¿Cómo cobran fuerza las pulsiones autoritarias en el seno de una sociedad? Una aproximación a una respuesta: cuando la desazón, la incertidumbre, la angustia y la inseguridad se apoderan de las conversaciones y del aroma dominante de una sociedad.
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En esos escenarios, la búsqueda de certezas y seguridad se vuelven la prioridad principal de las personas, las familias y las comunidades. Y los únicos que la pueden dar –según construcciones sociales aceptadas– son quienes detentan la fuerza. Es por ello que en las mediciones de Latinobarómetro, las instituciones mejor valoradas en América Latina son las FFAA y la Policía. También aparece la Iglesia, y eso claramente tiene que ver con lo mismo: la necesidad de creer y tener fe en algo para afrontar las angustias. Son esas instituciones o un líder carismático autoritario y con vinculaciones con las “fuerzas del cielo”.
El experimento Milei
Instalado el 10 de diciembre pasado, el Gobierno de Milei desarrolla una abrumadora batería de iniciativas: anuncios de su ministro de Economía (10 medidas de emergencia con fuerte devaluación), decretos de necesidad y urgencia (DNU, desregulaciones de diverso tenor, con modificación o derogación de 366 leyes) y proyectos de ley enviados en un solo paquete bajo el nombre de “Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los argentinos” (Milei pide plenos poderes por cuatro años, eliminando el proceso parlamentario).
Lo interesante de este experimento de Milei es que desarrolla un conjunto de controvertidas medidas estimando que mientras le dure existe un consenso social para todo lo que haga. Supone ese consenso desde el 60% que le dio el ballotage. Dice para sus adentros: estoy legitimado. Construyó un vigoroso pretexto debajo del cual se replican en cadena una serie de iniciativas que se parecen a un plan de negocios. El centro es la reactivación económica y generación de empleo. (Hay evidencias de que importantes estudios contables y jurídicos vinculados a 10 consorcios empresariales, diseñaron toda la arquitectura legal que se quiere imponer). En paralelo a esta “eficacia”, el modelo exhibe otra gestualidad que atiende otras demandas fuertes en la sociedad argentina: el orden. Con una espectacularización de la acción policial (acciones en Rosario transmitidas online más el protocolo antipiquetes), Milei responde a las demandas de mano dura.
El presidente místico –que habla con su perro muerto– parece llevarse puesta la Constitución argentina. La Libertad Avanza, avanza sin límites (al parecer). No le importan las formas, sobre todo cuando parece estar cercado por una “casta” angurrienta que ve en esta oportunidad multiplicar la tasa de ganancia hasta límites inimaginables. Al libertario le importa la eficiencia institucional y pasar a la historia. Y si tiene que ponerse la Constitución de poncho, lo va a hacer. ¿Y la democracia? Al parecer es solo un pretexto para alcanzar el poder. En una entrevista concedida a TN, el 31 de octubre de 2023, fue consultado acerca de si creía en la democracia y se registró el siguiente diálogo:
—¿Usted cree en la democracia? —consultó la periodista.
—Digamos, yo creo que la democracia tiene muchísimos errores —contestó Milei, en lo que era el inicio de las vueltas de su discurso para no responder la pregunta.
—Pero, ¿usted cree en el sistema democrático? —repreguntó.
—¿No conocés el teorema de imposibilidad de Arrow? —advirtió Milei, sin contestar.
—Yo le hago la pregunta de nuevo porque la que pregunta acá soy yo. ¿Usted cree en el sistema democrático? —reiteraba, por tercera vez, la periodista.
—¿Y yo no puedo contestar con una pregunta? —siguió Milei sin responder.
—No. Lo que le pregunto puede ser importante. Ahora me lo cuenta el teorema, no lo conozco, pero lo que le digo es importante la pregunta y requiere una respuesta contundente que es ¿cree o no en el sistema democrático? —reiteraba la comunicadora.
—Es fácil la pregunta ¿cree o no cree?
—Si vos conocieras el teorema de imposibilidad de Arrow, digamos, o sea, tendrías algunas consideraciones —dijo Milei, finalmente.
Le habían preguntado cuatro veces sobre su postura frente a la democracia. Y en las cuatro, el libertario evitó definirse.
El teorema de Arrow dice que si el cuerpo que toma las decisiones tiene al menos dos integrantes y al menos tres opciones entre las que debe decidir, entonces es imposible diseñar una regla de elección social que satisfaga simultáneamente todas estas condiciones. Milei quiere decir que no hay sistema que satisfaga a todos. O sea: la democracia no es un modelo que le sirva a todos y menos al que toma las decisiones.
Otro componente importante de este experimento en Argentina: Milei tiene a Von Hayek como su mentor, líder de la escuela austríaca. En 1978, Von Hayek estuvo con Augusto Pinochet, observando la experiencia de un modelo neoliberal con componente represivo. Aunque Hayek nunca fue explícito en su apoyo a Pinochet, de manera sutil lo hizo en algún escrito. Por ejemplo, habló de la necesidad de la “democracia limitada” para llevar adelante los cambios.
Milei parece seducido por el eficientismo en el Poder Ejecutivo, una suerte de “democracia autoritaria”, en donde se mantienen las formas –los tres poderes y la representación política– pero el respeto de las normas constitucionales y legales pasan a un segundo plano. En la ley ómnibus pidió plenos poderes por 4 años. Si observamos los datos de Latinobarómetro hay un descaecimiento de la democracia en América Latina y un 40 % dice no importarle el régimen con tal que brinden soluciones. Ese clima parece legitimar a Milei.
