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Columnas de opinión | fiscal | Fossati | Astesiano

Muchas preguntas sin respuesta

La fiscal en el banquillo

La fiscal Gabriela Fossati es, por lejos, la mujer del año; no por quererlo, sino por imperio de las circunstancias.

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Es muy posible que cuando esta nota sea publicada yo haya cambiado de opinión en algún punto, ya que cada día que pasa surgen nuevos elementos y se agrava cada vez más la situación en torno al caso Astesiano. Todo viene enredado, sórdido y oscuro; mucho más de lo que nos parecía hace una semana.

La fiscal Gabriela Fossati es, por lejos, la mujer del año; no por quererlo, sino por imperio de las circunstancias. La metralla le llega de todas partes, de izquierda, derecha, arriba y abajo y todo el país centra su atención en ella.

¿Quién, del Ministerio del Interior, le dijo que solo se podría recuperar el 2% de la información que el jefe de seguridad del presidente había borrado de su celular? ¿Qué pasó entre que le dijeron eso (entregándole un pendrive con tal porcentaje de información) y la aparición del 100%? ¿Será el 100 por cierto? ¿Podemos confiar en esta información cuando las principales jerarquías de la Policía (¡Número 2 y número 3, por ahora!) están metidos hasta el cuello? ¿Habrán borrado los mensajes en que son nombrados los mismos en que debe apoyarse la fiscal para avanzar en la investigación? ¿Se atreverá la fiscal a incautar los celulares de todos los funcionarios que pudieran estar involucrados y aplicarles la misma técnica de extracción de información? ¿Se podrá prestar especial atención a los que cambiaron sus celulares desde que se detuvo a Astesiano?

Según se desprende de la información recuperada, Alejandro Astesiano manejaba drones, vehículos oficiales y personal policial, tenía acceso al sistema de cámaras de videovigilancia del Ministerio del Interior y nada menos que al Guardián para sus propósitos criminales. Lo dijo él mismo, y si el presidente de la República confiaba en su palabra, yo no tengo por qué dudar. ¿Cómo es posible que manejara toda esa logística desde el cuarto piso de la Torre Ejecutiva sin que Luis Lacalle Pou, el director de la Secretaría de Inteligencia del, Estado Álvaro Garcé, y el ministro del Interior Luis Alberto Heber lo notaran?

Algunas declaraciones de Fossati la hicieron aparecer como la abogada defensora de los superiores de Astesiano, tanto al decir que este había traicionado la confianza del presidente como al señalar que decir en los mensajes telefónicos que manejaba todos esos recursos no implicaba que realmente lo hiciera, ya que podría estar alardeando. Esto, y su viaje en medio de la causa más importante de su vida, la colocaron en la picota.

Como sea, es muy difícil su situación, ya que investiga a los mismos que deben colaborar con ella. ¿Puede esperar información confiable del Ministerio del Interior, cuando el subdirector de la Policía Nacional, Héctor Ferreira, se negó a declarar en el juzgado y cuando el ministro y el zar de los servicios de inteligencia están más ocupados en ver de qué manera involucran al Frente Amplio que en aportar información fidedigna?

¿Por qué la familia Lacalle apadrinó, cobijó y/o acomodó (como quieran) a este delincuente pese a todo su prontuario? Ganaba 142.000 pesos por mes más compensaciones; y todos sabemos que, a ese nivel, las compensaciones no son dos o tres monedas, sino lo suficiente como para mantener a varias familias.

¿No llamaba la atención que un jefe de seguridad tuviera más capital que el propio presidente?

¿Por qué el prosecretario de Presidencia, Rodrigo Ferrés, mintió descaradamente en el Senado negando el cargo de Astesiano, aun cuando Astesiano se presentaba con ese cargo, Lacalle se refería a él con ese cargo y el mismo Rodrigo Ferrés había firmado un documento público adjudicándole ese cargo? Si no era el jefe del Servicio de Seguridad Presidencial y el titular era el comisario mayor Ricardo Martínez, ¿cómo es posible que Astesiano sancionara al subjefe del servicio Jorge Daniel Amaro? Si él no era el número uno, ¿cómo podía sancionar al número dos? Amaro había roto la cuarentena impuesta por la pandemia en 2021 al ingresar sin autorización a un campo de Lavalleja para cazar animales.

En teoría, la atribución de sancionar a un subordinado le correspondería al prosecretario Rodrigo Ferrés y no a Astesiano. ¿Acaso este mandaba más que el prosecretario? ¿Será por eso que la fiscal lo ha convocado al juzgado?

Gabriela Fossati le envió un mensaje, por una vía no formal, al fiscal de Corte, Juan Gómez, para que se designara a otra persona para continuar con la causa. Esto sucedió muy poco después de su entrevista con Astesiano. “Creo que la importancia de la investigación amerita que sea asignada a un fiscal que tenga respaldo real de la jerarquía”, comentó a Montevideo Portal. “Lo mejor es que yo no siga”, agregó. Claro, todos asumimos que al hablar de falta de respaldo se refería a Juan Gómez; pero al pasar las horas fue afirmándose la idea de que la falta de respaldo institucional podría venir de los ministerios del Interior, Relaciones Exteriores, Educación y Cultura y Presidencia de la República.

