El 20 de agosto será la primera vuelta de las elecciones presidenciales adelantadas en Ecuador. El país se encuentra sumergido en una ola de violencia en las calles, las cárceles, con asesinatos de políticos, que podría influir en una contienda atípica.
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El asesinato del alcalde de Manta a plena luz del día conmocionó a Ecuador. Agustín Intrigado tenía 38 años. Había sido reelecto en febrero con más del 60% de los votos y mantenía un alto nivel de respaldo, como lo mostraron las imágenes del masivo entierro por las calles de la ciudad situada sobre la costa del Pacífico. Fueron seis disparos en el pecho, un sicariato; otro más en el país que se encuentro sumergido en una ola de violencia.
Al impacto por su muerte se superpuso el de la noticia de una nueva masacre carcelaria, esta vez en la Penitenciaría de Guayaquil, también sobre el Pacífico convertido en epicentro de la violencia. 31 personas fallecieron descuartizadas y quemadas, 14 resultaron heridas; 13 otras cárceles se declararon en huelga de hambre y 100 guías penitenciarios fueron secuestrados. Un escenario dantesco como el que se hizo habitual en los últimos tres años, con masacres crónicas en cárceles con cifras de más de 90 muertos en un solo hecho.
La violencia que azota a Ecuador ocurre cuando el país debe decidir a quién votar, el próximo 20 de agosto, para sentarse en la Asamblea Nacional, y suceder en la presidencia a Guillermo Lasso hasta 2025. Se trata de una elección atípica, que nació del adelantamiento electoral producto del decreto de “muerte cruzada” firmado por el mandatario cuando se encontraba a puertas de la sentencia por su juicio político en marcha: no esperó el resultado, disolvió el Poder Legislativo, adelantó las urnas y, desde entonces, intenta tomar medidas por decreto.
Son varios quienes aspiran a llegar a la Presidencia en ese escenario: la fuerza de la Revolución Ciudadana (RC), encabezada por Luisa González y Andrés Arauz; el exvicepresidente de Lenin Moreno, Otto Sonnenholzner; el derechista Fernando Villavicencio; o Yaku Pérez, tercero en las pasadas elecciones presidenciales. La pregunta es, por estas horas, si existirá una victoria en primera vuelta o el país se encaminará a un balotaje en el mes de octubre, prolongando el desgobierno palpable en las muertes como campanadas.
Una elección atípica
“Estamos en elecciones por haber llegado a un momento límite de esta crisis orgánica que vive Ecuador. Recordemos que la invocación a la muerte cruzada sucede en la medida en que el presidente estaba frente a un juicio político. Entonces, habiéndose profundizado esa crisis, llegamos a unas elecciones en las que el estado de ánimo de la población toca límites, tienes 97% creyendo que el país va por el camino equivocado, tienes muy alto pesimismo respecto a la situación económica, de seguridad y política para el mediano plazo”, explica Paulina Recalde, directora de la encuestadora Perfiles de Opinión.
“En la medida en que el presidente ya siente que está de salida, el abandono en términos de gestión se hace mucho más evidente y, por lo tanto, las necesidades y preocupaciones de la población se van agudizando y generan una presión extra para las candidaturas ahora participando, y para el próximo gobierno”, afirma.
Se trata de una elección que ocurre a sólo dos años y dos meses de haber iniciado el mandato de Lasso. Un período en el que el presidente que le ganó a la RC en 2021 nunca hizo pie: su popularidad descendió vertiginosamente, las soluciones a los problemas no llegaron y, en el medio, ocurrió un levantamiento indígena, el segundo desde 2019. La convocatoria a las urnas fue un nuevo giro dentro de la tormenta y, al principio, los aspirantes a la presidencia estuvieron “casi como mirando a la muerte cruzada como un triunfo y no lograban sintonizar con este momento de crisis”.
“Este carácter atípico de la elección se refleja en la campaña, en la medida en que a las candidaturas les ha costado mucho adaptarse, leer, incorporar esta crisis en sus discursos; solamente en la última semana a partir de la crisis más profunda de seguridad es que han empezado de algún modo a incorporar gestos, incluso el tono adecuado para la crisis” señala la directora de la encuestadora.
