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Cultura | El Eternauta | Fernanda Nicolini | proceso de escritura

Con Fernanda Nicolini

"'El Eternauta' pone de manifiesto que nadie se salva solo, que el héroe es colectivo"

"El corazón de El Eternauta está en los vínculos que se forman entre esos protagonistas", dice Fernanda Nicolini, coautora de "Los Oesterheld". Por Inés Hayes (Ctxt).

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En esta entrevista, la escritora y periodista Fernanda Nicolini, autora junto a Alicia Beltrami de Los Oesterheld (editado por Penguin Random House en Argentina y que llegará a España en julio de manos de Roca), cuenta a CTXT la historia de la familia Oesterheld: cómo se iniciaron en la militancia en los años previos a la última dictadura militar argentina (1976-1983) a través de la universidad y el trabajo en los barrios populares, y también cómo eran las vidas cotidianas de sus cuatro jóvenes hijas, desaparecidas como el propio Oesterheld.

Los Oesterheld es fruto de una investigación excepcional que llevó años de búsquedas en archivos y entrevistas, entre ellas a Elsa Sánchez de Oesterheld, mujer de Héctor y madre de sus cuatro hijas. Hoy, que el mundo conoce esta historia, también hay que recordar que la organización Abuelas de Plaza de Mayo sigue buscando a dos nietos del escritor, que pudieron haber nacido durante el secuestro de sus madres y cuya identidad es todavía desconocida.

¿Cómo fue el proceso de escritura de El Eternauta?

Cuando Héctor empieza a publicar El Eternauta en 1957, a través de la revista Hora Cero y en una editorial que él mismo había fundado con su hermano, estaba muy fascinado con los avances tecnológicos que se habían desarrollado a partir de la Guerra Fría y de la carrera espacial. Él había estudiado Geología, estaba formado en las llamadas ciencias duras, pero también era un lector voraz de todo tipo de literatura: universal, de geografía, de política, de filosofía. Era un humanista en el sentido más amplio de la palabra, estaba siempre muy interesado en la naturaleza humana y en la coyuntura que atraviesa el ser humano en cada época. Cuando escribe El Eternauta, él mismo lo dice, parte de una premisa para lanzarse a la aventura.

¿Cuál fue esa premisa?

La idea de retomar de alguna manera a Robinson Crusoe, pero que en vez de estar rodeado de agua, estuviera rodeado de muerte: la nevada mortal; y que en vez de estar en una isla solo, estuviera en una casa con amigos. En casi todos sus guiones los protagonistas son personas comunes en situaciones extraordinarias. Podía ser una invasión extraterrestre o la guerra misma, como en Ernie Pike, otro clásico de él ilustrado por Hugo Pratt, quien le hizo la cara a imagen y semejanza de Oesterheld.

¿El Eternauta primero fue por entregas?

Sí, salió del 57 al 59. Pero casi veinte años después, en el 75, Editorial Record le propone a Héctor compilarlos y publicarlos en formato libro con tapa dura, que probablemente sea el ejemplar que muchos leímos. Y es en esta edición que él le da una nueva clave de lectura a El Eternauta. Pensemos que en el 75 Héctor ya estaba militando, se había incorporado a Montoneros en el área de prensa. En una entrevista, que después se incorpora como prólogo, dice que si bien nació de la idea de Robinson Crusoe, El Eternauta es una historia en donde se pone de manifiesto que nadie se salva solo, que el héroe es colectivo. Él mismo le da esa lectura, atravesado por la coyuntura personal y por una nueva mirada del mundo. Cuando él escribe El Eternauta en el 57, no tenía ninguna filiación política en particular. Podríamos decir que era progresista, en términos actuales, pero no era simpatizante del peronismo. No es que festejó el golpe del 55 que derrocó a Perón, para nada, pero la verdad es que no estaba cercano al peronismo. También por una cuestión generacional: había nacido en 1919, había estudiado Geología en la universidad y en general los universitarios no apoyaban al peronismo cuando surgió. Su acercamiento se da a principios de los setenta, cuando sus hijas se empiezan a aproximar al peronismo a través de diferentes espacios –la universidad, la militancia en las villas, grupos de teatro, la escuela secundaria– y él hace el mismo movimiento pero como trabajador de prensa: cuando sus compañeros de los medios para los que él colaboraba lo empiezan a invitar a reuniones de discusión, primero, y de militancia más orgánica después, él se suma a Montoneros, igual que sus cuatro hijas. De todos modos él ya venía con la incorporación de ideas de las llamadas luchas de liberación, al punto de que había hecho una biografía del Che, una figura que le había fascinado.

