El Gobierno multicolor, sostenido por las denominada Coalición Republicana, es la síntesis de la derecha, desde la más ortodoxa representada por blancos y colorados, hasta la extrema derecha de Cabildo Abierto y la derecha descafeinada del Partido Independiente que, aunque se disfrace de centroizquierda, es una colectividad neoliberal y conservadora. El oficialismo es una balanza inservible, con un solo plato.
Es decir, esta hidra mitológica de cinco cabezas que en los últimos cuatro años ha bajada o congelado salarios y jubilaciones, aumentó la pobreza, sembró las calles de indigentes y perpetró actos de corrupción inéditos en nuestro historia, es un bloque homogéneo que no expresa ninguna diversidad ideológica. En efecto, esta derecha sintetiza lo peor del herrerismo neoliberal, antiwilsonista, entreguista y proimperialista, la peor versión del coloradismo conservador que enterró el ideario batllista y el redivivo golpismo militar que subyace bajo el paraguas de Cabildo Abierto, que, durante cinco años, ha reivindicado a la dictadura y apoyado a los militares condenados por crímenes de lesa humanidad.
En cambio, el Frente Amplio –ahora con dos candidatos que concitan las mayores adhesiones, que son Yamandú Orsi y Carolina Cosse, y un tercero, Andrés Lima, que aspira a ser un referente en el interior del país– está muy equilibrado.
No en vano, los dos precandidatos mayoritarios nuclean a figuras que otrora acompañaron las gestiones de los expresidentes Tabaré Vázquez y José Mujica. En efecto, esa línea socialdemócrata que la derecha denuncia como debilitada, está presente, por ejemplo, en torno a la candidatura del exjefe departamental canario, ya que Orsi tiene en sus filas a la mayoría de los integrantes del equipo económico que lideró Danilo Astori durante los tres gobiernos del FA, entre ellos el exministro de Economía y Finanzas Álvaro García, quien adhirió a su candidatura hace varias semanas.
La candidatura de Orsi suma, ahora, a los referentes de Asamblea Uruguay que aún no se habían alineado con él, al Partido Demócrata Cristiano y a Alianza Progresista, todas corrientes internas de cuño seregnista.
Como si no fuera suficiente, también el batllista Fernando Amado, escindido hace cinco años del Partido Colorado, resolvió apoyar a Orsi con su grupo Unir, que es una agrupación de ideología socialdemócrata.
Empero, también hay socialdemócratas que acompañan la candidatura de Carolina Cosse, como el exsubsecretario del Ministerio de Economía y Finanzas del tercer gobierno del Frente, y una de las caras visibles del Espacio Socialdemócrata Amplio (ESA), Pablo Ferreri, que es un reconocido astorista, y el exdirigente colorado y sobrino bisnieto de José Batlle y Ordóñez, Jose Franzini Batlle.
Es decir, en los dos precandidatos que concitan la adhesión mayoritaria del electorado que se define como progresista, está presente, de uno u otro modo, el crisol ideológico de una fuerza política en la cual conviven, fiel a la consigna de unidad en la diversidad, tupamaros, comunistas, socialistas, anarquistas, socialcristianos, batllistas y blancos independientes, acorde con el legado histórico de referentes fundadores como Líber Seregni, Rodney Arismendi, Enrique Rodríguez, Enrique Erro, Juan Pablo Terra, Zelmar Michelini, Alba Roballo y Francisco Antonio Rodríguez Camusso, entre muchos otros.
En tanto, el precandidato colorado Andrés Ojeda consideró que la renuncia de Mario Bergara a su precandidatura acota el espacio de los electores, reduciéndolo a “pasta o pollo”. La alusión adolece realmente de falta de cultura gastronómica, ya que el pollo es un alimento muy completo, porque posee proteínas y grasas.
En tanto, la pasta, rica en hidratos de carbono, también es muy nutritiva y una buena fuente de vitaminas H (biotina), E (tocoferol), vitaminas del grupo B (tiamina, riboflavina y piridoxina), hierro (1,5 mg/100 gramos), magnesio y potasio –imprescindibles para la formación de los huesos–, enzimas y fibra.
En cambio, el histórico pero desdibujado partido de Ojeda carece de nutrientes ideológicos, porque se vació radicalmente de batllismo y se transformó en un mero furgón de cola del herrerismo hegemónico, desempeñando un rol meramente marginal en este gobierno de espanto.
Incluso, la alianza de Ojeda con el fascista exfiscal Gustavo Zubía apunta a derechizar más a la colectividad y a su impronta represiva. Zubía, que es hijo y sobrino de militares golpistas, expresa la peor derecha del Partido Colorado y compite con Manini Ríos en el ranking de los más reaccionarios.
La centenaria colectividad de José Batlle y Ordóñez, Julio César Grauert, Baltasar Brum, Domingo Arena, Tomás Berreta y Luis Batlle Berres, más que un alimento nutritivo ahora es un pesado e indigesto caldo cocinado con los sobrantes del banquete lacallista y militarista, cuya ingestión –por su consistencia– puede provocar cólicos o bien insomnio.
Ahora, como hace más de medio siglo, la derecha vuelve a agitar cucos que en el pasado lograron espantar a los incautos y los ingenuos, cuando transformaban a los comunistas y los tupamaros en una suerte de demonios y advirtieron que si el Frente Amplio ganaba las elecciones, en Uruguay se instauraría la dictadura del proletariado, las tropas soviéticas invadirían el país e instalarían campos de concentración y los niños serían enviados a Cuba o a la estepa siberiana. Sin embargo, el FA gobernó los 15 mejores años de nuestra historia contemporánea y ninguno de estos pronósticos apocalípticos se cumplió.
Incluso, entre 2010 y 2014, la presidencia de la República fue ejercida por el exguerrillero José Mujica, quien, con 88 años de edad, es todavía el líder izquierdista más popular del continente.
En realidad, todos los desastres que la derecha pronosticaba fueron perpetrados por la propia derecha, en primer término bajo el gobierno criminal del colorado Jorge Pacheco Areco y luego durante la dictadura liberticida, que fue integrada, además de por militares fascistas, por más de dos centenares de dirigentes blancos y colorados reaccionarios, que ocuparon diversos cargos de confianza en ministerios, empresas públicas, intendencias y en el Consejo de Estado.
Obviamente, la derecha legal, en tres gobiernos colorados y uno blanco –dos de ellos de coalición–, provocó la peor crisis económica y social de nuestra historia, a lo cual debemos sumar las barbaridades perpetradas por este Gobierno multicolor.
El único cuco, de impronta oligárquica, es el bloque conservador, que bajó salarios y jubilaciones, aumentó la pobreza y perpetró aberrantes actos de corrupción.