¿El jazz no se trataba justamente de esto?
Nada mejor entonces que un ensayo: “Luisito”, primer track de Jipo’s mood
Hablemos un poco de jazz
En el ambiente jazzero local, Jeremías integra una joven e inquieta generación de compositores e instrumentistas que han “abierto los oídos” a cruzar experiencias, técnicas, ideas, para descubrir otras formas de materializar los diálogos con la tradición jazzera y “otros” lenguajes.
Quizás los “escuchadores” más atentos lo reconozcan por su participación en proyectos como el de la banda Nair Mirabrat o con el Juan Ibarra quinteto, sus colaboraciones con Antonino Restuccia Hernán Peyrou, Mateo Ottonello, Manuel Contrera. O, también, por sus dos ediciones fonográficas anteriores, el muy jazzero Jeremías Di Pólito Quinteto, lanzado en 2014 por Perro Andaluz —ese visionario proyecto editorial que motoriza Ángel Atienza—, o el muy personal Cantos y danzas del folklore imaginario, editado en 2018 de forma independiente en plataformas digitales.
Y en estos proyectos, al igual que en los toques en vivo, la interpretación guitarrística de Jeremías se identifica fácilmente. Su toque crea esa ilusión en los escuchas de que cada pasaje, sea una virtuosa línea melódica o un complejo entramado armónico, ‘suena’ sin esfuerzo, como de taquito, y, por tanto, ¿sería extraño que alguien intente “colgarse” en el devenir de una línea de guitarra o de trompeta, e intente al menos tararearla? ¿Cuál sería el secreto de esto? Es un misterio. No obstante, aquí, en esta música, esto funciona y se potencia por la habilidad de Jeremías para dosificar con sensibilidad el swing, la expresividad y la precisión técnica en el ensamble con otros instrumentistas (escúchese, por ejemplo, la versión del clásico “Chicalanga”, de Manolo Guardia, grabado en formato quinteto para su primer disco).
¿Hacemos otro ensayo? “Jipo’s mood”, la pieza que da nombre al EP
El tercero no será el último
Tras participar en otros proyectos durante estos últimos años, Jeremías volcó ideas y pasión en otro proyecto fonográfico, este valioso Jipo’s mood, que ya está en las conocidas plataformas, para el que convocó a viejos conocidos y socios musicales para armar un sexteto.
“Este disco lo grabamos primero como quinteto —cuenta Jeremías—, con Juan Olivera en trompeta, Martín y Juan Ibarra, el primero en guitarra y su hermano en batería, y Germán Lamonega en contrabajo. Poco tiempo después se integró Rodrigo Domínguez, que muy amigo y fue docente mío, en saxo tenor. El vive en Argentina así que su sesión fue posterior a la del quinteto, que grabó en una única sesión en vivo. Pero el clima, la onda, de ‘todos juntos en vivo’ se mantuvo”.
¿Se dio cuenta de que no es tan difícil? Probamos con “Trece”, la última pieza
El tiempo en suite
Este EP, dice Jeremías, tiene una suerte de estructura de suite. Son tres piezas que funcionan de forma autónoma —en este orden: “Luisito”, “Jipo’s mood”, “Trece”— pero también pueden interpretarse como tres movimientos de una obra, y, a la vez, su intención es que, como fue concebido Cantos y danzas del folklore imaginario, sea como una primera estación o una primera parte de un proyecto compositivo más amplio, con próximas ediciones.
“Eso que me comentaste al principio, la idea del tiempo suspendido, en el que se reconocen capas y movimientos simultáneos, es así —afirma—. Esto fue como la cara compositiva del proyecto. Y eso creo que se nota bien en los temas, porque gran parte de ellos son como bien ‘rubateados’, que no tienen un tempo funcionando así como una grilla, un tempo clavado. Cada uno de los integrantes del grupo estamos como liderando en cada uno de los temas”.
En esta forma de concebir el ensamble, “no podes quedarte esperando a que el otro toque la siguiente parte, porque, de repente, te dormiste y el otro te estaba esperando a vos... Entonces todos tenemos que dar un paso al frente. Eso genera algo que que está muy bueno y nos pone todos con una atención especial sobre lo que está pasando que genera cosas que para mí son bastante inexplicables o mágicas, o que no son explicables con palabras que no son tan técnicas; son sensaciones que a uno le transmitió a la composición, al grupo. Por eso pasan cosas como esto que decís de que el tiempo queda como suspendido”.
Ese concepto, redondea Jeremías, “me encanta porque, básicamente, ese tipo de música es la que me gusta escuchar. Dicho de otra forma, mis composiciones salen un poco de ahí, de la necesidad de identificarme con las músicas que escucho”.
El Jipo’s mood
A veces no hay forma de equivocarse. Y este es uno de los casos: Jeremías se ‘parece’ a su música. Ambos tienen fluyen con una sencillez disfrutable. Lejos de esos divismos tan caros a los virtuosos de tallas “inalcanzables”, cualquier conversa con él podría darse de forma muy sencilla en un bar, en un estudio de radio o en el living de una casa, sin perderse en argumentaciones intrincadas o en revelaciones de un arte único. Y allí quedaría —y queda— claro que su jugada principal parece está orientada a la experiencia musical colectiva, a descubrir esos detalles expresivos y técnicos no tan explorados en el lenguaje jazzístico, y a potenciar la atención sensible de los escuchas.
Es, como suele decirse en el ambiente jazzero, la vibra de Jipo, uno de los apodos de Jeremías, o directamente: el Jipo’s mood.
¿Lo escuchamos otra vez?
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Por AL