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Columnas de opinión | Montevideo | Fundación | fecha

El proceso

La fundación de Montevideo (parte II)

Montevideo es un caso complejo. Su proceso de fundación fue irregular, y en esto están contestes nuestros más conspicuos historiadores.

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Esta es la historia de una ciudad que no nació en medio de cuantiosas riquezas de oro y plata, ni tampoco sobre el sudor y la sangre del trabajo indígena en minas o plantaciones. Por el contrario, la humilde y sufrida Montevideo verá la luz por obra de dos factores básicos: la ganadería vacuna y la rivalidad entre España y Portugal en la lejana región austral que da al océano Atlántico, en medio de una azarosa urdimbre de avances y de retrocesos en materia de conquista militar y de negociaciones diplomáticas, todo lo cual integra eso que genéricamente denominamos proceso fundacional. Sabido es, por otra parte, que Montevideo es un caso complejo. Su proceso de fundación fue irregular, y en esto están contestes nuestros más conspicuos historiadores. No hay ni puede haber, en el mejor de los casos, pronunciamientos cerrados y dogmáticos sobre tal cuestión porque, tratándose como se trata de una secuencia de sinuosas líneas, aquí no hay un día fijo, ni un mes ni una hora fijas, ni cosa que se le parezca.

El establecimiento de una fecha oficial (el 24 de diciembre de 1726) es razonable y sensato, en virtud de una porción de satisfactorios argumentos, pero no es suficiente, puesto que no incluye ni abarca el largo proceso anterior, cuya celebración por parte de un pueblo y de unas instituciones no es un delito, ni una inconveniencia, ni un exabrupto, ni un escándalo, y mucho menos un error, sino una acción deseable, grata, formativa, reafirmante de los valores nacionales y orientada a enfatizar la conformación de nuestro periplo identitario. Si algún mal hay en ello, debería salir a fundamentarlo algún iluminado (pero en serio, no con vana retórica sofística).

Ahora bien, ¿de dónde surge la famosa fecha del 24 de diciembre de 1726? Todo empezó en 1919, cuando el Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay fue consultado a efectos de realizar una declaración oficial de la fundación de la ciudad. En un informe redactado por Raúl Montero Bustamante y Julio M. Llamas (publicado en la imprenta y casa editorial Renacimiento, Librería Mercurio, de Luis y Manuel Pérez, calle 25 de Mayo 483) se expresa que la elección de esa fecha sólo debe ser aceptada como acto de fundación, “siempre que se declare que ese reconocimiento no obedece al dictado de un solemne documento de fundación o acta de ciudad, que hasta el momento no ha aparecido” (página 5). Ni apareció después, añadimos.

Pero, como si lo anterior fuera poco, y a efectos de profundizar en el concepto de lo que es un proceso, agregan nuestros investigadores: “El proceso de la fundación de Montevideo fue, sin duda, irregular; acaso ninguna ciudad de América ofrezca mayor confusión en sus orígenes… Difícil es establecer, no habiendo documento especial que lo haga, el momento preciso en que el puesto militar, campamento o fortificación, adquirió los atributos de ciudad” (página 7).

Lo bueno es que no estamos situados en la vorágine de la incertidumbre. Por el contrario, contamos con abundantes, y hasta abrumadores, documentos que testimonian a gritos la existencia del referido proceso. Se trata de un cuerpo documental muy vasto -y obviamente incontrovertible, lleno de fechas, sellos y firmas-, que abarca desde los despachos reales y documentos de cancillería relativos a la fortificación y población de Montevideo, a las diligencias hechas con ese objeto. Comprende asimismo los proyectos de carácter privado (hubo más de uno) para verificar el poblamiento, la profusa documentación portuguesa de 1723 y 1724 relativa a la ocupación de tierras del actual Uruguay por parte de esa corona, las no menos vastas comunicaciones realizadas entre la autoridad de Buenos Aires y las autoridades portuguesas de la Colonia del Sacramento y la Corte española respecto a la ocupación lusitana, y el propio diario del gobernador Zabala sobre la ocupación de Montevideo por las armas españolas, escrito en 1724. Pero todavía hay más: existe el auto de erección de la ciudad dictado por Zabala en Buenos Aires el 28 de agosto de 1726, y los trámites y diligencias realizados por Pedro Millán en Montevideo, de 1726 a 1730, en representación del gobernador Zabala, a efectos de dar cumplimiento al mencionado auto. Y falta todavía mencionar el hecho no menor de las aprobaciones reales de todo lo actuado, que llevaron su tiempo y que también integran, como no podía ser de otro modo, el mentado proceso de fundación.

No somos el único caso. La propia Buenos Aires fue dos veces fundada, la primera el 2 de febrero de 1536, por Pedro de Mendoza, y la segunda el 11 de junio de 1580, por Juan de Garay. ¿Cuál año habría que celebrar? ¿El primero, el segundo o ambos? ¿A alguien se le ocurriría prohibir o controvertir uno u otro festejo? En el fondo, poco importa la cuestión. Cuando se habla del nacimiento de una ciudad, hay que tener en cuenta no solamente este o aquel acto cívico y jurídico (como, por ejemplo, el reparto de los primeros solares a los primeros vecinos, en Montevideo, acontecimiento de indudable importancia, y por lo mismo cargado de una fuerte emotividad, que fue tomado como fecha de fundación simbólica), sino una multiplicidad de actos humanos, dotados cada uno de ellos de voluntad y de intención, e inscriptos en una determinada sucesión de circunstancias que integran, cual perlas de un collar, una cadena de aconteceres sin cuya memoria y recuento sería imposible hablar de una fundación.

Lo mismo pasa a nivel mundial. Los historiadores, a efectos de aclarar, ordenar y clasificar los períodos a analizar, suelen elegir esta o aquella fecha a modo de mojón o tópico. Así sucede con las famosas etapas de la historia occidental. Enorme es la polémica sobre el inicio de la Era Moderna. ¿Comenzó, como tradicionalmente se ha dicho, con el bloqueo del mar Mediterráneo por los turcos otomanos, en el año 1453 o, por el contrario, lo hizo con la llegada de Colón a América en 1492? La respuesta a esta pregunta depende de la ponderación de muchos factores. Desde el punto de vista europeo, el impacto del bloqueo turco fue decisivo y los obligó a buscar rutas alternativas al comercio con Oriente. Desde el punto de vista americano, en cambio, el arribo de los españoles al Nuevo Mundo fue un hecho mil veces más trascendente, en todos los planos y dimensiones. Debe tenerse presente, sin embargo, que ambos actos humanos existieron. Fueron tangibles, palpables, materiales y comprobables. No surgieron de la imaginación de nadie. Así sucede con el proceso fundacional de Montevideo.

Es imposible negar, y sería absurdo hacerlo, que dicho proceso comenzó en enero de 1724. Hacia allá vamos, pues. Lo haremos en un próximo artículo.

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