“La JUP está de vuelta. No al referéndum contra la LUC. Fuera comunistas de las instituciones”, dice el cartel colocado frente al liceo Dámaso Larrañaga.
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Actores políticos tan diversos como Graciela Bianchi y Juan Raúl Ferreira salieron a condenar la aparición de dichos carteles, los sindicatos de profesores de la enseñanza secundaria y los trabajadores de salud pública emitieron comunicados, el diputado Gerardo Núñez realizó un pedido de informes y el ministro Jorge Larrañaga ordenó al Departamento de Investigaciones dar con el paradero de los responsables de la colocación de dichos carteles.
Se podría sostener que el espectro democrático reaccionó con preocupación por la posibilidad de que detrás de la vieja firma de la organización extremista de derecha se aglomere un grupo organizado.
Por supuesto que el diario El País, ante la colocación de los carteles, solo atina a preguntarse “¿cuál es el delito?” (pág. 4 del jueves 15 de octubre).
El “fuera comunistas de las instituciones”, un latiguillo de este y otros grupos de los 70, ha resurgido con fuerza en boca de algunos dirigentes, fundamentalmente de Cabildo Abierto, que, como se sabe, ha sido el reducto de los despojos del pachequismo.
Llama la atención que lejos de la condena, por más insignificantes que se considere a quienes están detrás de la elaboración y colocación de esos carteles, haya quienes, como el senador de Cabildo Abierto Raúl Lozano, salgan vía Twitter al cruce del pedido de informes de diputado Núñez. Lozano, una vez conocido el pedido de informe, acusó a Núñez de incentivar a que la Policía espíe partidos políticos.
“Este original diputado, creador de la comisión de ‘espionaje en democracia’, ¿ahora pretende provocar que la Policía espíe a los partidos políticos?”, escribió en su Twitter.
Pero la mención al referéndum contra la Ley de Urgente Consideración no pasa desapercibida; entre las setentistas consignas, esa mención actualiza la discusión política y parece ser un posible objetivo: amedrentar con su presencia (la JUP) la recolección de firmas.
La JUP en dos siglos
O se está con la patria o se está contra ella. Una historia de la Juventud Uruguaya de Pie es un libro de Gabriel Bucheli que analiza la historia de este grupo fundado formalmente el 24 de octubre de 1970 en la ciudad de Salto. El nombre se puso en oposición a las “sentadas estudiantiles” con las que se protestaba en la época.
Pero la organización fue impulsada a partir de que el gobierno de Jorge Pacheco Areco intervino la enseñanza, por sectores colorados, agrupaciones del ruralismo y el grupo Seusa (La Mañana y El Diario).
“El tono ruralista es clave” en la JUP, en su concepción nacional “el país es el interior” y organizaban “caravanas gauchescas” para rodear “sus actos”. “La mujer de (Benito) Nardone es artífice también de la JUP” y su compromiso se refleja en que “les pone al servicio la radio Rural”. También “el propio (Juan María) Bordaberry”, quien “era rabanito” en términos partidarios, “es un referentes para ellos”, anotó el historiador.
Realizó una serie de medidas de acción directa como la ocupación de centros de estudios para evitar la presencia de docentes comunistas, en general apoyado por fuerzas policiales operativas.
En el número 512 de Caras y Caretas, Roger Rodríguez narra que la muerte de Santiago Rodríguez Muela cerró una serie de más de 200 atentados de la ultraderecha que se sucedieron entre abril y agosto de 1972 contra liceos, facultades y comités de base del Frente Amplio, que fueron firmados con pintadas del
Movimiento Nueva Generación (MNG), la Coalición Renovadora de Estudiantes Independientes (CREI) y la propia JUP.
Aquel 11 de agosto en el liceo Nº 8 se realizaba una reunión de padres, estudiantes y profesores para analizar la creciente violencia en los centros de enseñanza. En el mismo momento, en el bar Sirocco, ubicado en Albo y 8 de Octubre, se reunía el grupo, convocado desde el liceo Bauzá, que atacó la casa de estudios ubicada frente a la entonces sede del Esmaco sin que nadie lo impidiera. Más de 40 personas invaden el lugar y al menos 15 entran, entre las que los testigos identifican a varias armadas.
La denuncia por el asesinato de Rodríguez Muela fue presentada el 23 de octubre de 2009 por la tía de Santiago, María Muela, quien, representada por la abogada Pilar Elhordoy, tomó como base de su escrito los elementos surgidos en un juicio de febrero de 2007 cuando el mayor (r) Enrique Mangini acusó por difamación al periodista Roger Rodríguez, que finalmente fue sobreseído por la Justicia.
Había un antecedente judicial en el expediente elaborado por Cairoli en el entonces juzgado de 5º turno que confirma que los siete miembros de la JUP que dieron muerte a Rodríguez Muela habían sido procesados por el delito de “violencia privada”, que permanecieron ocho meses en prisión y luego en libertad condicional, hasta que fueron beneficiados por una ley de amnistía a presos comunes que en 1978 aprobó el Consejo de Estado de la dictadura.
