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Columnas de opinión | Tabaré | custodios | seguridad

Marcar la cancha

Los custodios de Tabaré

La confianza, el compromiso, el profesionalismo y la parquedad eran elementos vitales -y son- en todo elenco de custodios.

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Tenía su estilo, una forma de liderazgo por la que lideraba sin mandar. O, mejor dicho: creaba unas atmósferas habitadas por la responsabilidad y así mandaba. El que no funcionaba en ese ecosistema quedaba fuera del juego. Ese era el talante que convivía con leves expresiones autoritarias cuando las cosas no se hacían. Pertenecer al equipo era compartir estilos, formas, límites, valores, gestión, ejecutividad y optimización del tiempo. Casi una ideología.

En los equipos que dirigió Tabaré Vázquez -en la Intendencia de Montevideo y en sus dos gobiernos nacionales (2005 a 2010 y 2015 a 2020)- esa dinámica estuvo siempre presente, aunque la fue puliendo desde aquel febrero de 1990 cuando entró en el Palacio Municipal. Fue conociendo y conociéndose.

Ya en la intendencia, Vázquez ejerció una suerte de cercanía distante con sus colaboradores en la que se establecían claramente los roles, había que cumplirlos y se destacaba su afán por el orden, trabajo técnico y profesional.

Su profesión -médico oncólogo- definió su tarea: aplicó el método científico, en tanto lógica de investigación usado principalmente en la producción de conocimiento en las ciencias. Para ser llamado científico, un método de investigación debe basarse en lo empírico y en la medición, y estar sujeto a los principios específicos de las pruebas de razonamiento. (El conocimiento de la estadística le dio a Vázquez una fortaleza única a la hora de la toma de decisiones).

Los custodios

En la época de la Intendencia de Montevideo, Vázquez casi no se movió con custodia. En la campaña de 1989 el Frente Amplio dispuso un esquema de seguridad que luego no continuó en la IM. Ya en la comuna, se adoptaron algunas medidas que buscaban privacidad y seguridad. Eduardo Bandeira, secretario de Vázquez, aplicó algunas. Por ejemplo: el ascensor que lleva a la zona de despachos del intendente no podía ser utilizado por ninguna otra persona. Era solo para Vázquez y sus más estrechos colaboradores.

En la campaña de 2004, se emplearon distintos dispositivos de seguridad que eran coordinados por Jorge Vázquez, hermano del candidato. Al asumir en marzo de 2005, algunos de aquellos colaboradores de la campaña pasaron a cumplir tareas institucionales en la seguridad del presidente. Todos tenían distintas formaciones y con el tiempo -a través de cursos en el exterior y prácticas en el país- fueron adquiriendo una calidad profesional que satisfacía al presidente Vázquez.

Esa guardia tenía dos escritorios en la residencia de Suárez en donde Vázquez cumplía la mayor cantidad de tareas; algunos también funcionaban como parte del sistema de seguridad en la residencia de la familia Vázquez en la calle Buschental. Nelson Isnardi era el jefe de la seguridad del presidente Vázquez. (Los temas de seguridad los comenzó a observar con Óscar Magurno, presidente de la Asociación Española, en donde Vázquez trabajaba como médico. Allí vio que Magurno valoraba la confianza, el compromiso y la parquedad de sus propios custodios. Un día, Vázquez y Magurno con su seguridad se cruzaron en la vereda de la Española. Magurno giró la cabeza, se dirigió a sus guardias y les dijo: “A este hombre lo cuidan con su vida”).

Vázquez era de pocas palabras. Escuchaba mucho y adoptaba las decisiones con enorme poder de síntesis. Eso lo destacan sus principales colaboradores. Aquella anécdota seguro que la incorporó para lo que luego vendría.

La confianza, el compromiso, el profesionalismo y la parquedad eran elementos vitales -y son- en todo elenco de custodios.

En algún momento, Vázquez recibió amenazas de muerte. Allí el sistema de seguridad fue más estricto y en Torre Ejecutiva se dispusieron mecanismos que otorgaran mayor seguridad. Incluso, en varias oportunidades equipos técnicos revisaban algunas áreas en Torre Ejecutiva y en la residencia de Suárez por si existían micrófonos ocultos. (Una vez, Nancy Rey, secretaria privada de Vázquez, ingresó a una reunión para comunicarle algo al presidente, pero levantó su mano, señaló en círculo el techo, y se calló. Lo que tenía que transmitir era reservado y no quería correr riesgos de que hubiera micrófonos escondidos. Rey sabía de qué hablaba: cuando se descubrieron los denominados “Archivos Berrutti”, su nombre aparecía allí: había sido vigilada cuando trabajaba como secretaria de Vázquez en la intendencia).

Otra de las medidas que se tomaban era que en los Consejos de Ministros no se ingresaba con celulares. A Vázquez le molestaba que luego de esos encuentros la prensa reproducía textualmente algunos pasajes de las reuniones. Algunos ministros se negaban a dejarlo afuera del gran salón. Había un funcionario, Jorge Corrales, que recibía los celulares, les ponía el nombre y los guardaba. Los devolvía cuando concluía el encuentro.

Los protocolos

Durante los dos períodos de mandatos de Vázquez, los integrantes de los equipos de custodios fueron variando. En algunos casos hubo despidos. ¿La razón? No cumplieron con una de los pilares de la función: la parquedad. Habían hablado de más.

Cuando se viajaba al exterior, Vázquez era cuidado por dos integrantes del equipo de seguridad. Una de las cuestiones aprendidas era que en los aeropuertos los presidentes deben circular casi corriendo y sus custodios junto al mandatario. Eso se cumplía; era el protocolo técnico ante esa circunstancia.

El protocolo -en todos los casos previstos- se cumplían a rajatabla.

Jóvenes dignos

Hace pocos días, en su página de Facebook, Nancy Rey escribió un texto frente a la “impotencia” que le provocaba todo lo ocurrido con el presidente Lacalle y su jefe de custodia. “¿Qué oscuras cavernas de desidia y falta de ética nos llevan a que nos revolquemos todos en el lodo de ser cómplices, con nuestro silencio, de las maniobras de un inepto e inescrupuloso? Y mi deformación laboral me lleva a comparar con lo que conocí. Aquellos jóvenes que fueron adaptándose a una disciplina férrea, cumpliendo sus tareas de seguridad, aprendiendo conductas, adiestrándose en la materia, cuidando detalles de educación y respeto. Hacían su trabajo y valoraban el nuestro, se complementaban, se apoyaban y se observaban mutuamente para, en lo posible, no caer en errores. Y esos hombres nunca dejaron de ser mis compañeros, mis amigos. Y aprendí a valorarlos y respetarlos. Y ellos a mí. Habrá quienes no entiendan de qué va esta parrafada. Pero hoy, entre tantas amarguras, necesito hacerle un homenaje a quienes conformaron la seguridad del presidente Tabaré Vázquez. Esos muchachos que maduraron en la labor, esos que lloraron ante la muerte de Mary, aquella señora que, en puntas de pie les alcanzaba un café con leche en las noches de frío. Los mismos jóvenes dignos que cuidaron a Tabaré hasta sus últimas horas […] Por ese orgullo que hoy más que siempre siento, los saludo”.

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