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Columnas de opinión | bloqueo |

El síndrome de La Habana

Cuba: el bloqueo sin fin

Cuba enfrenta un bloqueo económico de 62 años que el actual presidente estadounidense no ha modificado.

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El bloqueo económico a Cuba lleva 62 años. La situación interna se encuentra marcada por las dificultades derivadas de esa presión, en un contexto donde las expectativas de que la actual administración estadounidense realice un cambio son pocas.

Hay colas para cargar gasolina en La Habana. Pueden ser cinco o seis horas para lograr cargar el auto con el gasoil o la nafta subsidiados por el Estado. En las colas se conversa, se ven autos que tienen hasta unos 70 años de antigüedad, “almendrones” como los llaman en la isla, algunos descapotables, parecidos a afiches de viejas películas bajo el sol en California, o gangsters en Nueva York. Las colas pueden ser de día o de noche, en el centro o las afueras, aunque “al final se consigue”, como dice un hombre que lleva esperando algunas horas ya.

La escasez de combustible es una de las imágenes de la dificultad económica que vive Cuba. No es la única: también existen por ejemplo problemas de abastecimiento de algunos alimentos, tanto a precio regulado como en la llamada Moneda Libremente Convertible (MLC), una moneda virtual que equivale a un dólar. La isla vive un momento difícil de su economía y nadie lo esconde, ni en las calles ni en los discursos del gobierno.

La situación se agravó con la llegada de la pandemia en 2020. El turismo, uno de los principales ingresos, dejó de existir para un país excluido de los sistemas financieros internacionales por razón del bloqueo. La administración estadounidense no realizó contemplaciones ni medidas de excepción en vista de la gravedad de la pandemia, y Cuba tuvo que enfrentar el mayor momento de crisis global con casi exclusivamente sus propios recursos y, en consecuencia, un importante gasto de las reservas internas.

Tres años después del inicio de la pandemia, con cinco vacunas contra la covid-19 desarrolladas en Cuba, la situación sigue marcada por las dificultades visibles en la cotidianeidad y en factores como la emigración. Algunas señales de flexibilización llegaron en este principio de año desde Washington, donde Biden está ya en una avanzada segunda mitad de su mandato.

El síndrome de La Habana

Biden continuó el recrudecimiento del bloqueo sobre la isla que había llevado adelante Donald Trump. El mandatario republicano multiplicó las sanciones económicas -en simultáneo con Venezuela- con políticos del anticastrismo al frente de las decisiones, como el senador Marco Rubio. De esa manera revirtió los cambios realizados bajo el mandato de su predecesor, Barack Obama, quien había pisado Cuba, abierto la embajada y permitido una mayor llegada de turismo, hasta cerca de 90 vuelos diarios desde Estados Unidos.

Trump justificó el cierre del consulado y la reversión de los avances diplomáticos bajo la denuncia de “ataques sónicos” que habrían recibido funcionarios de la embajada. El hecho, conocido luego como “síndrome de La Habana”, fue utilizado por la Casa Blanca para escalar el volumen de la presión económica ya no solamente desde Estados Unidos sino con alcance mundial: Washington amplió la dimensión extraterritorial del bloqueo al sancionar a empresas de terceros países que comercien con Cuba. El “síndrome”, como lo reveló la misma prensa estadounidense este año, nunca existió.

El hecho que llevó el bloqueo hasta la máxima presión fue la reincorporación de Cuba en la lista de “Estados patrocinadores del terrorismo”. Tal medida, ocurrida a días del cambio de mando en la Casa Blanca en enero de 2021, significó para Cuba la exclusión de los sistemas financieros internacionales, el regreso a la categoría de Estado “paria”, excluido, como Siria, Irán y Corea del Norte. La razón esgrimida entonces fue la negativa de Cuba de extraditar a Colombia a los jefes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que se encontraban en Cuba cuando Iván Duque decidió suspender los diálogos con esa guerrilla.

La actual administración mantiene a la isla en la lista, como quedó nuevamente refrendado el pasado 28 de febrero, aunque ya Colombia, bajo el gobierno de Gustavo Petro, haya dejado de solicitar la extradición de los jefes del ELN como parte de los actuales diálogos en curso. La decisión de mantener a Cuba como “patrocinador del terrorismo” sin fundamentos, grafica la política de la Casa Blanca que, como todas las administraciones anteriores, tiene un objetivo central en Cuba: el “cambio de régimen”.

