En la película se pueden ver los testimonios de sus seres más queridos, principalmente los testimonios de dos mujeres: Marianela, de 39 años, quien fuera como su hija, y Sara, de 67 años, quien fue su amiga cercana y compañera de ideales. No es casual que sean dos mujeres quienes nos llevan a este recorrido por la vida del protagonista, ya que entre otras cosas fue un defensor inclaudicable de los derechos de la mujer. Este recorrido, recordó Schroeder, está acompañado por la recuperación de mucho material de archivo, hasta registros con testimonios del propio Perico.
El estreno que se realizó en el Politeama, recordó el cineasta uruguayo, fue muy significativo “ya que Perico es toda una referencia para el departamento, y una de sus obras fundamentales, La Huella, está justamente ahí”.
Conmovedor y revelador
Carla Valencia, la codirectora y coguionista, cuenta que conoció a Perico primero “a través de sus libros”. Algunos de ellos, “ como La condición femenina o Desnudo de seguridades, fueron para mí una experiencia conmovedora y reveladora a la vez. Adivinar y conocer a una persona a través de su pensamiento y sus palabras puede dejar sin duda una huella profunda, sobre todo sabiendo que fue un cura que perteneció a una generación mucho más conservadora que la actual…Descubrir a un hombre con un pensamiento lúcido, ecuménico y “estratégicamente” no partidario fue una revelación, como también fue una sorpresa saber que muy poca gente hoy lo conoce o ha escuchado hablar de él en el Uruguay”.
Vida ejemplar
Perico consagró dedicó gran parte de su vida a la protección de niños, niñas y adolescentes lo que se materializa en la fundación del hogar La Huella como proyecto comunitario, solidario e innovador, que dio asistencia, cuidado y testimonio acerca de las condiciones de violencia y sometimiento sobre las mujeres que ejercen la prostitución.
Fue perseguido por la dictadura, recibió algún tirón de orejas por parte de la jerarquía eclesiástica (su defensa del aborto voluntario se salía de la ortodoxia) y en 1981 fundó con otros el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ Uruguay), denunciando las graves violaciones a los derechos humanos, y exigiendo la liberación de los presos políticos, así como conocer el destino de los detenidos desaparecidos.
En 1983, junto a otros dos religiosos, llevó a cabo el icónico “Ayuno del 83” por el restablecimiento del diálogo con los militares y como intento por consolidar la salida democrática. En 2002, a pedido de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos, integró la Comisión para la Paz, creada por el presidente Jorge Batlle. El sacerdote falleció en un accidente de tránsito en el balneario Costa Azul (Canelones) en enero de 2001.