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Columnas de opinión | Delgado |

Se creyeron su propio discurso

La "conciencia tranquila" de los corruptos

¿Cómo puede tener la conciencia tranquila el miembro de un Gobierno y un partido político que hizo crecer la pobreza por ingreso y las personas en situación de calle?

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“Tenemos la conciencia tranquila de haber dejado todo en la cancha. Lo único que no dejamos fue la dignidad y los principios”, afirmó el senador electo y excandidato presidencial por la Coalición Republicana, Álvaro Delgado, con un dejo de amargura tras la contundente derrota padecida el 24 de noviembre. En su primera aparición pública, luego de un silencio sepulcral de casi dos semanas, Delgado no deja de sorprender con sus aseveraciones que solo parecen sintonizar con la necesidad de elevar el ánimo de la militancia blanca, pero no se compadecen con las causas del desenlace electoral.

Sigue sin entender nada, como no lo entendía antes del balotaje, cuando se sentía seguro de la victoria pese a haber prometido la continuidad de las políticas de este Gobierno paupérrimo y “un segundo de piso de desarrollo”, aunque el primer piso del gobierno de coalición sólo deparó deterioro de la calidad de vida de vastos sectores de la población.

¿Cómo puede tener la conciencia tranquila el miembro de un Gobierno y un partido político que hizo crecer la pobreza por ingreso y las personas en situación de calle, pese a que las familias que no llegan a fin de mes son bastante más que las que marcan los números de la estadística oficial?

Incluso, ¿cómo puede tener la conciencia tranquila si el Gobierno del cual es parte le asestó un mazazo a los sectores de ingresos fijos, que padecieron una abrupta pérdida de poder de compra en los tres primeros años del quinquenio? En total, según expertos del Instituto de Economía, la pérdida fue de 7.440 millones de dólares.

Sin embargo, en toda la campaña electoral, antes de la primera vuelta de octubre e incluso del balotaje, Delgado afirmó que durante este gobierno se había alcanzado al mayor nivel salarial del último medio siglo, ya que, por ignorancia o por mala fe, confundió la masa salarial, que es la participación del salario en el Producto Bruto Interno, con el nivel salarial. Obviamente, esa mejora, que fue tímida y sólo se verificó en 2023 y en el transcurso de este año, favoreció únicamente a las familias situadas en el quintil 5 de ingresos, que está integrado por una minoría. Obviamente, no se sintió en el bolsillo de la mayoría de los trabajadores y tampoco en el de los pasivos, ya que las jubilaciones se ajustan en función del Índice Medio de Salarios.

Con respecto a los principios y la dignidad que invocó en su discurso, su afirmación es realmente inverosímil. ¿Cómo puede hablar con propiedad de principios y dignidad el miembro de un Gobierno que le otorgó un pasaporte a un narco peligroso, preso por haber ingresado a Emiratos Árabes Unidos con un documento falso; que permitió el funcionamiento de una asociación para delinquir en la propia Torre Ejecutiva; que permitió o avaló que un asesor presidencial ocultara y destruyera pruebas que deberían haber sido derivadas a la Justicia; que hizo entrar por la ventana al Estado a una tonelada de militantes pisoteando los derechos de los funcionarios de carrera; que usó el aparato estatal para espiar a legisladores opositores y sindicalistas; que pagó sospechosos sobreprecios por vacunas, aviones y drones; que exoneró a familiares de jerarcas y que entregó viviendas de interés social a militantes que no cumplían con las condiciones requeridas?

Los principios y la dignidad no figuran en el diccionario de la derecha, particularmente en el de los blancos, que por ahora permanecen impunes, aunque hay más de una causa abierta en la órbita de Fiscalía por actos de apariencia delictiva muy similares o tal vez peores que los perpetrados durante la administración encabezada por Luis Alberto Lacalle Herrera.

Estas aberraciones, que exceden al mero error administrativo, fueron naturalizadas, al punto que el Partido Nacional y los otros socios de la coalición de gobierno, que serían también penalmente responsables por acción u omisión, creyeron que la corrupción no movía la aguja. Tal vez no les faltó razón, aunque las causas de la derrota son aún más profundas.

