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Columnas de opinión | fragilidad democrática | edades |

tensiones polarizantes

Las edades y la fragilidad democrática

La convivencia democrática está en punto crítico por 3 razones: nuevas demandas que no se atienden; el narcotráfico y sus redes criminales; las redes sociales.

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Martina tiene 17 años. Posee dos aplicaciones de redes sociales en su celular que consulta con alta frecuencia durante el día: Instagram y Tik Tok. Sigue a distintos influencers y artistas de todo el mundo que tienen diversas sensibilidades. “Sé lo que está pasando en Perú porque una artista ha posteado cosas, comentarios, fotos, videos”, dice Martina.

Las tensiones en democracia

El mundo atraviesa una era de tensiones polarizantes como nunca antes la había vivido. La expansión de las redes (Twitter desde 2006) trajo a la luz pública -a la plaza pública- las expresiones de alegría y malestar que antes estaban encapsuladas en los círculos de amistades o familiares. La intimidad del cuerpo y la opinión estaba limitada a un territorio muy restringido. Hoy no es así. Veamos esto: Facebook se fundó en 2004, (luego compró Instagram, fundada en 2010 y WhatsApp, que se creó en 2009). Parece que somos viejos conocidos aunque hace tan poco tiempo que nos conocemos. Martina nació y creció con todo eso funcionando. Es nativa digital. Martina nació y se desarrolla en medio del caos de las redes; para ella es “normal” el debate, la tensión, la locura, el destrato, la difamación, la música y sus protagonistas conocidos en detalle. Es común el mundo sin fronteras. Para otras edades -que conocieron otro mundo- pueden resultar hasta insoportables los niveles de crispación que nos rodean. Y es hasta posible que exista una suerte de “fatiga social” frente a esas tensiones polarizantes, en donde todos y todas son “guapos”, “malevos” y “malevas” que esgrimen el pulgar sobre el telefonito como si fuera una “faca”. La diferencia entre la “plaza pública” de las redes y una cantina con malandras en pedo es la cercanía. Todos somos guapos pero distantes (y más todavía si el “guapo” se esconde en un alias, algo que las redes permiten y promueven). Esta dinámica termina por intoxicar el clima de convivencia. En verdad, la convivencia democrática tiene el estado crítico que hoy muestra, por tres razones: 1) nuevas demandas que los sistemas políticos no pueden atender; 2) la expansión del narcotráfico y sus redes criminales y 3) las redes sociales. La violencia verbal en redes forma parte de la cotidianeidad y hay sectores políticos y actores de relevancia en el mundo que sustituyen la ausencia de ideas para enfrentar las nuevas demandas de la sociedad, con el odio, la difamación y la descalificación. Ya no son los ciudadanos sin responsabilidades institucionales; no, ahora son los responsables de preservar la democracia los que la dinamitan en sus formas y contenidos (no en vano distintos países legislan sobre el “discurso del odio”. Se dan cuenta que tiene que haber un límite a tanta barbarie verbal aún a costa de tensionar la liberal libertad de expresión).

Ahora bien: si los actores políticos son irreverentes, atrevidos, difamatorios, ¿qué mensaje reciben sus adherentes o simpatizantes? Si la “línea” que se baja al ciudadano común, es esa, ¿qué se busca recoger?

La pedagogía necesaria

Esta dinámica violentista -vaya casualidad: utilizo una palabra empleada para la violencia de los 70- causa cansancio en el cuerpo social. El economista Gabriel Oddone -en una columna del semanario “Búsqueda”- argumenta sobre la necesidad de lograr amplios consensos sobre algunos ejes. Eso lo desvela. Claro: Oddone, con 60 años, vivió la dictadura y los años fermentales de la reconstitución democrática. Esa es su “circunstancia”. El nivel de polarización existente le preocupa porque conoció otro clima y aspira a lograr amplios acuerdos aunque no unanimidades para que el Uruguay alcance un nuevo estadio de desarrollo. Está haciendo una pedagogía bien propia de su edad (la biología deja su rastro; dime tu edad y te diré qué anda en tu cabeza…). La dinámica verbal violenta no se combate con más calificativos y más injuria. Es raro: la coyuntura muestra que frente a la desmelenada actitud de algunos sectores de derecha, la izquierda se atrinchera defendiendo los valores de la democracia liberal. La pedagogía revolucionaria ya no es la “nacionalización de la banca” o “la reforma agraria”. Hoy la hora exige defender un modo de hacer política y de fortalecer la convivencia democrática y ciudadana (no en vano surgen movimientos en América Latina que buscan acuerdos entre todas las fuerzas democráticas para combatir eso que algunos llaman “fascismo” y que otros denominan “radicalismo conservador”).

Las edades y las percepciones

Leo en Twitter un lúcido comentario de un español sobre estos temas: “La gente que ha vivido en estados autoritarios se conforman con las libertades que da el Estado democrático. Sin embargo, los jóvenes no nos conformamos con eso y nos fijamos más en los fallos del sistema, pero no podemos cambiarlo porque gran parte del electorado es gente mayor”. El diario El País de Madrid hizo un interesante artículo sobre estos asuntos. Lo tituló: “No es solo Brasil. La erosión global de la democracia avanza” y más abajo escribió: “Los populismos que aprovechan el malestar social y fomentan la polarización corroen la solidez de las democracias que, sin embargo, siguen mostrando rasgos de resiliencia y superioridad frente a las autocracias” (la gráfica que acompaña esta columna fue difundida por ese periódico). https://elpais.com/internacional/2023-01-15/no-es-solo-brasil-la-erosion-global-de-la-democracia-avanza.html?event_log=oklogin&s=03

El interesante abordaje fija la adhesión a la democracia según las edades. En América Latina ese declive democrático es evidente. Lo dice Latinbarómetro que hace años mide la adhesión democrática en el continente. Uruguay se mantiene en el primer puesto de adhesión, pero descendiendo. Veamos esto: los millennials son las personas nacidas entre los años 1981 y 1993 por lo que su edad oscila entre los 30 y los 40 años aproximadamente, los centennials son jóvenes nacidos entre 1995 y 2010.

El contexto en que los millennials se desarrollaron influye bastante en sus posturas políticas. Obsérvese, por ejemplo, que estos sufrieron en serio la crisis de 2002. Hay una diferencia de énfasis, por ejemplo, entre la generación millennial y la generación centennial con la preocupación por el medio ambiente. Martina (centennials) está preocupada por la falta de ciclovía en la rambla. Es uno de sus desvelos (Martina vota en las próximas elecciones. Sus abuelos también, pero pertenecen a otra generación).

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