Si la musicología o la crítica vernácula se propusieran trazar un mapa analítico de la música culta del siglo XX debería recalar, sin dudarlo, en la obra del maestro Héctor Tosar (1923-2002). Y, de paso, ensayar algunos apuntes sobre el sentido de lo contemporáneo en materia musical y sus nexos profundos en la identidad cultural, abriendo una discusión que sigue vigente (y sigue siendo necesaria), aunque, para muchos, eso ya es algo demasiado trillado.
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Al conmemorarse el centenario de su nacimiento, el Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán realizará un concierto homenaje este viernes 21 de julio.
Natalia Bibbó, Nahuel Cigarán, el Coro de la Facultad de Artes (dirigido por Ana Laura Rey), el Cuarteto Aramis (Carolina Hasaj, Silvia Blanco, Bruno Genta y Matías Fernández), Federico Curti, Leo Maslíah, Irene Porzio y Gonzalo Victoria interpretarán obras de Tosar durante el concierto que será en el Auditorio Vaz Ferreira (Av. 18 de Julio 1790), a las 20 horas, con entrada libre.
El núcleo del legado de Tosar está, sin duda, en sus composiciones para formaciones camerísticas, para piano (como la notable Sul Re, de 1981; o Tres piezas, de 1976), para orquesta sinfónica (como las Cinco Piezas Concertantes, para violín y orquesta, de 1986/87), sus breves exploraciones en el campo de la electroacústica, y sus obras corales. Pero a este cuerpo de creaciones también hay que destacar su trabajos en el campo teórico, pero especialmente en su prolífica labor docente que enriquecía con la misma musicalidad que volcaba en sus composiciones.
Cuando Tosar falleció, el 17 de enero de 2002, Coriún Aharonián, también compositor, investigador, crítico y docente, escribió:
"Tosar fue un compositor de una excepcional autoexigencia, que lo hizo ser autor de relativamente pocas obras, todas ellas minuciosamente elaboradas, y varias de las cuales permanecen como hitos de la creación musical latinoamericana. Fue además notable pianista, para quien la exhibición técnica quedaba relegada a un segundo término frente a su vuelo y a su inteligencia interpretativos. Y fue director de orquesta en varias etapas de su vida, pero nunca dedicó mucho tiempo a esa actividad. De su labor interpretativa han quedado innumerables testimonios, varios de ellos editados en fonogramas".
"Fue también docente de composición, apasionado cuando encontraba la contraparte en sus alumnos del momento. Enseñó en Uruguay, y allí recogió discípulos en sucesivas generaciones, todos ellos distintos entre sí: entre otros, Juan José Iturriberry (1936), Daniel Viglietti (1939), Conrado Silva (1940), Ariel Martínez (1940), Miguel Marozzi (1947), Carlos da Silveira (1950), Jorge Lazaroff (1950), Eduardo Fernández (1952), Elbio Rodríguez Barilari (1953), Ulises Ferretti (1953), Fernando Condon (1955), Daniel Maggiolo (1956), Álvaro Méndez (1956), Álvaro Carlevaro (1957), Felipe Silveira (1957), Jorge Camiruaga (1959), Luis Jure (1960), Fernando Ulivi (1963), además del autor de estas líneas. Algunos descollaron como compositores, otros como instrumentistas notables, otros como buenos docentes, otros aún como excelentísimos músicos populares".