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Cultura | Tussiwarrior | fenómeno masivo | Posironía de derecha

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Tussiwarriors: ¿Qué hay detrás del pasamontañas?

La música, lenguaje y estética de Tussiwarriors han conquistado al público más joven e incluso a los niños; y en poco tiempo, sin difusión en los medios tradicionales, se han convertido en un fenómeno masivo.

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Double Tonka, Churrito y Penjamín tienen un estilo agresivo y (vaya sorpresa) misógino; aunque ellos dicen que es humor, que para comprenderlo hay que meterse en el Tussiverso, en esa performance permanente que sostienen en sus espectáculos, en los videos que suben a las redes sociales y en los streams de los que participan donde, aparentemente, todas las conjeturas y críticas relativas a género y clase parecen diluirse en la jocosidad grosera, pseudoadolescente, que todo lo permite o simplemente en el anonimato que les confieren sus pasamontañas.

“Los Tussi: Posironía de derecha”, me recomendó titular el artículo una amiga. Ya veremos.

La habitual calma mecánica de la rambla portuaria del dimanche fue interrumpida por el hormigueo que circundaba la Sala del Museo en calle Maciel. Luego de veinte minutos de espera, entre un público mayoritariamente masculino y -25 que usaba pasamontañas en la cabeza como tributo y también remeras alusivas, olfateando el salitre, observando los contenedores y los barcos, por fin cruzamos la valla que nos separaba de la presentación de su segundo disco, Tonkiclub.

Esta historia no puede contarse sin explicar cómo este fenómeno llegó a mi vida. Hace un tiempo comencé a vivir con mi novio, quien tiene en exclusividad dos hijas adolescentes; una de ellas, de 11 años y 11 meses, gusta de torturarnos a las 6 de la mañana con los Tussiwarriors en YouTube antes de irse a la escuela.

Entramos al espectáculo, la sala explotaba de gente y mis chicas querían posicionarse frente al escenario. Fui la encargada de guiarlas en el oscuro mundo de la muchedumbre Tussera, o Tussista, no sé cuál será el término correcto.

Para mi sorpresa, en la previa se armó el clásico círculo de pogo en mitad del campo. “Esto es un mundo conocido”, pensé, puedo con esto. Con mi brazo empujé a la muchedumbre y protegí a las niñas, “tranqui igual”, me dijo una, evidentemente ilusa frente a los riesgos de ese pogo ¿trapero?

Hasta que los ídolos salieron, por fin, al escenario; con los rostros cubiertos por sus clásicos pasamontañas cantaron el Himno Nacional vestidos como falsos guerrilleros con chalecos salvavidas frente a un público enardecido.

Y la gente también cantó y saltó eufórica, toda maldita. Yo también salté, porque si algo aprendí de los toques de rock es que la única manera de sobrevivir en un pogo es saltar como el resto.

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***

Cuando salí del espectáculo en el entretiempo pensé “quién soy yo para juzgar los gustos de los más jóvenes”. Siempre me preocupa la posibilidad de convertirme en una vieja timorata que critica las tendencias juveniles del momento. Además, nobleza obliga: el espectáculo estuvo bien, la música está bien hecha, es pegadiza, los Tussiwarriors son, a fin de cuentas, un buen producto. Y producen: salieron al público en 2023 y menos de dos años después llenan conciertos, cuentan con un repertorio de más de 20 canciones, colaboraciones con otros artistas, entre ellos El Reja, con quien grabaron “Verano Maldito”, el hit del verano según los fans; rodaron múltiples videoclips, poseen fama internacional, tienen su propia mística, lenguaje y una cohesión artística.

El pensamiento crítico, sin embargo, algo de lo que todavía se hablaba en los centros educativos cuando yo era adolescente, ese lente, es como un bichito inquieto que no permite digerir el mundo así tal cual, como pasa, habrán visto, con los granos de maíz.

Los signos, como dijo Valentín Volóshinov, lingüista ruso, integrante del Círculo de Bajtín, son un terreno de disputa ideológica.

Porque no se produce nada que no tenga impreso una ideología, y todo está atravesado por la ideología y el poder, incluso el him, y además, como dijo, creo, el sociólogo Eliseo Verón, la capacidad de producir sentido es lo más importante en una sociedad.

“Creo que son de derecha y que se ponen pasamontañas porque lo que dicen y hacen está mal”, me dijo mi pareja cuando hablamos del espectáculo, aún fresco, en la intimidad de nuestra alcoba. “Uff, qué tajante”, dije y reí.