Su acercamiento al peronismo fue tardío, como lo fue el de Rodolfo Walsh, ¿no es cierto?

Claro. Si bien Walsh se acerca al peronismo mucho antes, es interesante ver cómo, a medida que iba reeditando Operación Masacre, iba cambiando los prólogos, en donde refleja su evolución ideológica en relación al peronismo. De todos modos, cuando empezamos a investigar para el libro, no había nada sobre la figura de Héctor, más allá de todo lo que se había escrito de él como guionista y las entrevistas que él mismo había dado sobre su obra. Pero de su militancia y de la militancia de las chicas no había nada, solo algunos testimonios sueltos y algunos datos en causas judiciales por sus desapariciones. Entonces arrancamos de cero. Eso fue un gran desafío porque todo era a partir de testimonios y memorias, memorias muy fragmentadas y muy atravesadas en algunos casos por el dolor, en otros casos por la necesidad de olvidar por protección. Así que fue un trabajo de hormiga para unir esos fragmentos a partir de más de 200 testimonios en esta suerte de biografía colectiva.

Una biografía colectiva que se vuelve a poner de manifiesto ahora con la serie.

Sí, a la vez muy dolorosa, no sólo por las desapariciones de Héctor, sus cuatro hijas, tres de sus yernos (de uno de ellos se recuperaron sus restos hace unos años) y dos nietos que pudieron nacer en cautiverio, sino porque también es como si fuera una pequeña muestra de un momento de la historia argentina. En nuestro libro, si bien tomamos como franja cronológica de 1971 a 1977, los años de militancia de los Oesterheld, también vamos para atrás para contar un poco la historia de Héctor y su familia. Pero creo que lo interesante fue que, a partir de las vidas de cada una de sus hijas y del propio Héctor, se pudo reconstruir la diversidad que implicada militar en los setenta: salir de ciertas ideas monolíticas, achatadas, que simplifican la historia. Una complejidad que significaba que no era lo mismo militar en la provincia de Tucumán, al norte, como Diana (la segunda hija), que militar en la zona más fabril del sur del Gran Buenos Aires, como Estela (la hija mayor); y que no era lo mismo militar en las villas de zona norte como Beatriz (la tercera hija) que hacerlo como una estudiante secundaria, muy joven, como Marina (la hija menor). Reconstruir esto, y una época, nos permitió entender por qué una generación entera se volcó a la militancia en los setenta. Pensemos que era una generación que venía de dictadura en dictadura, de golpe en golpe y que también fue atravesada por un movimiento mundial de luchas de liberación.

¿La llamada Primavera de los Pueblos?

Sí, el Mayo Francés, la Revolución Cubana, Tlatelolco en México, el Cordobazo y el Correntinazo, en Argentina. Todo pasaba mientras el peronismo estaba proscripto y con Perón exiliado. Esa complejidad está reflejada en el libro a través de vidas reales, individuales, de cada una de ellas. Y también en la dinámica que se dio al interior de esta familia: tenemos el testimonio de una compañera de militancia con la que Oesterheld convivió mientras ya estaba clandestino, que le preguntó por qué había empezado a militar. Y él le respondió que, si bien en un punto lo había hecho por sus hijas, ahora se preguntaba si con todo lo que él ya venía escribiendo, charlando, produciendo en su obra, no había cimentado esta idea de que hay que salir a luchar por un mundo mejor.

En el libro Elsa cuenta que una de sus hijas, Diana, le dice: “Mamá, me llevo una estufa porque acá tenemos muchas y en el hospital se están muriendo de frío”, y eso ella parece recordarlo con mucho orgullo. ¿Cómo sobrevivió Elsa a ese dolor tan grande de que sus cuatro hijas fueran desaparecidas?

