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Política

CON LA SENADORA Y LÍDER DE CASA GRANDE COSTANZA MOREIRA

Constanza Moreira: “Deberíamos dar señales claras ante lo que pasa en Brasil”

Según sus palabras, la izquierda debería apostar al consenso. Además, dijo que, ante la situación de Brasil, los desencantados del FA deberían darse cuenta que en política no hay punto medio, o están con la derecha o están con la izquierda.

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Caras y Caretas Diario

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Por Lucía Barrios

El domingo el mundo entero se llevó una sorpresa. En contra de los pronósticos, el líder ultraderechista, Jair Bolsonaro, obtuvo el 46% de los votos en las elecciones presidenciales de Brasil frente al 29% que tuvo el progresista Fernando Haddad. Ante esta situación, la izquierda uruguaya presta atención al fenómeno. Según lo declarado a Caras y Caretas por la senadora y politóloga Constanza Moreira, el Frente Amplio (FA) debería apostar al consenso. Ya que la situación de la izquierda regional es crítica. “Ante lo que pasa en Brasil, el FA debería dar señales más claras y dejarse de pelear”, para poder unirse con sus bases sociales, el movimiento sindical y el feminismo.

“La gente que dice que no va a votar al FA porque la tiene desilusionada, debería darse cuenta que la lucha entre la izquierda y la derecha va mucho más allá de sus pretensiones personales”, agregó.

La senadora, quien también se doctoró en Ciencia Política en Río de Janeiro, sostuvo que hay un montón de gente que se tiene que obligar a sí misma a pensar la política de una manera distinta. Porque puede no gustarle lo que haga el Frente, “pero por ahora es la única izquierda que hay”.

“La política no es un juego de suma cero. Lo que vos no votás de un lado, sale del otro. Si vos no votás a la izquierda, sale la derecha. Las elecciones en eso siempre son trágicas. O estás con la izquierda o estás con la derecha. Si no, sos el 20% de abstencionistas que en Brasil han dado la victoria a Bolsonaro”, agregó Constanza Moreira.

Por otro lado, dijo que la situación de Brasil “da miedo”. Porque con Bolsonaro “aumentan las probabilidades de una escalada autoritaria y de una represión violenta de la protesta social”.

Además, dijo que para Uruguay tendría un “impacto directo”. Ya que Brasil sigue siendo un inversor y un socio comercial importante en el país. “Nosotros no vivimos en China, en África, ni en Asia, vivimos en América Latina y en el eje norteamericano vamos a tener al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump arriba y a Bolsonaro al lado. Peor imposible”, agregó.

Por último, sostuvo que tanto Trump como Bolsonaro tienen similitudes, ya que ambos son outsiders. “Dirigentes que lucran con el odio, la intolerancia, el machismo, el racismo y la discriminación a los inmigrantes”.

En otras palabras, dijo que ambos presentan un componente “fascistoide”. Pretenden impulsar una política proarmas y apuestan a privilegiar a los ricos.

Sin embargo, señaló que la diferencia entre ambos es que Bolsonaro se apegaría a un programa estrictamente neoliberal mientras que Trump persigue la idea del proteccionismo.

Usted dijo, en un documento publicado en redes sociales, que lo que está sucediendo en Brasil da miedo. ¿Por qué asusta? ¿Qué implicancias tiene el hecho de que Bolsonaro gane las elecciones?

Constanza Moreira: da miedo por varias razones. Asusta por Brasil, por las declaraciones que ha hecho Bolsonaro y por una gran cantidad de antecedentes que han sucedido en el último tiempo. Uno siente miedo por el activismo social y rural. Con esto me refiero a que hay una militarización de la seguridad pública y una represión muy violenta de la protesta social. Existe una eliminación de líderes culturales, campesinos y locales en Brasil. De la misma manera que está presente en el paisaje de Colombia, donde es constante el asesinato de los dirigentes políticos y comunales.

Con Bolsonaro, aumentan las probabilidades de una escalada autoritaria y de una represión violenta de la protesta social. Este es el primer miedo, que es el temor a la violencia.

Luego, está la alarma de la mezcla entre Bolsonaro y Congreso brasileño, ya que de ella puede surgir un tipo de leyes como fue la reforma laboral o como sería el programa de privatización de las empresas públicas que ya anunció Bolsonaro y su posible ministro de Economía en caso de que gane las elecciones, Paulo Guedes.

Para Uruguay, eso tendría un impacto directo, porque Brasil sigue siendo un inversor y un socio comercial importante en el país. Eso sucede en buena medida porque está el Mercosur y porque hay negociaciones de preferencias arancelarias. Pero con Bolsonaro eso desaparecería. Brasil pasaría a negociar lo que quiere con quien prefiera y se saldría en los hechos del Mercosur. Todas las políticas que han desempeñado los gobiernos del Partido de los Trabajadores serían cambiadas por una política de alianza estratégica con Estados Unidos.

