Llegar a Malvín siempre es lindo. La cita era encontrarnos para charlar en la casa de Jorge Denevi, con él y Pepe Vázquez. Traspasar el portón no fue tan fácil. No hay timbre. Fue a la antigua, golpear las manos y esperar el ladrido de los perros que le avisa a su dueño que había gente esperando. Al inicio, una confusión: Jorge creyó que venía a venderle algo. Me recibió muy amable, aclaramos los tantos y arrancamos. Al entrar Pepe me esperaba como siempre con su generosa sonrisa; sentado, apoyado en su andador, estaba deseoso de empezar a hablar.
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Después de la charla vendría el ensayo. Están preparando La última grabación de Krapp y se apuran a desgranar anécdotas sobre Beckett, la obra, los éxitos y fracasos que acompañan siempre a este autor tan galardonado que hasta un Nobel tiene y, sin embargo, el borderaux no siempre está de su lado.
Denevi dice algo al pasar que vaya si es profundo: “El día que dejemos de hacer a Beckett, estaremos en serios problemas”. Una anécdota tras otra, risas, recuerdos que viene solos, no se olvidan que cuando por los sesenta y pico hicieron Esperando a Godot en El Tinglado, el entrañable Bebe Cherminara decía siempre “¡pero fue exitosa!”.
“La verdad -nos cuenta Denevi-, más allá del perramente optimismo de Bebe, el día que teníamos más de veinte espectadores, festejábamos”. Recuerdan ambos una crítica de Jorge Abbondanza que Denevi se apura en contarme. “Fue tan dura que muchos años la conservé colgada en la biblioteca. Lo único bueno que dijo fue, palabra más, palabra menos: “El texto que había conmovido al teatro”.
No es fácil transmitir en palabras lo que fue la charla con estos dos símbolos del teatro nacional. Si tuviera que definirla, fue un gran paso de comedia, fueron dos viejos amigos que, como todos los días, se juntan para hablar de teatro, de cine, de radio. Discuten, se pelean, se ríen. Pepe le recrimina a Jorge que tiene siete Florencios, pero que el último no lo fue a retirar. Por su parte, Jorge dice: “Vos tenés seis, es cierto y siempre fuiste. Pero a mí los premios me importan menos que a vos”.
Discuten cuántas veces vio cada uno las películas de Bergman. Pepe se apura en decir: “Yo, Persona, la veo una vez por semana en Film and Arts”. Naturalmente hablamos del éxito de Plop!, de las noticias cantadas y su importancia sutil en los años difíciles. Quien escribe cumplió con una obligación, agradecerles ese rayito de sol que trasmitían todas las semanas cuando empezaban a cantar diciendo poco y diciendo tanto. No faltó un recuerdo para Coquita y doña Lola, las inolvidables vecinas de Imilce Viñas y Laura Sánchez. Como siempre ocurre cuando estoy con Pepe, Imilce nos acompaña en nuestras conversaciones.
Se hacía difícil arrancar con Beckett y La última grabación de Krapp. Denevi nos cuenta que cuando Pepe estaba convaleciente recuperándose en una quinta del Prado de su compleja operación de peritonitis, él empezó a pensar esta obra para hacerla con el actor.
Las traducciones que tenía a su alcance eran malas, y nos agrega: “Beckett nació en Dublín, Irlanda, vivió en Francia y la mayoría de sus obras han sido escritas en francés. Por suerte La última grabación de Krapp fue escrita en inglés. Es un idioma que sí domino y puse manos a la obra y la traduje pensando en hacerla con él”.
Entendí siempre que era una obra ideal para Pepe. El personaje central es un hombre mayor. Se necesita un gran actor, que sepa hablar en silencio y que transite la obra con una gestualidad que solo Pepe saber hacer tan bien. No olvidemos que es una obra dramática en la que es necesario invocar los pensamientos del autor en el momento en que escribió aquellas palabras, interpretarlas, con sutileza y minuciosidad cada gesto, cada sonido y cada movimiento.
Es precisamente por esa múltiple significación del lenguaje que es necesario cuando llevamos adelante una puesta de sus obras, hacer un trabajo de reconstrucción y no solo de lectura, nos dice Denevi. Pepe nos cuenta que el actor se mete en las entrañas del personaje y realiza la suspensión temporal implícita en la obra mediante suspiros inagotablemente agotadores, la voz que trata de hacerla, tanto en las grabaciones como en la escena interpretando al autor. Mientras tanto, agrega, la mirada es parte esencial en este personaje.
Cuando le pregunté a Pepe si de verdad es su despida del teatro, me miró con picardía y me dijo: “Pienso que sí. Pero espero poder recorrer con ella todo el país”. Denevi, por su parte, está pensando también en el retiro, pero tiene por delante un proyecto que todavía está en la etapa de concreciones.
La obra puede resumirse fácilmente si se elige seguir la línea argumental: se trata de un anciano, Krapp, que tras haberse grabado a modo de ritual durante años, y siempre en su cumpleaños, decide escucharse en las grabaciones hechas 30 años antes de su cumpleaños número 69, que es donde se sitúa la representación. Vale la pena acompañarlos en la sala Delmira Agustini del teatro Solís.
Sea la última o la penúltima, siempre es un lujo ver a Pepe arriba el escenario y a Denevi llevando la batuta.