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Columnas de opinión |

seguridad y crimen

Martinelli y el crimen: reprimir y/o atacar causas

El ministro del Interior afirmó que debemos combatir el crimen no solo castigando, sino también resolviendo sus causas.

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Siempre es interesante e ilustrativo leer entrevistas a un ministro del Interior (en este caso Martinelli) no excesivamente focalizadas en algún hecho sensacional actual. Porque, sin esas urgencias ni revólveres en la sien, se puede vislumbrar mejor que lo normal qué ideas sobre la criminalidad guían su pensamiento y de qué modo usa políticamente su cargo, con qué retórica política, y con qué legitimación teórica sostiene sus decisiones.

Va habiendo, desde ya, algunas diferencias entre los ministros del Interior del siglo XXI y sus antiguos colegas. En primer lugar, los ministros están crecientemente asesorados por criminólogos, sociólogos, politólogos y antropólogos; todo lo cual mejora su retórica comunicacional y los conceptos que usan para describir sus tareas, objetivos y valores. En segundo lugar, disponen de datos estadísticos más confiables, y de una base más homogénea de registros desde los cuales comparar en el espacio y en el tiempo los fenómenos de su cartera; la homogeneización de los registros y su procesamiento digital han sido parte de un proceso que conozco bien desde dentro y que tuvo varios hitos desde el Programa de Seguridad Ciudadana en adelante.

En lo que sigue nos detendremos en algunos puntos que creemos de particular interés, dentro de una entrevista que apareció el domingo 4/2/2024.

Uno. El dilema reprimir-atacar causas y la gestión ministerial

Es un muy extenso ítem, y quizás algo árido de tratar exhaustivamente.

Me he caracterizado por subrayar que al Uruguay le ha faltado, históricamente, una idea de las políticas criminales que aspire a más que a una práctica judicial-policial administrativa políticamente orientada por un Ministerio de Interior concebido constitucionalmente a la francesa napoleónica: instrumento de un estatismo centrípeto, ministerio del orden interno, represor de actualidades, efectos y consecuencias del crimen, pero nunca combatiente de las causas de esos desórdenes que encara.

Esa fuerza pública, ministerio y Poder Judicial, represor de flagrantes, vigilante y castigador, puede ser asimilada al trabajo que cumplen los baldeadores de excesos acuosos en inundaciones y derrames: deben hacerse pero será tarea de nunca acabar si no se cierran las canillas que, de seguir abiertas, seguirán dando trabajo eterno a los baldeadores sin terminar jamás con los excesos acuosos.

Es necesario reprimir para imponer un orden consensuado roto o en riesgo; pero sin atacar las causas que llevan a concebir, planear, decidir y ejecutar acciones que menoscabarán el orden público interno, nunca minimizaremos ni mucho menos reduciremos la criminalidad. La gente, mal aconsejada, pide más represión cuando y donde se precisa justamente más prevención; entonces, claro, no mejora nada; y entonces vuelve a pedir más represión; imposible; y así vamos.

Por eso celebro que los ministros del Interior estén diciendo, cada vez más, que se precisa baldear-reprimir, pero también cerrar canillas-atacar causas. Para que no se pidan más imposibles y no se le pida al trío Policía-Interior-Judicial, que no opera sobre las causas de la delincuencia, que terminen con ella solo vigilando, reprimiendo y castigando; sin intentar siquiera, hasta porque no podrían, cerrar canillas-prevenir causalmente.

Ahora, sepamos también que ese trío de vigilancia disuasiva-represión-castigo no está estructurado ni tiene los medios necesarios para prevenir y atacar causas. Si aceptamos que ese trío no puede cerrar canillas ni atacar causas (a lo más pueden hacer prevenciones primaria y secundaria) entonces tenemos que reconocer que aquellos sujetos e instituciones que nos creíamos (no yo) que eran los que minimizarían y reducirían el crimen, no pueden en realidad más que baldear las manifestaciones delictivas, sin intentar siquiera cerrar canillas aunque les pareciera necesario hacerlo; no tanto porque no sepan que hay que hacerlo, sino porque están constitucionalmente diseñadas, preparadas, equipadas del modo como lo estaban los viejos ministerios del orden público francés, del centralismo napoleónico, cuyas tareas y funciones se arrastran en un mundo que no es más aquel en el que nacieron.

El trío Policía-Interior-Judicial no puede baldear un agua que viene en creciente cantidad desde más y más potentes canillas. Bien lo dice el ministro Martinelli en una breve y jugosa frase: “Es un tema de expectativas no colmadas” (canillas). El ministro, siguiendo con esta ajustada actualización de la criminalidad y su tratamiento, dice que “el concepto de seguridad pública es mucho más amplio que el Ministerio del Interior: salud pública, desarrollo social, buena educación, oportunidades laborales…”. Las canillas las abren o cierran otros, antes de que el agua llegue al territorio del trío represor; si llegan allí es porque las instituciones encargadas de no causar crimen han fracasado; y ese fracaso no reconoce como tal y se le adjudica al imperfecto baldeado del trío; gravísimo error.