Una dimensión desconocida

El viernes 18 de marzo se desarrolló un acto con miles de personas en las escalinatas de la Universidad de La Habana. Allí donde Fidel Castro dio numerosos discursos, Silvio Rodríguez cantó su canción “El necio”, en 1997, en el festival de la juventud en pleno período especial, cuando Cuba atravesaba una década de grandes dificultades económicas luego de la caída de la URSS.

Esta vez el acto fue para clausurar la segunda edición del Coloquio Internacional Patria, un evento que reunió a comunicadores, intelectuales y políticos de América Latina, el Caribe, Europa y Estados Unidos. Uno de los objetivos centrales fue debatir sobre un aspecto muchas veces desconocido del bloqueo: la dimensión digital, que se traduce por ejemplo en la imposibilidad de navegar libremente en internet sin utilizar un sistema VPN de cara a borrar el lugar desde donde ocurre la conexión. Spotify, Zoom, TikTok y numerosas plataformas y páginas no son accesibles en Cuba.

La cuestión digital tuvo en el caso de Cuba una velocidad de crecimiento vertiginosa: de cerca de 20% de la población con acceso a datos móviles a inicio de 2019 a más de 70% en la actualidad. Un proceso condicionado por el bloqueo, que durante años buscó impedir que Cuba pudiera conectarse a internet, y ahora solo permite un acceso restringido que afecta a la isla desde donde no se puede acceder a página necesarias, por ejemplo, para la investigación científica, ni realizar los pagos para acceder a su contenido en caso de que sean por suscripción.

El Congreso Internacional Patria fue entonces una oportunidad para abordar los impactos comunicacionales de un bloqueo que es de doble restricción: de Cuba para conectarse, y del mundo para saber qué ocurre en la isla. El evento en las escalinatas de la Universidad de La Habana cerró así los días de debate y propuestas, con un acto que incluyó por primera vez el uso de los denominados mappings sobre las paredes y columnas del emblemático edificio.

El deshielo light

Obama declaró el inicio de un deshielo con Cuba revertido casi de inmediato por Trump. Algunas miradas optimistas plantean ahora la posibilidad de un deshielo light, análisis que toma como elementos la reapertura del consulado estadounidense en La Habana para otorgar visados de viaje a Estados Unidos, o la reciente decisión de volver a permitir el envío de remesas a la isla a través de la operación de Western Union, que retomó sus actividades este año.

¿Hasta dónde se tomarán medidas de flexibilización? Algunas de ellas deben leerse en clave de política interna estadounidense, como es el caso de la migración: el hecho de asfixiar a Cuba se tradujo en los últimos dos años en un aumento del flujo migratorio a Estados Unidos que, al llegar a la frontera sur con México, pasó a convertirse en un problema de política doméstica para Biden. Por esa razón anunció el año pasado la aprobación de cerca de 20.000 visas anuales y una deportación automática para quienes ingresen de manera ilegal.

Quedan menos de dos años de mandato de Biden, un tiempo suficiente para que implemente una revisión del bloqueo que debería tener como paso imprescindible quitar a Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo. Las voces en la isla son cautas o muchas veces pesimistas respecto a un cambio de política de la Casa Blanca hacia la isla debido a la capacidad de presión que mantiene el lobby anticastrista en Estados Unidos, no solamente en la Florida, un estado ahora inclinado hacia el Partido Republicano, sino también dentro del Poder Legislativo.

¿Cómo sería Cuba sin el bloqueo sin fin? ¿Cómo sería con turismo, comercio, finanzas e inversiones sin persecución? La isla lleva 62 años resistiendo una política condenada por el mundo entero a excepción de algunos pocos países aliados a Estados Unidos. El bloqueo es una realidad diaria en Cuba, en las colas de gasolina, las familias que deciden enviar a un integrante al extranjero para enviar remesas, los apagones y sus protestas, en las limitaciones digitales, en la historia de un país que lleva desde 1959 con un proceso político del que muchas veces se pronosticó el fin y allí sigue.

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