En los Tussiwarriors el lenguaje coloquial pseudoplancha es una pantomima, es parte del personaje, porque la pertenencia de clase se hace evidente especialmente en los escenarios. Son hinchas fanáticos y uno de ellos afirma en su perfil de Instagram ser socio vitalicio de Defensor Sporting Club, donde filmaron un videoclip y grabaron la nota que les hizo el diario El País. Los escenarios montevideanos de sus videoclips no son en barrios periféricos, son mayoritariamente en la Facultad de Ingeniería, el lago, los juegos, la fuente del Parque Rodó, la Plaza Varela, etc.; un usuario de YouTube comentó con ironía sobre Verano Maldito: “Con esta sí que cruzamos Avenida Italia”.

Todo es humor, dicen, pero ¿por qué el humor es siempre misógino y homofóbico? ¿Por qué lo gracioso debe ser el ejercicio del poder?

Una vez, Soledad Castro Lazaroff me dijo, en una entrevista sobre las mujeres en la murga, “el problema no es que se rían de las mujeres o de las disidencias, el problema es que solo se ríen ellos”.

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Si alguien hiciera una búsqueda rápida en Google con el filtro “noticias”, notaría que los Tussi pasaron inadvertidos para la prensa tradicional. Solo El País ha escrito un artículo titulado “¿Quiénes son los Tussiwarriors? La historia del fenómeno del trap en Uruguay que sueña con llenar el Franzini”, acompañado de un video grabado dentro del estadio de La Viola.

Hallo interesante ese fenómeno generacional: los más jóvenes se informan en streams, en TikTok y en Instagram, y los artistas, que en poco más de un año cuentan con una fama para nada despreciable, no necesitaron salir en el informativo o en la prensa escrita para darse a conocer.

En el espectáculo había varios niños de 8, 9, 10 años que asistieron al espectáculo acompañados por sus mayores como si fueran a ver un estreno de Disney. Niños que tal vez les pidan a sus responsables que les hagan el cumple temático de “los Tussiwarriors”, con disfraz incluído.

El Tussiverso, sin embargo, no parece ser un universo apto para niños. Si son protagonistas en las canciones es en referencia al sexo, al sexo con menores, que es un tema recurrente de las canciones. Tas con wachas que nacieron después de la mano de Luchito, cantan en Flow Capurro; ese ñeri es un violeta y no es de Defensor, a tu guacha le dicen [Nota musical], porque es re menor, dicen en Memas en el parking; y no es lo mismo tener un gol 2009 que tener una 2009 en el Gol Trend, en Pipupipu. Ni que hablar de “tengo el estudio lleno de menores, me dicen que son de tercero/ me dicen todas que canto bonito, su caniche es mi cenicero/ me dicen: ‘ZaZa, qué rico, estás pretty’/ me hago la paja con un Hello Kitty”.

De hecho, en un video muy difundido junto al artista Falke 912, este último les dice:

- Preguntan qué opinan ustedes de Puff Diddy.

- Pa mi es un crac ñeri, todo lo que haya hecho en la música me chupa un huevo, yo lo banco por lo que hizo por fuera.

- ¿Tenía un par de Gol 2009 no?

- Tenía varios más chicos, estaba a tope de gama, tenía 2020, tenía de todo, yo quiero saber de dónde sacaba el aceite.

Puff Diddy es el rapero denunciado por múltiples abusos sexuales y las referencias al año de los autos tienen que ver con las edades de las chicas.

“Lo que pasa que es imposible tomarte en serio las cosas que decimos. Si te lo tomás en serio es porque no entendiste”, dijo Churrito en diálogo con El País, consultados por Rodrigo Guerra sobre por qué pensaban que aún no los habían cancelado. Aseguraron que hay que buscar el doble sentido, la metáfora y no caer en la literalidad.

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El tópico más recurrente en las canciones es el abuso de sustancias.

Investigando descubrí la existencia de drogas que no sabía que existían, solo escuchando las canciones. Tal vez son emisarios encubiertos de alguna iglesia y sus letras tienen fines pedagógicos, cómo saberlo.

Ya el nombre del grupo, ‘Tussiwarriors’, quiere decir guerreros del Tussi, la cocaína rosada, una droga detectada en Uruguay por primera vez en 2018 sobre la que advirtió la Junta Nacional de Drogas. Los componentes tradicionales son ketamina, MDMA (éxtasis), catinonas, benzodiacepinas y opioides como el fentanilo.

Cuando discutían algunos usuarios en TikTok sobre si eran o no “chetos”, varios dijeron “y sí, son los Tussiwarriors, no los guerreros de la pasta”.

