Ya afincado en Uruguay, Marcel completó sus estudios secundarios y luego ingresó a la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. “Allí inicié la licenciatura en Letras… que todavía no he terminado, me falta entregar la tesis final”.
En ese tiempo de adaptación, recuerda Marcel, mantuvo su contacto con Cuba: “Trataba siempre de ir a Cuba, al menos cada dos años, especialmente en tiempo de vacaciones”. A la vez, el cruce de vivencias fue fructífero, enriquecedor: “Fui incorporando también costumbres uruguayas y fui tejiendo una red de amistades. En ese crisol uno va forjando y enriqueciendo su personalidad”.
La palabra, la música, el compromiso
“Yo vengo del campo literario” —dice Marcel—. “Y ya tengo varios libros publicados —tres poemarios y un ensayo—, y he participado en varias ferias y eventos literarios, tanto en Montevideo, en San José, como en Buenos Aires y en La Habana. Pero toda esta exploración del rap es como mi faceta creativa a la que más me estoy dedicando en este último tiempo”.
Esta búsqueda surgió “a través de un proyecto social que creé aquí, en Uruguay, el Proyecto Luces, con el que iniciamos un trabajo en las cárceles del país y también en barriadas e instituciones de contexto crítico, vulnerable. Fue una experiencia muy enriquecedora por la retroalimentación que generaba”.
Con este proyecto, Marcel descubrió el potencial del rap “como oralidad poética, como manifestación artística que permite expresar, con gran cantidad de palabras, con el ritmo, la rima, la realidad de estos contextos sociales, y generar un mensaje potente para toda la sociedad”.
El rap, que, enfatiza Marcel, tiene raíces en la propia África, luego en la cultura afrocubana, tiene a la palabra como núcleo, como motor expresivo y de sentido. “Y la palabra también es como un compromiso. Yo considero al lenguaje y la palabra como portadora de muchas cosas, y también puede ser un arma, tiene poder. Y uno tiene que ser responsable con eso que estás proyectando hacia los demás”.
Es, por tanto, “un hecho político, porque la política está inmersa en todo lo que nos rodea: es imposible desligarse de eso”.
Sin embargo, la industria hegemónica de la música ha desnaturalizado este sentido político. “El rap, desde sus inicios, buscaba el empoderamiento de los oprimidos, se enfocaba en temas sociales. La industria como que ha desnaturalizado el mensaje inicial”.
Las manchas del sol
Su reciente proyecto, Las manchas del sol, es tanto musical como visual. Cada una de sus composiciones, que están enhebradas en un plan conceptual y narrativo, tiene su videoclip, y la obra funciona como un proyecto multimedial, explica Marcel.
El título es una metáfora: “El sol es como que cubre todo el planeta, afecta a todo el planeta. Y también el sol se percibe como el epicentro de muchas cosas. Entonces es una metáfora a la que cada cual le puede dar diferentes significados: el sol puede ser la sociedad, el sistema, el ser humano. El sol, sin embargo, a veces alumbra con tanta intensidad que no nos permite ver sus manchas. Y en este disco, básicamente, esas manchas son las que modestamente trato de expresar, y que pueden entenderse como el consumismo exacerbado, la alienación del trabajo, las contradicciones sociales o la desigualdad social, el uso de las tecnologías como ingeniería social, la luz falsa de la democracia burguesa que suele pintarse con un montón de colores, pero que en realidad trata de esconder los claroscuros de sus lacras sociales”.
En la trama sonora y conceptual de este disco palpitan tanto estas ideas políticas como un sonido orgánico que abreva de distintas tradiciones musicales, apostando, como dice Marcel, al mestizaje como territorio de encuentro y de proliferación de ideas, de identidades.
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