Terminó una nueva etapa. No ha sido fácil ni cuesta abajo. Hubo que dejar todo en la cancha. Y en esta no hubo hinchas, por un lado, y jugadores por otro. Todos clave en la definición. Jugadores peleando por la camiseta fuimos todos: candidatos, dirigentes, referentes nacionales y locales en todo el país, militantes, adherentes, votantes indecisos, gente con ganas de ser escuchada… Todos clave en lo más importante que ocurrirá el domingo y que ya podemos avisar: el triunfo va a valer la pena.
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Y en la otra mitad de la cancha los jugadores no miraban su equipo sino el nuestro. Nosotros y ellos mirábamos y medíamos nuestra performance. Pero juntos, ellos y nosotros, hemos logrado, repito, el primer y gran objetivo: que el triunfo nos haga sentir que valió la pena ganar.
Nuestros adversarios y nosotros pensando y midiendo nuestra conducta. De modo distinto, calado. Ellos, diciendo lo que no hicimos, en forma tendenciosa y con muchas mentiras. Pero no dijeron, sobre el final de su gobierno, lo que ellos no hicieron.
Prometieron los mejores cinco años de nuestra vida, pero hoy el país suspira de entusiasmo porque se van. Quizás fueron los mejores años para una minoría, pero no lo fueron para las grandes mayorías, las más vulnerables. El 5 % más rico aumentó sus riquezas, pero el 95 % restante, el más pobre, se empobreció más aún. Nunca antes en la historia el país tuvo mayor número de niños pobres.
Dicen que sus logros lograron vencer aún dificultades como la pandemia. Ante ella olvidan la actitud de colaboración del Frente Amplio, al que endilgan que quería la política de vacunación de Argentina (¿?). A pesar de ello, la manejaron mejor que cualquier otro país del mundo. Puede ser que durante la misma importaran más las muertes de países más poblados. Pero refresquemos la memoria: Uruguay, con 3.444.263 habitantes, tuvo el mayor índice de muertos per cápita.
No creo que los lectores no recuerden al presidente hablando en los foros regionales y mundiales diciendo que íbamos a firmar, fuera del Mercosur, un Tratado de Libre Comercio (TLC) con la República Popular China. Lo repetía en todos los noticieros, cuando buscaba cámaras en vez de huirles, el canciller Bustillo, antes de tener que renunciar en medio de uno de los tantos escándalos que protagonizó el Gobierno.
Termina el período de gobierno y China sigue diciendo lo mismo: fuera del Mercosur, nada; dentro y a través del mismo: “Festejamos abiertos a una negociación siempre y cuando sea con el bloque. Nada fuera de él ni negociaciones que perjudiquen nuestra relación con el mismo”.
Se van sin haber abierto un solo mercado nuevo. Se firmó un solo TLC, con Ecuador, en medio de una de las crisis políticas más grandes de la historia del país hermano. La misma se llevó puesto al presidente Lasso del país hermano, para evitar el juicio político, en la llamada “muerte cruzada” que prevé la Constitución de su país: disolución del Parlamento y el llamado de elecciones presidenciales anticipadas.
Lo cierto, lo que importa, es que el TLC con Ecuador no movió un milésimo la cuenta corriente de la balanza de pagos del Producto Interno Bruto (PIB) del Uruguay. Ahora echan las campanas al viento porque abrieron mercados para el mondongo. Con todo respeto para aquellos que, como yo, gustan del gusto del mondongo, esta es la parte más barata de la res y la que se vende con menor valor agregado de mano de obra.
¿A cuántos programas sociales no se les dio solución por no aumentar el déficit fiscal? ¿Y la deuda? Porque recibieron las finanzas del gobierno frenteamplista muy saneadas. Fueron ellos, no fue una herencia, los que aumentaron de 35 mil millones de dólares la deuda externa a 45 mil millones. La aumentaron 10 mil millones de dólares esa deuda que hizo que cortaran cintillas a medida que avanzaba alguna obra pública, dejando 10 mil millones de dólares más para que pague el gobierno próximo.
La seguridad pública… no vale la pena ni hablar. Mientras expedían pasaportes al latinoamericano y uruguayo jefe de un cártel de drogas y rompían pruebas de la Justicia, de las que eran auxiliares, claro que no tenían más remedio que hablar del Frente. ¿Qué iban a decir?
Mientras tanto, desafiaban todos los días a la fórmula y los portavoces del Frente. ¿Por qué no hablan de esto o de esto otro? Y el Frente no los escuchó. ¿Saben por qué? Porque en vez de eso, escuchó a la gente.
En 1962, con 10 años, recorrí por primera vez el interior del país junto a mi padre. Entonces, me dejaban anunciar a los oradores en los actos. En 1966 tuve el primer local a mi cargo y con mi nombre, en el edificio del Arq. Homero Pérez Noble, donde hasta la pandemia estuvo el restaurante Dackel. Viví intensamente las del 71, yendo a todo pueblo de más de 200 habitantes. Luego del exilio, las del 84, 89, 94, 99 y 2004. En 2014 estaba en la Institución de Derechos Humanos (INDDHH). Luego comencé a hacer campaña con el Frente. 9 con el Partido Nacional, 2 con el FA: 11 en total…
Nunca viví un avance territorial por el Uruguay profundo como este, cuerpo a cuerpo con la realidad, cara a cara con la gente. Empezó con “El Frente te escucha”, siguió con la LUC, con las internas y con estas elecciones. Nunca aprendí tanto de la realidad de la gente. ¡Qué distinto mirar estadísticas a escuchar el relato de cómo le pega a la gente la realidad del país! Eso le da otro asador a la victoria. La construimos entre todos, como entre todos vamos a construir el nuevo Uruguay. Siempre hay y habrá un nuevo país con el que soñar y comprometerse.