Por tanto, junto al miedo que despertaría la probabilidad de una escalada represiva, existe el temor de que se produzca un cambio en la política económica que impacte sobre Uruguay. Finalmente, nosotros no vivimos en China, en África, ni en Asia, vivimos en América Latina y en el eje norteamericano vamos a tener a Trump arriba y a Bolsonaro al lado. Peor imposible.

¿Se podría decir que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tiene similitudes con Bolsonaro?

CM: tienen similitudes. Ambos son outsiders, dirigentes que lucran con el odio, la intolerancia, el machismo, el racismo y la discriminación a los inmigrantes. Me parece que en eso tienen un componente común, medio fascistoide.

Trump, en los hechos, aumentó notablemente el presupuesto militar en Estados Unidos, es decir, es un dirigente que apuesta a la consolidación de ese complejo militar industrial que transforma a ese país en la policía del mundo. Asimismo, Bolsonaro tiene la misma orientación proarmas.

Además, Trump apuesta a privilegiar a los ricos, Bolsonaro hace lo mismo, ya que pretende impulsar una política de reducción de los impuestos y del gasto público, que desembocará en aumentar la desigualdad. Quienes votan a Bolsonaro son las clases medias altas que no quieren pagar impuestos.

Sin embargo, la diferencia entre ambos es que Bolsonaro se apegaría a un programa estrictamente neoliberal mientras que Trump por lo menos hizo campaña con esta idea del proteccionismo y de devolverle a EEUU el rol de potencia mundial que alguna vez tuvo. En esto sí creo que son diferentes, al menos en el discurso.

¿Usted cree que la derecha uruguaya está aprovechando esta situación regional?

CM: la derecha uruguaya ahora está un poquito preocupada por Bolsonaro. Yo no he visto a nadie que defienda directamente el triunfo de este líder ultraderechista en la segunda vuelta, creo que lo consideran un antisistema y un autoritario. A pesar de todo lo que defiende la oposición sobre la militarización de la seguridad pública, me parece que la idea de que los militares dominen la escena no les gusta a los partidos de la derecha. Hacen bastante para eso, pero no les agrada.

Entonces, creo que, así como la dictadura en Brasil fue vendida e internalizada por generaciones de brasileños como la época del milagro económico del país, en Uruguay la dictadura está vista como una época negra, como una larga noche de los doce años. Aquí no hay esa nostalgia del militarismo o de la monarquía que sí existe en Brasil, acá se piensan las cosas de forma distinta.

Lo que hace mal la derecha es atribuir el fenómeno Bolsonaro a la corrupción de la izquierda, porque eso no solamente es no entender lo que está pasando, sino que hay un poquito de mala leche. La verdad es que la corrupción atravesó a todo el elenco político de Brasil. El Partido de los Trabajadores tuvo casos de corrupción, pero todo el sistema político también los tuvo. De los 513 diputados había casi 300 con procesos legales.

En segundo lugar, la corrupción en Brasil fue tan evidente porque Dilma Rousseff hizo una ley anticorrupción muy exigente. Estos casos se destaparon a partir de esas normativas rigurosas. Por tanto, no es que el PT fuera un gobierno corrupto sino que dicho partido impulsó leyes tan exigentes en relación a la corrupción que la investigación Lava Jato desnudó todo.

Claramente es una corrupción endémica del Estado y del sistema de partidos brasileño. Bolsonaro es su explicación. Su crecimiento y emergencia está directamente vinculado al golpe de Estado que dio el Congreso destituyendo a Rousseff. Todo el mundo empieza a conocer a Bolsonaro cuando comienza a decir los disparates que dice en pleno impeachment. Ante esta situación, él reivindica a figuras del golpe de Estado. Eso es lo que lo hace conocido. Tenía un partido muy pequeño, estaba en la Cámara de Diputados, pero lo que lo vuelve conocido es su discurso contra Dilma, su relato promilitar, de defensa de la dictadura y de intolerancia casi que religiosa contra la izquierda. Entonces, su candidatura es hija del impeachment. La responsabilidad de que hoy Bolsonaro exista, la tienen básicamente el Movimiento Democrático Brasileño (el partido de Michel Temer y de Eduardo Cunha) y el Partido de la Social Democracia Brasileña (de Fernando Henrique Cardoso).

Estos son sin duda los dos grandes responsables de haberse aliado con los ultraderecha para propiciar el golpe de Estado, cosa que desde el fin de la dictadura habían evitado cuidadosamente. Siempre tenían a la derecha cerca, pero este abrazo que se dieron es lo que terminó de consolidar la candidatura de Bolsonaro.

