Los bombardeos de Israel sobre Gaza se intensifican luego del ataque de Hamás. El gobierno de Tel Aviv cuenta con el respaldo de Washington para lo que podría ser una ofensiva terrestre sobre Gaza y una regionalización de la guerra.
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Las pantallas de televisión y redes sociales están saturadas de imágenes del horror: civiles asesinados, bombardeos masivos, cadáveres, demasiados cadáveres. Primero del lado israelí, luego del ataque de Hamás el sábado siete de octubre contra militares, policías y civiles; luego del lado palestino, por la ofensiva israelí tanto contra Hamás como contra el conjunto de la población palestina.
Pasados los primeros días de guerra quedó claro que no habrá alto al fuego en un tiempo corto: Israel anunció una “ofensiva completa” sobre la Franja de Gaza y Estados Unidos ratificó que Tel Aviv tiene “el derecho y el deber de defenderse”. Washington agregó armas a las palabras de respaldo al gobierno de Benjamín Netanyahu: el portaaviones USS General Ford sobre el Mediterráneo oriental y municiones.
La declaración de Joe Biden llegó cuando el canciller europeo, Josep Borrell, había advertido lo que evidenciaban las declaraciones y acciones del gobierno israelí: el no respeto al “derecho internacional humanitario”. En particular por la decisión de dejar a los habitantes de la Franja sin electricidad, sin agua, sin comida, en medio de un bombardeo sobre la ya golpeada geografía de lo que se conoce como la “cárcel a cielo abierto” que es Gaza, donde ya se contabilizan más de 1.000 muertos.
El foco de la guerra también se extendió con los días: enfrentamientos en la frontera en Israel y el Líbano con muertos de la organización Hezbollah y de militares israelíes; intercambio de disparos en la frontera entre Israel y Siria; además de una expansión interna, es decir en Cisjordania y Jerusalén Este, donde vive el pueblo palestino separado entre sí y acorralado por el Estado de Israel.
La falla de seguridad
La primera pregunta que recorrió el mundo fue qué sucedió para que la defensa israelí no anticipara ni detuviera el ataque de Hamás el siete de octubre. Cómo pudo Hamás emerger en total silencio desde Gaza, lanzar cerca de 5.000 cohetes, cruzar la frontera por tierra, aire, mar, ingresar a los territorios controlados por el Estado de Israel sin casi reacción inicial en las primeras horas.
No existió respuesta oficial israelí ante lo que consistió en un problema doble: por una parte, por el costo humano para Israel de la acción de Hamás llamada “Operación Inundación Al-Aqsa”, que se llevó la vida a más de 1.000 israelíes, y, en términos militares, por el mensaje de debilidad de la defensa de Israel ante los diferentes enemigos que tiene en la región.
El medio Associated Press divulgó que, según un funcionario de Egipto, estos les habían advertido a Tel Aviv “que se avecinaba una explosión de la situación muy pronto, y que sería grande, pero subestimaron tales evidencias”. Según el funcionario, “los israelíes estaban concentrados en la tensión en Cisjordania y no consideraban que el grupo terrorista gobernante en Gaza fuera una amenaza, a pesar de las repetidas advertencias” egipcias.
¿Israel subestimó a Hamás? ¿Estaba efectivamente demasiado concentrado en Cisjordania, donde viene avanzando de forma agresiva en el despojo de tierras palestinas?
Presión y explosión
“A mayor presión el resultado es explosión” afirmó en la televisión española el representante de la Autoridad Palestina, Husni Abdel Wahed, entrevistado sobre la guerra. “Hay una política constante del Estado de Israel de asesinato, de confiscación de tierra, de construcción de asentamientos, judaización del territorio palestino, de provocaciones, profanación y ocupación de lugares santos de los musulmanes y cristianos”.
El representante de la Autoridad Palestina -que gobierna en una parte de Cisjordania y es adversaria política de Hamás- graficó la situación en la que se encuentra el pueblo palestino. En efecto, existe por un lado una cárcel a cielo abierto en Gaza, y una política de apartheid por parte de Israel en Cisjordania y Jerusalén Este, situación denunciada internacionalmente, por ejemplo, por Human Rights Watch.
La política de presión sobre Palestina creció en particular a partir de diciembre, cuando Netanyahu formó gobierno con el Partido Sionista Religioso y el Partido del Hogar Judío: “Los miembros del gabinete de extrema derecha de Netanyahu buscan nada menos que la anexión de facto de Cisjordania”, escribió en setiembre el medio Foreign Affairs. Esa agresividad se tradujo en el permiso para la construcción de más de 13.000 unidades de asentamiento en Cisjordania desde diciembre, a la vez que la legalización de los asentamientos construidos ilegalmente.
El editorial del medio israelí Haaretz culpó así a Netanyahu de la situación: “No identificó en absoluto los peligros a los que conducía conscientemente a Israel al establecer un gobierno de anexión y desposesión (…) al tiempo que adoptaba una política exterior que ignoraba abiertamente la existencia y los derechos de los palestinos”. Netanyahu acorraló aún más a una población desesperada, sin ofrecer salidas, negociaciones: un terreno fértil para la radicalización y el terror.
La espiral
Washington no involucró hasta ahora de manera directa a Irán en la planificación y ejecución del ataque de Hamás. Tampoco Irán se atribuyó responsabilidad en el hecho, aunque lo celebró. Se trata de un tema medular: si la Casa Blanca afirma que Teherán es responsable, como intentaron posicionar varios medios de comunicación en estos días, la situación podría cambiar y avanzar una regionalización de la guerra, de la cual ya hay señales.
No es el único tema que genera fuertes preocupaciones: Israel parece preparar una ofensiva militar terrestre sobre Gaza. Lo deja ver el movimiento militar, las declaraciones de parte de funcionarios de Israel, así como artículos en medios israelíes, como en el Jerusalén Post, donde se afirma que “desde una perspectiva militar se podría argumentar que Israel no tiene más opción que reconquistar Gaza”. Es decir, no solo ingresar, sino volver a quedarse como lo estaba hasta el 2005.
Existen quienes sostienen que Tel Aviv debe dar una respuesta tal que disuada a Hamás o cualquier organización de la región de volver a realizar un ataque. Esa parece ser la decisión de Israel, aunque implique realizar crímenes de guerra a la vista del mundo, y seguramente solo empeore la espiral de un enfrentamiento en el que aumenta la cantidad de víctimas día tras día.
La guerra anuncia más guerra, y la posibilidad de dos Estados, uno de Israel y otro de Palestina, se aleja aún más.