¿Cuándo empieza una campaña electoral? ¿Las campañas electorales son permanentes o la acción política es permanente?
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Los medios de comunicación en Uruguay son politicocéntricos: las portadas o el 90% de las noticias tienen que ver con algún recoveco de la política y por tanto a los ciudadanos les llega información política en forma diaria. Entonces, ¿los partidos políticos deben pasar por el costado de la realidad? ¿Los medios deben dejar de informar sobre el acontecer político o solamente informar de lo que estiman como “noticia política calificada”? ¿Qué reacción deben tener los partidos políticos frente a los ciudadanos a los que les llega en forma permanente información política?
La impresión que tengo es que política es todo, que política partidaria es casi todo, que el gobierno es casi todo y que los ciudadanos arman sus comentarios cotidianos con alguna información relacionada con la política.
Por tanto, el conjunto de preguntas que están en el inicio de esta columna se va respondiendo casi solo.
Defender la política
En una reciente columna en el semanario Búsqueda, Fernando Santullo -sociólogo, periodista e integrante de la banda Peyote Asesino- escribió lo siguiente bajo el título “Otro fracaso de la política”: “[…] solo logrando acuerdos y solucionando esos problemas concretos, los partidos logran justificar su existencia y la de la democracia representativa. Postergar las soluciones y convertir la vida política en una campaña electoral que enlaza con la siguiente es la mejor forma de allanar el camino a los populistas de todo signo”.
La interesante columna -que enumera una serie de problemas que tiene el país- contiene un elemento que comparto: en tanto no se encuentren soluciones, se fomenta el camino para la aparición de fuerzas políticas demagógicas y populistas de cualquier signo. Esta afirmación tiene directa relación con la crisis de la democracia representativa frente a las nuevas demandas de las sociedades. Esas democracias -con todos los matices que ustedes quieran- se enfrentan a reclamos que las estructuras de esas democracias no permiten dar respuestas adecuadas y rápidas. La insatisfacción es casi permanente. Frente a la ausencia de esas respuestas, crecen las demagogias, los populismos y los talantes autoritarios. Un ejemplo: frente a la emigración y el aumento de la violencia, aumentan las ofertas de mano dura, aumento de penas y más cárcel y represión. Esa es la oferta electoral que seduce, que parte desde sectores populistas de derecha. Los “partidos del sistema” -derechas e izquierdas democráticas- parecen no encontrar los mejores caminos para satisfacer esas demandas de mayor empleo, calidad del mismo, seguridad, cambio climático, calidad de vida, etc.
¿Las campañas políticas son un freno?
Pero la columna se desliza hacia territorios complicados y detecto dos por lo menos. Punto uno: deja caer arriba de la mesa un gato complicado. Se trata de algo que sobrevuela y resulta peligroso: que la política no sirve para mucho. Se puede compartir que podría existir en ciertos sectores de la ciudadanía un cierto hartazgo sobre la política que, reitero, es fogoneada todos los días por los medios de comunicación y las redes. Pero, sin política, ¿qué? Se puede responder: no, no, yo quiero mejor política, pero esa mejor política no se construye diciendo que la política y los políticos son una mierda. Porque incurrir en esa retórica abre precisamente el camino a las propuestas autoritarias y totalitarias que todo lo solucionan con prohibiciones, un decreto o disolución de cámaras. Veamos esto que resulta paradojal. Cayetana Álvarez de Toledo es una política española nacida en Argentina. Pertenece al derechista partido Popular. Ha escrito un libro que hace poco presentó en Argentina. Se trata de Políticamente indeseable. Contiene una serie de análisis y afirmaciones en donde explica que su partido la ha desplazado por ser políticamente incorrecta. En declaraciones en Argentina ha defendido la política, la acción política, precisamente para obstaculizar el avance de los populismos de derecha y de izquierda. Cuando se le preguntó si ubicaba a Vox (partido de extrema derecha en España) y a Javier Milei (libertario argentino), en la zona del populismo, Cayetana dijo que sí. “No se combate al otro castigando a la política”, dijo. Y sostuvo: “La frustración es el gran aliado de los populismos de derecha o de izquierda”. Por tanto, militar en contra de la política alfombra el autoritarismo y las dictaduras. Hay abundantes antecedentes sobre el tema.
¿Cuándo empieza la campaña electoral?
El punto dos que me provoca de esta columna de Santullo tiene que ver con algo que subyace en ella, en las afirmaciones del autor. Como que la acción de “enlace” entre una campaña política y la siguiente provoca frenos a los avances de las sociedades. Se trata de una extraña afirmación porque proviene de un sociólogo. En primer lugar se debe reconocer que la acción política y la acción política partidaria son permanentes y que en forma periódica, como una anécdota nada menor dentro de ese accionar, aparece algo que se llama elección. Pero no hay un recreo o una pausa en la acción política y ahí, en ese interregno, parece plantear Santullo, se puede hacer algo por el país. Los avances que se han registrado en Uruguay, por lo menos desde principios del siglo XX hasta ahora, pasando por los 15 años de gobiernos de izquierda, se han logrado en medio de discusiones políticas, duelos a sablazos o balas y campañas electorales. ¿O quizás el grupo de reformas que impulsó Batlle y Ordóñez fue logrado en un impasse de las disputas políticas partidarias y las elecciones? Más acá en el tiempo: las reformas impulsadas por el Frente Amplio -reconocidas como avances como la reforma impositiva, el Plan Ceibal, el Sistema de Salud o las políticas de igualdad y diversidad- ¿fueron logradas sin debate político, con todo el mundo callado? No. Los avances fueron logrados en clave democrática y esto no es ni más ni menos que la política, por más fatiga que esto pueda generar. Agrego: populismo y demagogia hubo siempre. Basta ver algunos debates políticos de principios del siglo XX, mediados del siglo y en los años 60 para ver los planteos más berretas y demagógicos que se pudieren escuchar (las canillas con leche en cada esquina, ¿qué era?). También es cierto que el populismo se ha refinado y ya no es cuestión de chantas (aunque hay veces que asoma alguno), sino de personas inteligentes. Y eso es peligroso.
(Agrego: chicos, la política no es todo en la vida. Están el vino, las artes, el ocio, las relaciones sexuales, la nada).