El cuerpo y el alma de una obra que trasciende fronteras
Baile de huesos tiene una vida fértil. Desde su estreno en Madrid, no deja de representarse. En Montevideo, su llegada fue un acontecimiento. Belmonte lo sabe y lo agradece. Al consultarla sobre hasta dónde permite libertades con su obra, nos dice: “Siempre se pueden hacer variaciones. Aquí en Madrid, por ejemplo, el papel de la Muerte lo hizo un actor, así que hubo que cambiar cosas: en lugar de ‘llámenme Susi o Katy’, era ‘llámenme Toby o Jimmy’. Y entiendo también que en Montevideo hay palabras que para vosotros suenan diferentes. No me importa que se hagan correcciones, siempre que se respete la esencia de la obra”.
La autora se muestra abierta, sin rigideces, en un mundo teatral donde algunos escritores tienden a defender su texto como una pieza inamovible. “Soy totalmente flexible -asegura-. Me parece que es lícito todo, siempre que se mantenga la esencia. Baile de huesos puede entenderse de muchas maneras”. Esa amplitud de mirada también está en el corazón mismo de la obra, que enfrenta a sus personajes con su final, pero sobre todo con lo que no se atrevieron a vivir. En ese espejo entre la vida y la muerte, Belmonte encuentra su propio eje temático. “Creo que siempre estoy escribiendo alrededor de la identidad. Y también, en muchas cosas que he escrito, está la idea de la muerte. Me ofrece muchísima curiosidad. Todo ese tránsito entre la vida y la muerte me parece un misterio impresionante. Como todos los misterios, me atrae”.
En la voz de Belmonte hay una mezcla de reflexión y ternura. Habla de la muerte sin solemnidad, como quien observa un fenómeno inevitable y fascinante. “A veces me viene una frase, una imagen, o una persona real. Quizás empezó por la idea de la catarsis que me contó un amigo sobre sus comidas de los domingos, o por la muerte de una amiga que estaba próxima. Es una mezcla de muchas cosas”. Su escritura, dice, no pretende cerrar sentidos, sino abrirlos. “Mi intención es que la gente se lleve algo, algo que le dé para pensar. Que al salir del teatro tengas ganas de comentar, de seguir reflexionando. Que te conmueva”.
Ese propósito explica por qué Baile de huesos se ganó un lugar especial en su carrera. “De todo lo que he escrito, no me puedo quejar, han sido obras representadas y publicadas, pero Baile de huesos me superó completamente. Fue tremendamente bien recibida. He visto personas llorar al salir del teatro, identificadas con Lisa o con Mauro. Yo misma me identifiqué un poco con todos ellos. Es como mi hijo predilecto. Me ha dado muchas satisfacciones. Lo de Montevideo es ya como salir de las fronteras, un paso más allá”.
Un teatro que conmueve, no que deslumbra
Belmonte habla del teatro como si hablara del alma. No hay en su concepción espacio para lo espectacular sin sentido. “Yo pienso que el teatro es un vehículo emocional. Nos mueve, nos hace sentir cosas, preguntarnos cosas. Es algo que nos ayuda a pensar, a tener un criterio. Yo soy de un teatro íntimo, de reflexión, de texto. No necesito muchos elementos en la escenografía. Me basta con una sala de espera, con la antesala de la muerte, con cuatro sillas y un velador”.
“Echo de menos ese teatro que trabaja por dentro. Hay obras con mucho dinero detrás, con decorados apabullantes, pero que luego no te trabajan por dentro. El teatro tiene que trabajarnos por dentro”, repite, con énfasis pausado. Es una frase que condensa toda su poética, la convicción de que el arte no se mide por el brillo externo, sino por la huella que deja en quien lo recibe.
Elena Belmonte es también narradora, docente y fundadora de la productora Delirios y Frambuesas. Formada en técnicas de interpretación, doblaje y dramaturgia, ha trabajado como actriz y ha impartido talleres de escritura teatral y narrativa en escuelas de Madrid, Alcázar de San Juan y Buenos Aires. Su trayectoria incluye títulos como Los vanidosos, Clara sin burla, La herida y Mecánica del rencor, además de los monólogos Ventanas, Años de agua y Un tipo responsable, representados en festivales y maratones teatrales.
Su obra narrativa también es vasta, los libros de relatos Que hablen las farolas y Comamos algo, la novela La época del agua, y su participación en la antología Narradoras del siglo XXI, junto a autoras como Belén Gopegui, Cristina García Morales y Marta Sanz. En todas ellas, late la búsqueda de la verdad emocional de los personajes, esa zona imprecisa entre lo real y lo poético donde Belmonte parece moverse con naturalidad.
Nuevos caminos, el amor y el regreso a la novela
Belmonte nos adelanta que ya trabaja en un nuevo libro. “Tengo otro proyecto que creo que saldrá el año que viene. Son piezas breves unidas por el tema del amor, o de lo que hacemos con el amor, a veces para bien o para mal. Es una exploración para comprenderlo más a fondo”. Luego planea regresar a la novela, su formato original: “De momento voy a descansar del teatro y volver a la novela, que es de donde vengo”.
Elena Belmonte llegará a Montevideo el 22 de noviembre y permanecerá hasta el 28. Entre el bullicio del teatro y la calma de los cafés literarios, encontrará un público que, como ella desea, no quiere solo entretenerse, sino dejarse tocar por la palabra. “Muchísimas gracias a Caras y Caretas y a Uruguay, -dice al final de la conversación-. Espero que nos veamos pronto”.
Su presencia y su voz, al otro lado de la videollamada, mantiene la dulzura de quien sabe que el arte no está en el ruido ni en el aplauso, sino en ese silencio posterior, cuando el espectador vuelve a casa y algo, muy dentro, sigue moviéndose.