El impacto de la violencia
“Los problemas de inseguridad se manifiestan cotidianamente; el ecuatoriano hace un par de años ya que no vive su cotidianeidad, su vida, sus actividades de modo normal; es mucho más crítico en provincias como Esmeraldas y como Guayas, y más recientemente en Manabí. En el caso de Esmeraldas significa que las actividades productivas y de educación tienen otros horarios y constantes restricciones; es un segundo confinamiento el que vive la población”, grafica Recalde.
El punto más álgido de esa violencia cotidiana ocurrió con los hechos de Manta, de la Penitenciaría de Guayaquil, y los que siguieron: líderes de bandas criminales enviando mensajes filmados desde las cárceles. Fue “una serie de declaraciones de varios líderes de bandas diciendo que firmarían un acuerdo de paz, y los puso a ellos (…), los líderes de las bandas, como voceros en medio de esta situación, como si ellos solos fueran los que están en condición de decir que va a parar la violencia, al menos por el momento que dure este acuerdo de paz que han anunciado”.
Lasso, ante el pico de crisis, volvió a decretar el estado de excepción en las provincias más afectadas, desplegó militares y policías, y debió aclarar que no negociaba con delincuentes, en vista de los rumores instalados de acuerdos secretos entre funcionarios del gobierno y líderes de las bandas. El resultado de sus medidas: la continuidad de la ola de violencia.
“No han parado las actividades violentas, se hace evidente la toma de distintos territorios, la afectación de distintas actividades de la vida, en este cada vez más visible control de parte de las bandas. Y la campaña presidencial lo que ha hecho en algunos casos es suspender actividades por esos días y dar un giro en el discurso, e incluso en el tono, porque varios de ellos han buscado centrarse mucho más en los temas de seguridad”, explica la consultora.
Las encuestas
“Por ahora hay una guerra de encuestas, como suele suceder en cualquier elección presidencial, pero me parece que en general hay algunos elementos que son comunes. El primero tiene que ver con una decisión de voto de alrededor del 50% -en algunas mediciones del 60%- lo que significa que hay un 40% todavía de indecisos cuando estamos en un período ya corto para llegar al día de las elecciones”.
“El segundo elemento común es que todas las empresas ponen en primer lugar a la candidatura de Luisa González y en segundo lugar están apareciendo Otto Sonnenholzner y Yaku Pérez, aunque se habla de que ha perdido intención de voto en esta última semana; y el candidato Fernando Villavicencio con una posibilidad de crecimiento”, afirma Recalde. A esos elementos comunes debe agregarse uno más: “ninguna de las empresas en general se atreve a decir categóricamente que se resolverá en una sola vuelta”; es decir, el 20 de agosto.
Quien podría aspirar a una victoria en primera es la RC. Sus adversarios, en cambio, buscan un balotaje para intentar volver a plantear el repetido clivaje correísmo-anticorreísmo. “La campaña de la RC se ha afincado fundamentalmente en el voto orgánico, identitario. Todo el despliegue de recursos ha sido para reivindicar el ser correísta (…). Esto alimenta el voto orgánico, duro, y se suma al hecho de que González es promocionada como muy leal a la RC, y a que el expresidente Rafael Correa tiene cifras de más del 40% de credibilidad”.
La pregunta es si la fórmula de la RC “es capaz de sumarle a este voto orgánico, que por ahora se hace ya evidente en las mediciones de intención de voto; es decir, si habiendo crecido en conocimiento como ha crecido efectivamente, esto se traduce en un mejor posicionamiento, en una imagen más a profundidad que signifique generar intención de voto hacia aquellos que no son los orgánicos, a ese voto más blando que ahora mismo no vemos todavía que se haga evidente en las cifras de intención de voto”, concluye Recalde. Quedan menos de tres semanas para saber qué sucederá en un país donde contar muertos se volvió una trágica costumbre.