Y ese es otro problema: parece que el trío fracasa; y en realidad es porque se le pide un imposible: detener el crimen sin eliminar sus causas. Tantas veces le he sugerido a la Policía que diga que ella no puede sola sin que la sociedad toda ayude con las causas; les arrojan todo el fardo como si pudieran con él, son baldeadores a quienes no les cierran las canillas; y la gente cree que todo está a cargo de los baldeadores, que no se animan, para no desprestigiarse, a decir que sin combate a las causas no podrán con el encargo, sienten como que reconocen una debilidad: otro grave error.

Siempre me ha hecho cierta gracia y me ha dado cierta rabia que cuando pasa algo sensacional con el delito, o cuando saltan cifras asustadoras, llaman a sala al Ministro del Interior, como si los hechos fueran puntuales y sin raíces, explosiones puras sin aviso, que los ministros apagan con un pase de magia. Los procesos de gestación criminal son en general largos y abarcan varios ministerios seguidos.

Probablemente hay pocos jerarcas gubernamentales más inocentes de algo estructural, no puntual, que ocurra durante su gestión, que un ministro del Interior; los anteriores probablemente fueran más responsables, o más bien todos los otros ministros anteriores que no contribuyeron a cerrar canillas. Podríamos exceptuar los asuntos en que hay negligencia, omisión o extremada incompetencia que pueda atribuirse a un malfuncionamiento de toda la cadena de mando y acción; pero del resto esos ministros son ejemplarmente inocentes relativos; esos llamados a sala son fuegos artificiales de funcionamiento y un show barato de partidarismos y honor a la bandera; pasto para periodistas buscando conflictos y enfrentamientos de rating.

Eso maleduca mucho a la gente, que normalmente cree que enfrentar el delito es baldear, vigilar, castigar, reprimir y ya. Punto. Pero para nada es así. La gente se cree que el crimen es asunto solo del trío represor, pero más que nada del ‘jefe’ del trío. Tan absurdo e irreal como creencia común, políticamente preñada de consecuencias.

Una terrible consecuencia de esa realidad que se impone, de que combatir el crimen excede las tareas napoleónicas del trío represor, es que se le agreguen tareas necesarias para ello, pero que no son adecuadas a las estructuras, capacidades, habilidades y experiencia de los funcionarios del trío, en especial de la Policía y del ministro del Interior. Por ejemplo, la custodia carcelaria y la rehabilitación, que no deberían estar a cargo de quienes no estudiaron para eso; como bien dice Martinelli, la rehabilitación debería estar a cargo de los organismos que fracasaron en la prevención, que abrieron las canillas que después otros tendrán que baldear, y llenos de reclamos de los equivocados de siempre, que creen que solo baldeando más bastará.

Dos. Algunas dudas en los dichos del ministro Martinelli

Pero, así como elogiamos cosas que dijo el ministro en esa entrevista, mencionaremos algunas otras que nos merecen dudas. Aquí van.

1) El ministro, preguntado, dice: “Según un trabajo académico reciente, el número real de homicidios vinculados a bandas es un poco más del 10 %. Lo que se está viendo es otro fenómeno, son homicidios vinculados a un aumento de la violencia en la sociedad”. Ok, puede ser, pero datos oficiales del Observatorio de la Violencia y la Criminalidad del Ministerio del Interior estima eso en un 50 %, bastante más del 10 % de ese estudio. Sugiero profundizar hasta dónde los datos se oponen o hasta dónde se refieren a universos distintos. Porque no es un detalle para la forma de encarar la violencia homicida civil esa distancia del 10 al 50.

2) La verdad, la realidad y la objetividad, si no se perdieron en la guerra, como se suele afirmar, se perderían en el juego político, y si no, crecientemente, en la prensa informativo-editorial, que avanza incontenible en pos de la medalla dorada al respecto.

De modo que choca un poco a un académico que no haya afirmación respecto de la actualidad y del pasado de las políticas públicas respecto de la violencia y de la criminalidad en que no se estile algún tacazo o codazo al pasar contra el Frente Amplio, atribuyéndole excesiva responsabilidad por procesos muy complejos y caricaturizando medidas anteriores. Es cierto que es un ministro blanco de la coalición gobernante, en una entrevista el día de mayor tiraje del periódico escrito principal, tanto de la coalición como del partido dominante en ella. Pero tampoco la pavada, como dicen por ahí.

Hay generalizaciones muy groseras, que ni sé si le conviene instalarlas. Por ejemplo, cuando dice que el FA atacó las causas, pero no reprimió, y por eso obtuvo “un crecimiento exponencial del delito”. Por un lado, si reivindica el combate a las causas estaría elogiando al FA. Y si ellas no dan resultado sin represión, entonces, lo fundamental es la represión; ¿para qué llenarse la boca con el ataque a las causas si quienes las trabajaron sólo cosecharon un crecimiento exponencial del delito, al descuidar una mayor represión? ¿Cuál es el equilibrio adecuado?

Porque, si me apuran, quizás la falla mayor del FA fue justamente reprimir más que lo que la tradición criminológica de la izquierda hacía esperar; y no atacar las causas en el volumen ideológicamente esperable tampoco. El FA ‘derechizó’ notoriamente su performance corrido con el poncho por los grititos histéricos de la derecha legislativa y de la popular.

No nos queda espacio para sustentar esto con cifras oficiales del Observatorio del MI, pero creo que un merecido análisis a esas cifras oficiales queda en el debe de esta columna, a saldarse probablemente en la próxima, porque el paño da, y mucho, lector.

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