Enumerar todas las alusiones a la droga en sus canciones sería una misión absurda. Unos botones de muestra. En “Dirty Dashana” hacen una alusión a tomar Sprite con jarabe para la tos porque tiene codeína (es potencialmente adictivo) y a consumir “planchas y planchas de XANAX”. Descubrí que el Xanax es un ansiolítico, también que el Galaxy Gas de la canción homónima, alude a inhalar óxido nitroso de los productos Galaxy Gas, tendencia entre jóvenes que usan el “gas de la risa" para quedar colocados.

Marihuana, cocaína, pasta base, tussi, todas las drogas tienen su lugar.

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***

Estábamos sentados con amigos alrededor de una mesa en un cumpleaños el miércoles. Mi pareja me pidió que saque el tema. Les contamos nuestra experiencia en la Sala del Museo el domingo. Algunos sabían de qué hablábamos, otros no. Mis amigos son jóvenes pero no es un fenómeno muy +25. Los que sabían opinaron que “es obvio que son unos varoncitos ricos, probablemente de derecha” y que “usan pasamontañas para que no los cancelen por las cosas que dicen”. Sin embargo, también opinaron que la música que hacen está muy bien, lo que es mucho decir ya que casi todos allí eran músicos.

Alguien que, por conocidos en común con los enmascarados, sabía más que todos nosotros, irrumpió en la conversación desde el otro lado de la mesa: “Sí, yo creo que son de derecha, de hecho me comentaron que uno estuvo en una lista de la juventud del Partido Colorado”, afirmó. “Y yo escuché que todos ellos se conocen del mismo colegio privado, un colegio muy high”, le respondió una amiga.

Se conjetura en redes sociales que son exestudiantes del Saint Brendan’s School, algunos de ellos estudian sus carreras en universidades privadas como la Universidad Católica y la Universidad de Montevideo y tienen magros perfiles en LinkedIn.

“Ya se sabe quiénes son, alguien lo publicó en TikTok”, dijo nuestro informante calificado y nos mostró unas fotos de quiénes serían, presuntamente, los Tussi.

“Yo tengo una duda”, les planteé: “Tonkiclub, Willy Tonka, Tussi Tonkas, Tonkita exclusive… ¿Qué carajo es una tonka?”. Nadie sabía. “Una tonka es una gorda, es por las camionetas Tonka”, dijo el chico de las respuestas. En Wikipedia dice que "tonka" significa "grande" para los Sioux, el pueblo indígena norteamericano.

“¡Encima de todo, gordofóbicos!”, dice una amiga, y todos ríen.

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Ni el pasamontañas ni el anonimato son algo novedoso en el arte. Eso sí, las referencias que tengo en mente difieren, a priori, en los objetivos de los Tussiwarriors, quienes utilizan el símbolo pero vacío de contenido político.

Si las artistas y activistas feministas rusas Pussy Riot ocultan sus rostros bajo pasamontañas para no ser identificadas por la policía, los Tussiwarriors lo hacen para reproducir un discurso sistémico.

Las Pussy irrumpieron en la escena mundial con un discurso con una fuerte carga política contra el autoritarismo, el machismo y la homofobia. Algo parecido hizo el colectivo artístico feminista y antirracista Guerrilla Girls que, ocultándose detrás de máscaras de gorilas, denunciaban el machismo en el arte en los ‘80. Siendo ampliamente difundida la intervención frente al Metropolitan Museum de NY: “¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar al Met Museum? Menos del 5 % de los artistas expuestos en el museo son mujeres, pero el 85 % de los desnudos son femeninos”.

En un estado del arte donde se busca lo espectacular, solo queda la ideología homogeneizante de lo espectacular, el impacto en raras ocasiones surge de la idea devenida símbolo, sino del símbolo expuesto vacío. Hay un elemento que mantiene viva la atención, el interés y el erotismo: es el misterio, lo que no se muestra a menudo atrae más la atención que lo explícito; en esta cualidad, en conjunto con las canciones hedonistas que exaltan el consumo de drogas y la objetivación de las mujeres, tal vez radique parte del éxito.

Los Tussiwarriors son un material interesante para pensar sobre algunos problemas actuales; entre otros, los límites de la libertad de expresión y las consecuencias de los contenidos para adultos que ven los niños en sus teléfonos.

Si se preguntan qué opino, solo puedo decirles que es domingo, ha pasado un tiempo desde el espectáculo y no puedo despegarme las canciones que se han adherido a mi cerebro como un chicle.

A fines del año pasado, los Tussiwarriors tenían 174 mil oyentes en Spotify. Al momento de escribir este artículo tienen casi medio millón y no paran de crecer.

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