreza que ya parece inamovible.

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