En medio de todo este berenjenal, el presidente dijo que había que ir “hasta el hueso”; pero no se refería al caso Marset ni al caso Astesiano, sino al de las ollas populares. Tras ser criticado en las redes por tal frase sí se refirió a este caso y dijo, entre otras cosas, “que vayan presos los que tengan que ir presos”. Todo bien; pero no estaría mal poner un poco de colaboración delante de esas palabras apretando las clavijas a los ministros.

Por el contrario, para salvar la imagen del gobierno continúan cortando cintas. Como ya no pueden inaugurar obras realizadas por el Frente Amplio, ahora inauguran obras monumentales propias, tales como un gallinero, una alcantarilla, una góndola en una farmacia, un hotel al que llaman “ciudad universitaria” y un buque portacontenedores que ya no está. Eso sin contar la mediática entrega de 15 conos a los bomberos de Salto. Lo anterior solo es comparable con la entrega de 15 toallas blancas donadas por la directiva del Centro Comercial e Industrial a la Comisión de Apoyo del Hospital de Florida. En la foto de la ceremonia estaban al frente ocho personas, sin contar los periodistas presentes. Las toallas eran blancas; de haber sido de colores todavía les estarían homenajeando en la ONU.

El ministro Heber, por su parte, dedicó algunas palabras a los policías caídos en cumplimiento del deber. Está muy bien; pero en lugar de palabras sería mejor que les diera chalecos antibalas no vencidos.

No saben cómo justificar este desastre de gobierno. Entre otras cosas increíbles está lo del vicepresidente de Ancap luego del robo. Dijo que "esas vulnerabilidades las heredamos de la administración anterior". O sea, de nuevo la culpa es el Frente Amplio. ¿Cuándo comenzará aquello de "hacerse cargo"?

Detrás de ese circo, la situación de la fiscal es seria. ¿Por qué al irse de viaje (programado desde mucho tiempo atrás) se llevó para su casa unos 300 documentos de la causa? ¿Tuvo temor de dejarlos en el piso 3 de Fiscalía? ¿Tiene eso que ver con su queja de informaciones filtradas a la prensa? ¿Quién le avisó a Astesiano que sería detenido al regresar de un viaje con el presidente? ¿Quién le consiguió tiempo para borrar la información de su celular? Recordemos que la fiscal pidió al fiscal de Corte que le avisara de la detención al presidente; pero fue el propio Astesiano que le informó al presidente.

A mediados de noviembre Fossati publicó en Twitter algunas precisiones que merecen ser leídas. Entre cosas, afirmó:

- Si creo que otro lugar es el mejor contexto para el buen desarrollo de una investigación que llevo, trabajaré para conseguirlo. Si no lo logro, usaré todos los recursos a mi alcance. Es mi compromiso.

- A veces las "estrategias" judiciales no son comprendidas por los ciudadanos. La literalidad puede confundirlos.

- Tengo 31 años de carrera en el sistema judicial, 29 como magistrada, 23 como fiscal.

- No tengo un cargo electivo ni político.

- He solicitado de manera permanente a los fotógrafos de los medios de comunicación que resguarden mi imagen, no lo he logrado.

- Me esperan de 6 a 10 años de trabajo, que espero sean los mejores de mi carrera. Mi única meta es cerrar mi ciclo productivo con dignidad. No tengo otras ambiciones personales. No necesito "trampolines", llegué a un lugar donde mi historia laboral habla por mí.

- No tengo nada personal con los investigados. Yo debo cumplir mi rol y ellos responder por sus actos si es que logro evidencia de calidad para enjuiciarlos. No son el enemigo ni deberían verme como tal. Insultarme no los ubicará en un mejor lugar.

- Respeto al fiscal general, no solo por ser mi jefe, sino porque conozco su trayectoria, su vocación, su esfuerzo, las tristezas que padeció en esta dura profesión que abrazamos, como él conoce de las mías.

La encrucijada en que se encuentra Gabriela Fossati se puede explicar con pocas palabras: está a un paso de ser la villana y a un paso de ser la heroína de la película. El tiempo dirá si quiere y si puede llegar hasta “el uno”, ese misterioso jefe que menciona Astesiano en varios mensajes a sus cómplices.

Considerando que esto es más grande de lo que creímos al principio, sería prudente extremar las medidas de seguridad para protegerla.

De los chats de Astesiano, realizados desde febrero a setiembre, surge que él y sus cómplices serían los encargados de distribuir coimas que pretendían cobrar a un grupo de empresarios españoles proveedores de velocímetros, equipos para control de alcoholemia, radares y pistolas paralizantes. Esto es una bomba aparte. Recordemos que el gobierno de Luis Alberto Lacalle Herrera (1990-1995) se vio envuelto en un escándalo por una compra millonaria a la empresa Focoex, también española.

Quedan varias preguntas pendientes de respuesta. ¿Qué está haciendo Asuntos Internos, considerando que hay sombras sobre el número 2 y el número 3 de la Policía Nacional? ¿Qué hacen Heber, Bustillo y Garcé?

A esta altura, parece indiscutible que hemos enviado a Gabriela Fossati a la guerra con un tenedor.

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