También hay que señalar la forma en que la Red Globo operó para que el escándalo mediático de la corrupción derrumbara la legitimidad de la democracia en Brasil. Cualquiera que mirara la televisión, salía asqueado de la democracia y pensaba que todos los políticos eran corruptos. Esa operación mediático-judicial también agravó las ideas democráticas de los brasileros, que estaban pegadas con alfileres, porque votar por Bolsonaro es no apoyar la democracia justamente.

Además, existe un Poder Judicial completamente comprometido políticamente con el golpe. La televisión, dentro de la cual hay que contar no sólo la Red Globo sino que también a los dos canales que están en manos de los evangélicos, está obteniendo lo que quería.

Alguna parte de la oposición está pidiendo la paz, porque están asustados de los monstruos que alimentaron, eso es lo que le está pasando a Fernando Henrique Cardoso, que dice que va a votar por Haddad. Supongo que algún otro medianamente pensante de la parte conservadora del sistema de partidos brasileño se habrá dado cuenta del huevo de la serpiente que incubaron.

¿Qué lecciones deberían aprender el Frente Amplio y la izquierda regional ante lo que está pasando Brasil?

Constanza Moreira: el Frente Amplio debería dar señales más claras hacia sus bases sociales, hacia el movimiento sindical y hacia el feminismo, diciéndoles que estamos juntos contra la derecha en esto, en vez de andarse peleando. La gente que dice que no va a votar al FA porque la tiene desilusionada tiene que darse cuenta de que la lucha entre la izquierda y la derecha va mucho más allá de sus pretensiones personales de que los gobiernos reflejen sus preferencias. Es una lucha que trasciende cualquier cuestión. Si lo que se quiere es que la izquierda cambie, lo que hay que hacer es militar para transformarla. Te lo dice alguien que es muy crítica con el Frente Amplio. Esa misma izquierda que se fue con Unidad Popular es la misma que existía en Brasil y que fue a las marchas realizadas contra el PT. Sin embargo, es la misma izquierda que ahora votó a Haddad y que está llorando por el fin de la democracia.

Yo diría que cuando ves las barras del vecino arder, hay que poner las tuyas en remojo. Con esto me refiero a un montón de gente que hoy se tiene que obligar a sí misma a pensar la política de una manera distinta, porque puede no gustarte lo que haga el Frente, te puede parecer que es tibio (es cierto, a veces lo es), pero por ahora es la izquierda que hay.

La política no es un juego de suma cero, lo que vos no votás de un lado, sale del otro, si vos no votás a la izquierda, sale la derecha. Las elecciones en eso siempre son trágicas y más en países súper polarizados como los nuestros. O estás con la izquierda o estás con la derecha. Si no, sos el 20% de abstencionistas que en Brasil han dado la victoria a Bolsonaro. Yo le diría a la gente que piense un poco, que deponga su narcisismo, sus malestares, que piense lo que pasa en el mundo y que abra los ojos a lo que sucede en Uruguay.

¿Cree que lo que sucedió en Brasil y en otros países de la región también se intentó hacer en Uruguay?

Constanza Moreira: sí. Me parece que el caso Sendic es un hecho bastante ejemplar de ese modus operandi. Los partidos políticos, medios de comunicación y las campañas de desprestigio contra figuras públicas operaron juntos para desacreditar a la izquierda. Pero todo eso sucedió con un efecto amortiguado por buenos y varios motivos, primero que en Uruguay existe prensa de izquierda mientras que en Brasil no. Tenemos una tradición democrática más larga y un país bastante más igualitario; de hecho, el propio Batllismo obligó a la clase media a solidarizarse con los trabajadores, cosa que en Brasil no pasó nunca: la clase media siempre ha tenido una vida de ricos.

Me parece que de cualquier manera esa estrategia de desprestigio a las personas públicas y a los gobiernos de izquierda, sobre la base de una especie de trípode con los partidos políticos de la oposición, los medios masivos de comunicación y con la Justicia, en Uruguay se ensaya y se ha ensayado, pero de un modo más amortiguado y con efectos mucho más leves.

Elecciones en Brasil
El domingo el ultraderechista Jair Bolsonaro obtuvo el 46% de los votos en las elecciones presidenciales en Brasil. Sin embargo, por cuatro puntos porcentuales no pudo formar gobierno, por lo que habrá segunda vuelta el 28 de octubre con el progresista Fernando Haddad, que logró el 29%. La victoria de Bolsonaro fue muy superior a lo que vaticinaban las encuestas. El líder ultraderechista es conocido por sus frases polémicas, entre las que se destacan: “La diputada de izquierda no merecería ser violada porque es muy mala y muy fea”, “el error de la dictadura fue torturar y no matar», “prefiero que mis hijos mueran en un accidente a que sean homosexuales”, «no voy a combatir ni a discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle, les voy a pegar», «no voy a dar ni un centímetro a las reservas indígenas» y “los descendientes africanos no hacen nada. Más de mil millones de dólares al año estamos gastando en ellos».

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