En la instrucción de Cairoli se procesó como miembros de la patota de la JUP a Enrique Mangini Usera, Claro Rubens Monalli Barrios, Ricardo María Druillet Canavarro, Juan Said Llugdar Villarroel, Homero Gabriel Corbo Piffaretti, Alfredo Gervasio De Bellis y Haroldo Javier Rosso Ciociano. También eran parte del grupo los menores Osvaldo Lencina Bassi, Juan Carlos Díaz dos Santos y Milton Darío Fernández Varela.
En su libro, Bucheli sostiene que durante su gestación y protagonismo, “la JUP es un catalizador” de visiones y corrientes sociales en movimiento y “Hugo Manini es el organizador” capaz de aglutinar, dar forma y vehiculizar ese caudal. En aquel entonces “están” dadas “las condiciones propicias” para encauzar “ese mar” de sentimientos y movimientos “políticos”, reflexionó Bucheli.
Evocó que la JUP “después se autodisuelve”, en 1974, y esto abre “un vacío posterior” que con el tiempo se convierte “en desmemoria”. El autor recogió tres versiones como explicación a esa disolución: que el general Esteban “Cristi los convoca” para agradecerles lo hecho y cerrar el asunto; que “los militares no querían activismos” ni “actuación” ciudadana y social; y que “el programa” que le dio origen “estaba cumplido”.
A partir de entonces hubo “gente” de la JUP que “va a integrarse a las Fuerzas Armadas” y en áreas de “la órbita pública” como “la enseñanza”. Sus integrantes en general “se asimilaron al régimen”, resumió al respecto.
Ya en la posdictadura, “se recomponen” los partidos tradicionales y todas “sus fracciones”, incluidas las “de derecha”, con lo que no se generan condiciones orgánicas para una continuidad o resurgimiento de la JUP.
Los “jupistas” 4G
Manteniendo el discurso y alentando la acción directa como método, el integrante de la agrupación “Siempre Bauzá” en los años 70, regenteada por el Manco Ulises Fernández, posteriormente diputado por el Partido Colorado, y actual subcoordinador del Plan Juntos Daniel García Pintos, rememoraba a través de su brigada “Palo y palo” el accionar de aquel grupo. Varios pintores y pegatineros de izquierda recuerdan las escaramuzas con este grupo casi de choque, que disputaba por la fuerza los espacios públicos de difusión.
Daniel García Pintos fue de los pocos protagonistas que se negó a hacer declaraciones para la investigación de Bucheli y asumió la misma actitud ante Caras y Caretas en estos días cuando quisimos consultarlo por la aparición de los carteles.
Para el exintegrante de la organización Hugo Manini Ríos, los afiches que aparecieron son obra de “agentes provocadores” que buscan “pegarle” a Cabildo Abierto.
“Lo único real y claro es que la JUP, para no ser usada por el proceso cívico militar, bajó su cortina en octubre de 1974. Todo lo que aparece invocando a la JUP ahora va por cuenta de los que la invocan”, aseguró Hugo Manini Ríos al ser consultado por la diaria tras la aparición de al menos dos carteles en Montevideo firmados por la Juventud Uruguaya de Pie (JUP).
Marcos Methol, redactor responsable del actual semanario La Mañana, órgano oficial de Cabildo Abierto y responsable de prensa del senador Guido Manini Ríos, en dialogo con este periodista señaló que le llama la atención la mención al referéndum contra la LUC.
Ese énfasis podría estar en consonancia con las expresiones en las redes de Jorge Azar Gómez, dirigente de los restos del pachequismo sumado a Cabildo Abierto en las elecciones de 2019, que hasta el momento parece ser el único que recibió con beneplácito la aparición de la JUP.
En su Twitter expresa junto a la foto del cartel colocado en el Dámaso: “¡Qué susto se pegaron los comunistas, los sindicatos y los docentes frenteamplistas porque apareció un pequeño volante de la JUP! Muchos están escondidos bajo las sábanas. Pensalo.”.
Entre incrédulos y mudos
Consultado el historiador y periodista Gabriel Bucheli sobre la aparición de los carteles, expresa que no cree que haya condiciones para el resurgimiento de la JUP, ya que reconociendo la existencia de jóvenes de ultraderecha, la JUP como sigla está desgastada y no goza de buena publicidad. En ese sentido anotamos nosotros que en el resurgimiento de grupos de extrema derecha, estos efectivamente han apelado a nuevas denominaciones.
Guido Manini Ríos emulando a su socio Daniel García Pintos, se llamó a inoportuno silencio.
Tampoco hemos logrado hasta el momento que Domenech o el senador Lozano manifiesten si acuerdan con los dichos del otro cabildante, Azar Gómez.