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Columnas de opinión | Níger |

Neocolonización

¿Qué pasa en Níger y en África?

¿Por qué sabemos tan poco de África? ¿Por qué tantos ni sabían que Níger era un país diferente de Nigeria?

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Mucho menos entonces entendíamos qué los podía enfrentar cuando, asombrados, leíamos que Nigeria amenazaba con atacar a Níger por determinadas razones. Es una especie de reflejo tardío de nuestro racismo profundo, de nuestra discriminación por las ‘cosas de negros’, de esclavos, de gente –con o sin culpa– inferior. ¿Qué tanto podría importarnos lo que pasa entre muertos de hambre que se matan entre ellos tribalmente, y que sólo aportan algunos buenos deportistas, en especial atletas fondistas porque no tienen plata para tener vehículos?

¿Qué pasa en Níger? Que en ese país, de los 5 en peor condición del mundo, un golpe de Estado incruento -no como los crueles y cruentos que dan la OTAN y los USA, como en Libia- se enfrenta a Francia y a los neocolonizadores de África, y se planta fuerte en busca de la segunda descolonización de Níger y de África. Porque la primera independencia, la meramente jurídico-administrativa, la que los latinoamericanos recorrimos en el siglo XIX, empezó allí recién en el siglo XX, después de 1945 y hasta casi fines de ese siglo (Níger en 1961).

Pero esta primera independencia formal, pese a no ser nada despreciable porque habilita a otras posteriores más sustantivas, dejó establecidos privilegios de explotación extractiva, de recepción de materias primas industriales, de comercialización y de encuadre financiero, monetario y bancario a favor de las antiguas metrópolis coloniales, que ya no lo eran formalmente, pero que productiva y militarmente devinieron y seguían siendo neometrópolis de neocolonias. Neometrópolis que, pese a no explotar ya cruentamente como en la colonia, seguían impidiendo, con sus asimétricos privilegios y vigilancia militar, la autonomía real y el desarrollo que los recursos naturales que esas neocolonias poseían para proveer de un mucho mejor bienestar a sus poblaciones. Esta segunda independencia real, sin esclavismo ya pero aun con inmensa explotación, configura un segundo proceso de descolonización de los ahora países –aunque ahora también neocolonias–, que, antes que en Níger, ya se había producido en Mali y en Burkina Faso, y despunta en Sudáfrica y en otras cuasi-independientes neocolonias más.

Factores contribuyentes a su estado de ‘noticia’

  • La erosión y decadencia de la unipolaridad de USA y sus neocolonizadores aliados.

La búsqueda de la segunda descolonización de las neocolonias aparece con la erosión y decadencia de la unipolaridad de USA y sus neocolonizadoras neometrópolis aliadas.

¿Por qué muchos africanos vislumbran entonces la oportunidad de intentar su segunda descolonización sustantiva, la económico-político-cultural, luego de y profundizando la primera independencia formal jurídico-administrativa?

Porque pueden beneficiarse de los nuevos y crecientes actores globales que compiten con la unipolaridad norteamericana posguerra fría, a saber: a) la impresionante capacidad china para invertir en la infraestructura de países que la necesitan: carreteras, puertos, puentes y un intercambio comercial más beneficioso para los países africanos que el basado en la asimetría neocolonia versus neometrópolis; b) la vanguardia rusa en la construcción de una multipolaridad alternativa y sucesora de la unipolaridad posguerra fría, desde un neonacionalismo ampliado a una Eurasia potenciada y poderosa junto a aliados eurasiáticos, eslavos, ortodoxos o no, vanguardismo demostrado con su orgullosa reacción a décadas de provocación de Occidente, la más reciente de una Ucrania títere; c) la aparición de otras alianzas posibles, también pro-multipolaridad, tales como el BRICS, ya inicialmente conformado por Sudáfrica pero que tendría múltiples nuevos adherentes en breve.

Ya no es necesario, entonces, seguir el único camino de ser los mendigos neocoloniales explotados de las neometrópolis. Ni se mendiga más ni se permite más la neoexplotación; tenemos con qué tratarnos igualitariamente porque ellos precisan mucho de nosotros, y no sólo nosotros de ellos; sentémonos y veamos cómo contemplamos necesidades y deseos mutuos lo más consensuadamente posible, sin asimetrías formalizadas ni ejércitos amenazantes agazapados. Hay naciones que invierten con más beneficios (China) para los receptores; hay naciones que ya apoyaron procesos independentistas cuando la Guerra Fría (URSS, Cuba) y que siguen acompañándolos, directamente o a través de mercenarios militares (Wagner); es posible entrar en macroalianzas junto a quienes cuestionan la unipolaridad occidentalizante y les dan más espacio vital a los africanos (BRICS y otros).

  • La ambigua presencia del Islam, desde pacíficas mezquitas a yihad varias.

Como resultado actual, aunque posiblemente transitorio, de la colonización y de la neocolonización en África, gruesamente: en el norte continental, religiosa y culturalmente hay una casi dominancia islámica y árabe; en el sur sucede lo mismo con predominancia cristiana; en el centro, verticalmente, en cambio, hay una fuerte disputa entre ambos monoteísmos, disputa en que el Islam está muy representado por yihadistas de Al Qaeda y del Ejército Islámico, con importante presencia en la gran Nigeria (no Níger) del temible Boko Haram. En todos los casos, esas religiones universales coexisten, sincréticamente o no, con deidades, cultos y rituales animistas y de religiones locales ancestrales.