En verdad se trata de una revolución liberal ortodoxa o neoliberal. Una revolución porque va Milei –a toda velocidad– crea una nueva institucionalidad que, en los hechos, sostendrá jurídicamente el nuevo modelo.
El mundo mira a Milei. El experimento tiene como novedoso la radicalidad y la velocidad. Sin embargo –aunque sin la caracterización de “democracia autoritaria”– hay antecedentes variados en la región y el mundo de este tipo de modelos.
En el trabajo Elecciones sin democracia: el surgimiento del autoritarismo competitivo, Steven Levitsky y Lucan A. Way dicen: “En los regímenes autoritarios competitivos las instituciones democráticas formales son ampliamente vistas como medios principales para obtener y ejercer la autoridad política. Los funcionarios violan estas reglas con mucha frecuencia, hasta el punto de que el régimen no logra tener los estándares mínimos convencionales para la democracia”.
De esa manera aparece la denominación de “autoritarismo competitivo”. Lo interesante es que no integra la palabra democracia a su caracterización, aunque en su explicación el régimen así caracterizado incluye “instituciones democráticas formales”.
Lo que llamó “democracia autoritaria” aparece en la región en Jorge Pacheco Areco, Juan María Bordaberry y Alberto Fujimori, aunque en las tres referencias los modelos se desarrollan en contextos represivos. El trabajo de Levitsky y Lucan A. Way citan experiencias básicamente de Europa del Este, aunque también hay países africanos.
Lo interesante de ese trabajo es que las experiencias europeas se registran en la zona del Este, a pocos años de haber desaparecido la URSS y los países socialistas de Europa del Este. Asumen los autores que, aunque cada uno de estos casos puede ser catalogado como “híbrido”, “semi democrático” o “parcialmente libre”, “estos términos ocultan diferencias cruciales que pueden tener implicaciones causales importantes”.
La Argentina de Milei –un modelo en construcción– muestra características interesantes desde las causas y las explicaciones del fenómeno.
El escenario: fatiga social, alta inflación, estancamiento, déficit fiscal pronunciado, permanentes denuncias de corrupción, la mitad de la población en la pobreza, 10 % en la indigencia, un Estado expandido hasta zonas inimaginables, buena parte de los dirigentes sindicales enriquecidos, millones de personas en trabajo informal y cuestionamientos al funcionamiento de los tres poderes y baja autoestima nacional fue (y es) un cóctel explosivo.
La Alemania nazi tenía muchos de estos ingredientes que terminaron de legitimar el avance del nazismo. Con la crisis del 29 Alemania no pudo pagar la deuda originada por la Primera Guerra Mundial (¿cómo pagar la deuda argentina con el FMI?). Millones de alemanes perdieron sus empleos, crisis política, asume Hitler y comienza el tránsito de la democracia a la dictadura. Hay otros parentescos con Hitler. El líder nazi expresaba rasgos mesiánicos que quedaron señalados en su libro “Mi lucha”. Allí habló de la “providencia” y de su “misión en el mundo”. Más tarde expresó: “El Führer es el heraldo de la nueva revelación”.
Adam Przeworski escribió hace pocos años sobre la crisis de la democracia liberal y los peligros existentes. En ese trabajo cita a Hitler: “Les voy a revelar qué me permitió ascender al cargo que ocupo. Nuestros problemas parecían complicados. El pueblo no sabía qué hacer al respecto. En esas circunstancias, la gente prefirió dejarlos en manos de políticos profesionales. Yo, por otra parte, he simplificado los problemas reduciéndolos a la fórmula más simple. Las masas lo reconocieron y me siguieron”.
Más cerca de Rosas que de Alberdi
El presidente argentino hurga en la historia argentina para tener ese barniz de continuador de algo ya conocido, recostado en la memoria profunda del país. Quiere ser un estadista.
Y así intenta encontrar respaldo en Juan Bautista Alberdi, redactor de la primera constitución liberal argentina en el año 1853.
Sin embargo, en sus escritos, Alberdi parece haber identificado el oportunismo de los liberales. Obsérvese este texto que surge del Tomo X de sus Escritos Póstumos: “Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen. Ser libre, para ellos, no consiste en gobernarse a sí mismos, sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí toda su libertad. A fuerza de tomar y amar al gobierno, como libertad, no quieren dividirlo, y en toda participación de él dada a los otros ven un adulterio. La libertad de los otros, dicen ellos, es el despotismo; el gobierno en nuestro poder es la verdadera libertad”. (Esto parece un texto escrito por estos días por algún intelectual opositor a Milei, a sus socios de La Libertad Avanza y el macrismo).
El otro ángulo histórico –en donde Milei se puede sentir más cómodo, aunque no lo reconozca– es el que brinda Juan Manuel de Rosas. Este buen señor –padre de la conquista de las pampas, responsable de las masacres de los indios y del desarrollo de la oligarquía terrateniente– fue convocado a gobernar Buenos Aires. Rosas fue primero gobernador de Buenos Aires y luego –entre los años 1835 y 1852– fue caudillo de la Confederación Argentina. Adviértase que la Constitución de Alberdi fue inmediata al retiro de Rosas del poder.
Frente a los enfrentamientos del momento, le otorgaron a Rosas “plenos poderes” para gobernar. (¿Milei?). Para mejor, cuando los asume, dice que es un mandato de la “divina providencia”, casi como un designio de las “fuerzas del cielo” (¿Milei?).
Conclusión: para entender los presentes hay que entender los pasados, con camisas pardas o “mileismo de masas”.