Yo creo que el dolor de Elsa es el peor dolor que puede soportar una madre, más teniendo en cuenta que ella no apoyaba la militancia, no estaba de acuerdo; de hecho Elsa estaba separada de Héctor cuando él desaparece y ella siempre nos decía que veía ese final. Cuando desaparece su primera hija, se empieza a desesperar por sus otras hijas que estaban militando. Pero sobrevivió porque tuvo que criar a su nieto Martín, el hijo de Estela (hoy uno de los productores de la serie). A Martín lo secuestran en el mismo operativo en el que matan a sus padres. Lo llevan al Campo de Concentración Vesubio –él mismo lo cuenta en varias entrevistas–, donde estaba Héctor detenido desaparecido; lo dejan un rato con él, con su abuelo, a sus cuatro años. Él dice que es el primer recuerdo que tiene de su infancia, ese encuentro con su abuelo en el campo de concentración; y después lo llevan con Elsa y ella lo cría. Elsa cuenta que no se vuelve loca porque tiene que criar a su nieto. El otro nieto, Fernando, hijo de Diana, que también sobrevive, es criado por los abuelos paternos.

¿Y luego Elsa se suma a Abuelas de Plaza de Mayo?

Sí, con una polenta impresionante se suma a Abuelas de Plaza de Mayo porque dos de sus hijas, Diana y Marina, desaparecen embarazadas. Y también se encarga de dar testimonio. Ella dio un montón de entrevistas a lo largo de su vida para mantener viva la memoria de sus hijas. Y con el tiempo, ya en los últimos años, probablemente se sentía reivindicada y también sentía reivindicada la militancia de sus hijas gracias a la reactivación de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia, que los organismos de derechos humanos venían reclamando desde hacía tiempo y que retoman los gobiernos kirchneristas. Desde 2004 a 2015, durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, la militancia de los setenta se empieza a ver de otra manera: ya no es algo que hay que esconder, que da vergüenza, sino que se le da el sentido que en su momento le daban, al menos, los que optaron por ese camino, que era hacer un mundo mejor. Entonces Elsa también empieza a reivindicar la elección que han hecho sus hijas como ejemplo para otros jóvenes que salen de sus casas, como lo hicieron ellas, que con una casa hermosa en Beccar (al norte de la Ciudad de Buenos Aires, a orillas del río de La Plata) salen a luchar para que otros puedan vivir mejor.

¿Cuál es para vos la trascendencia de El Eternauta en este mundo roto?

La trascendencia es espectacular. Yo creo que hay algo del espíritu de El Eternauta que le dio Héctor en su momento que lo convirtió en un clásico. Es una historia en la que, más allá del contexto de la aventura, de una invasión y de un grupo de gente que sale a resistir esa invasión, el corazón de El Eternauta está en los vínculos que se forman entre esos protagonistas, esas personas comunes que de pronto se tienen que organizar y sale a la luz todo: la solidaridad, el miedo, la mezquindad, la necesidad de armar red con otro, la necesidad de armar comunidad. Eso hace que El Eternauta pueda ser releído desde cada presente y actualizado del modo en que lo hicieron ahora para la serie. Aun con tantas marcas locales reconocibles para los argentinos, es un fenómeno en todo el mundo y yo creo que es por esa universalidad que le dio Héctor a su propia obra.

En medio de la desolación después del golpe, en realidad un poco antes, ya en 1975 cuando todo era muy duro, las chicas siempre siguieron en contacto con Elsa, la llamaban, le mandaban cartas, y lo mismo Héctor. Había algo de los vínculos familiares y de la vitalidad y del amor que se tenían que conservaron hasta el último momento. Los Oesterheld es una historia de la militancia cotidiana de los setenta en la que las personas se amaban, se separaban, tenían contradicciones, estaban de acuerdo y en desacuerdo con muchas cuestiones, tenían dudas, tenían miedo, pero aún así estaban convencidas de que lo que estaban haciendo era para construir un mundo mejor, para que el mundo después fuera un lugar un poco más igualitario.

FUENTE: Ctxt.

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