Ni qué hablar que, de alguna manera quizás entendible, el Islam coexiste mejor con las nuevas influencias rusas (religiosamente ortodoxos) y chinas, que con la variante más común entre los imperialismos neocoloniales, el cristianismo occidental. La tentativa de influencia política más resistida por el neocolonialismo es la islámica que, en el centro geográfico africano –donde está Níger– es el yihadismo islámico, lo cual sin duda suma leña al fuego geopolítico regional.

Los cristianos occidentales coloniales y neocoloniales, cultural y religiosamente autores de la primera marca extranjera en el panorama africano, resienten particularmente esta doble novedad más moderna introducida por el Islam, China y Rusia, que hoy lideran, con las consecuencias políticas que esas particularidades religioso-culturales suman a los abundantes hechos económico-financieros más fáciles de calibrar.

Todo este complicadísimo panorama actual está conformado por la primera variedad de las realidades de los diversos territorios, luego constituidos como naciones independientes, descolonizados pero redibujados geográficamente de modo diferente al original; habrá naciones integradas con parte de etnias y religiones que eran antes unidades dentro de otros dibujos geográficos que buscarán siempre alguna clase de reunificación y que rechazarán siempre, más o menos, la coexistencia internacional forzada por otros con otras realidades. El caos regional y mundial futuro que siguió a la repartija europea de África por 7 países europeos (Inglaterra, Francia, Italia, España, Alemania, Bélgica y Holanda) en el Congreso de Berlín de fines del siglo XIX sólo puede compararse a la alegre división del mundo entre españoles y portugueses que Papas con viento en la camiseta desataron en pleno Renacimiento. Y después dicen que son los africanos los que son salvajes y caóticos; los esclavizan, invaden, evangelizan, militarizan, explotan y mezclan, étnica y culturalmente, en territorios arbitrariamente constituidos como solución a los diferendos intraeuropeos de la época, aunque esas ‘soluciones’, como las papales, generen matanzas y colusiones varias sin fin aparente, entre los así redistribuidos, y con otros. Cada vez da más vergüenza reconocerse como occidental y orgullosamente laico, autoestima históricamente dudosa desde el siglo XVI hasta fines del siglo XX en el caso uruguayo; y aún falta saber cómo harán los USA para sumarse a este cruento caos, al que contribuirán con su inimitable facultad, destino manifiesto sin duda, para la destrucción y complicación a largo plazo de todo lo que tocan (en parte para que sus industriales bélicos lucren con el sufrimiento y muerte ajenos).

  • Algo específico de Níger en este contexto.

En este cambalache, muy simplificado en esta columna para lo que realmente es, África emprende su segunda descolonización, desimperialización y renacionalización étnica, emprendiendo para ello diversas iniciativas económicas, políticas y culturales, y considerando diversos modos de hacerlo. Déjenme mencionarles solo un pequeño detalle dentro del cruento caos de Níger: buena parte de los yacimientos minerales más valiosos están en territorio tuareg, tribus nómades agresivas y acostumbradas al desierto, que reclaman independencia para poder adueñarse más plenamente de esos yacimientos, nada fáciles de contener en el norte del país, territorio también usado por yihadistas islámicos.

Lo de Níger, más conocido que otros casos anteriores por la crecida globalización mediática y comunicacional, siempre sedienta de sangre, sigue la línea de lo iniciado por Burkina Faso y luego Mali, aunque parece que Sudáfrica y otros también piensan seguir ese trillo. Sin embargo, muchos otros países africanos aún prefieren la relativa comodidad del estatus de neocolonia, sobre todo por los privilegios que las élites imperializadas reciben de las neometrópolis; algunos de estos son los que han amagado con intervenir contra la revolución en Níger y secundarán a los USA y Europa en las intervenciones eventuales que puedan amagarse o hacerse a futuro.

Si los lectores acceden a las cifras de la explotación multiforme que los países africanos sufren hoy a manos de sus tan civilizados explotadores y neocolonizadores bélicamente imperiales, no podrán menos que admirar y apoyar lo que hoy está intentando Níger. Y no se dejen engrupir con eso de que los revolucionarios han violado la ley, la democracia y los derechos humanos al sacar al presidente electo. Porque esas democracias son todavía más truchas que las del resto del mundo; son digitadas, fraguadas, y se mantienen mientras las papas no quemen; nadie ha sostenido más totalitarismos y derribado más democracias que USA, mientras mienten lo contrario, derechos humanos y legalidad; y hace ya dos siglos que lo hacen, aunque ya no lo pueden disimular tanto.

La colonización imperial, la explotación y la ruina que el Occidente ha logrado en África es monstruosa, casi inconcebible en números; y no solo es producto perdonable de diferentes sensibilidades epocales; lo que están defendiendo y reclamando hoy es impresentable, aun dejando fuera de consideración lo hecho durante el Renacimiento. Es insostenible el régimen de explotación imperial y neocolonial que detentan y pretender reafirmar. Da vergüenza. Y todavía se quejan de que los africanos emigran a sus países y que los desbordan; los hambrearon, arruinaron y les hicieron creer que las metrópolis eran variantes del Paraíso. Y dicen que entran para islamizarlos. ¡Por favor!

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