Evidentemente, se creyeron su propio discurso, por ejemplo, en materia de seguridad, porque siguen insistiendo en que la tasa de delitos bajó durante este período, cuando realmente las que descendieron fueron las denuncias de robos y rapiñas, mientras que asistimos a un récord de homicidios.

“Sepan que, en lo personal, voy a estar escuchando a todos. Vamos a estar escuchando a todos para generar una oportunidad para ser mejores”, enfatizó el expresidenciable. En realidad, durante estos cinco años, sólo se escucharon a sí mismos y, como estaban todos de acuerdo, dejaron de escuchar a la gente.

Pensaron que con floridos discursos en foros y encuentros con empresarios y con declaraciones de prensa altisonantes de alta visibilidad y sonoridad mediática, era suficiente. Omitieron hablar con quienes tenían que hablar y escuchar a quienes tenían que escuchar, a diferencia del presidente electo, Yamandú Orsi, quien, valga la redundancia, habló con quienes tenía que hablar y escuchó a quienes tenía que escuchar.

En otro orden, Delgado consideró que el primer desafío del Partido Nacional en su rol opositor será “articular a la coalición” y “oponerse a aquello que nos quieran quitar. No vamos a permitir que la ideología nos quite derechos y libertades”.

Es claro que la salud de la coalición es muy precaria y, luego de la instancia electoral del 27 de octubre, el conglomerado quedó casi exclusivamente reducido a los partidos tradicionales, luego del estrepitoso derrumbe de Cabildo Abierto y la magra votación del Partido Independiente, que sigue siendo un híbrido testimonial.

¿A qué derechos y libertades se refiere? En los 15 años del ciclo progresista, y con mayorías propias en el Parlamento nacional, nunca estuvo en riesgo ningún derecho. Muy por el contrario, se lograron sustantivos avances en materia de derechos, que favorecieron a sectores recurrentemente postergados, como los homosexuales, las lesbianas, los trans, las empleadas domésticas y los trabajadores rurales, que siempre fueron ignorados por la derecha.

¿Cuáles fueron los nuevos derechos conquistados durante este gobierno? Realmente, ninguno. Incluso, en materia de derechos laborales se retrocedió, ya que la LUC limitó el derecho de huelga porque criminalizó la protesta y prohibió la ocupación de los lugares de trabajo, medida que sólo es adoptada por parte de los trabajadores organizados en la hipótesis de quiebra o de vaciamiento. Obviamente, los que sí ostentaron más derechos son los empresarios, que en muchos casos explotaron impunemente a sus trabajadores y les pagaron o les pagan salarios de hambre, lo cual les ha permitido apropiarse de una parte aún más importante de la renta. En efecto, en el ámbito de los Consejos de Salarios, en nueve de cada diez negociaciones el Gobierno votó con los empresarios, lo cual configura una brutal inequidad.

Por su parte, la libertad, un concepto invocado recurrentemente por Delgado antes de las dos rondas electorales y en su discurso de despedida, ha sido burdamente banalizado por la derecha. Al respecto, ¿qué libertad tienen los casi 350.000 uruguayos que viven bajo la línea de pobreza y las más de 4.000 personas que están en situación de calle? Realmente, ninguna, al igual que los niños nacidos en familias carenciadas, las mujeres jefas de hogar que sostienen a duras penas a su prole y los ancianos solos y con pasividades de indigencia que no pueden acceder al Sistema de Cuidados porque este Gobierno lo desfinanció.

Para el decadente bloque neoliberal la única libertad válida es la de mercado, que devalúa el papel del Estado, aherroja la libertad individual y establece las reglas de juego. No en vano, las cámaras empresariales, socias de la derecha política que integra, entre otros, Álvaro Delgado, están muy preocupadas por saber quién será el futuro ministro de Trabajo y Seguridad Social. Temen que sea funcional a la clase trabajadora y no a ellos, que son los dueños de la economía.

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