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Cultura | Antología - José Gamarra | MNAV |

Muestra en el MNAV

Una deuda saldada: "Antología - José Gamarra"

La muestra "Antología - José Gamarra", que va desde este jueves en el MNAV del Parque Rodó, repasa 8 décadas en la producción de un artista fundamental.

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A partir del 23 de marzo, se podrá apreciar en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) una de las muestras más esperadas (o al menos así debería ser), Antología - José Gamarra, la que salda una deuda histórica con una de las figuras clave de las artes plásticas uruguayas, y que estará abierta al público hasta el 21 de mayo en la sala 5 de este enclave cultural clásico del Parque Rodó.

En el texto curatorial que apoya la muestra, Enrique Aguerre, director del MNAV, explicó que esta antología recorre casi ocho décadas en la producción plástica de Gamarra, radicado en Francia desde los años sesenta.

"El MNAV estaba en deuda con Gamarra, ya que durante todos estos años no se le había organizado una muestra individual en sus instalaciones —si bien se lo homenajeó con un significativo reconocimiento desde el Ministerio de Educación y Cultura en 2014, al denominar el 56º Premio Nacional de Artes Visuales con su nombre—", escribió Aguerre. "Seguíamos sin poder acceder a una obra que a partir de 1963 se ha desarrollado en Francia, donde Gamarra se radicó definitivamente, aunque nunca dejó de tener profundos lazos con nuestro continente y en especial con Uruguay".

Esta Antología - José Gamarra se pudo concretar gracias a un gesto de generosidad del reconocido artista, quien donó al MNAV 31 obras de su colección. Estas obras, celebró Aguerre, "nutren significativamente el acervo de la institución y por ende el patrimonio artístico de nuestra nación. La relación del artista con el Uruguay es profunda y se renueva, fortaleciéndose, a través de acciones altruistas como esta".

¿Quién es José Gamarra?

Aunque su nombre tiene una rítmica contundente, poderosa, José Gamarra es un hombre leve. Podría rugir como el viento, pero habla lento, con pausas, sin estridencias. Sus declaraciones podrían ser tan frondosas en imágenes, en valoraciones, en críticas, en detalladas descripciones como las que abundan en las selvas que ha pintado. Pero no: son muy breves, pronunciadas con diáfana sencillez, sin frases dilatadas por torrentes de adjetivos.

¿Dónde está el hombre leve llamado José Gamarra? ¿Dónde está el artista José Gamarra, nacido en Tacuarembó, en 1934, que ha pintado selvas, helicópteros, aviones, hombres, mujeres, signos para un vocabulario ancestral?

Está junto a una ventana que da hacia un envejecido paisaje de edificios del centro montevideano. Y por esa ventana entra la luz vespertina que dibuja su figura en un contraluz. A su lado, dos sillones enfrentados, dos sillas, una mesa baja, libros, muchos libros. Antes, un ascensor antiguo, un pasillo y una pequeña sala en penumbra con paredes cubiertas de cuadros.

También está, desde 1963, en Arcueil, una ciudad del departamento de Valle del Marne, en la región de la Isla de Francia. Y está en Río de Janeiro o en San Pablo, Brasil. Y en Nueva York, en el Museo Metropolitano de Arte; o en París, en el Museo de Arte Moderno; o en Buenos Aires, en el Museo de Arte Moderno.

Gamarra no disloca los límites legalizados por la física. La fusión entre el hombre y su obra artística, sin embargo, conquista lo imposible. En sus selvas, sus signos, sus retratos, que habitan los museos y salas de exposiciones, está, invariablemente, Gamarra. Y Gamarra es su obra. Sus colores, texturas, formas, tienen la virtud de reconocerse inmediatamente: son (de) Gamarra. Hombre y obra fundidos en una voz única; una voz que reconoce y elogia la crítica especializada, que estimula la imaginación del observador de a pie, que codician los grandes espacios expositivos, que proyectó su compromiso social y político. Una voz que recorre otros mapas, pero que todavía espera una retrospectiva en su país natal.

El hecho de que no haya un conocimiento mayor de la obra del artista en Uruguay tiene causas múltiples. Entre las más importantes podemos mencionar que Gamarra expuso individualmente en nuestro país desde 1948 hasta 1972 (en Galería U, de Enrique Gómez, fue su última muestra), recién a partir de 2009 volvió a exponer en diferentes ocasiones en Galería de las Misiones de Montevideo y José Ignacio —Maldonado— y por última vez hasta este momento, antes de la exposición que estamos presentando en el MNAV, en 2013 en el Museo de Artes Plásticas de Tacuarembó (MUART). A esto hay que agregar que, si bien existe obra de Gamarra en colecciones privadas de nuestro medio, es escasa la presencia de su pintura en colecciones públicas de nuestros museos, ya sean de carácter municipal o nacional, lo que dificulta enormemente su difusión. De allí la importancia de esta muestra de carácter antológico que nos permite recorrer sus principales períodos, que comienzan con sus dibujos y pinturas tempranos, realizados en su infancia y juventud, pasando por la abstracción de sus signos, hasta llegar a sus siempre reveladoras y sorprendentes selvas.

Declarado Ciudadano Ilustre de Montevideo desde diciembre de 2021, José Gamarra es uno de los nombres claves en la historia de las artes plásticas uruguayas. Un mérito conquistado a través de una muy extensa obra pictórica y por un periplo vital que atraviesa el siglo XX y este primer tramo del XXI con una fuerza no siempre reconocida (o valorada) por la institucionalidad del arte contemporáneo local.

Él, José Gamarra, sin embargo, cuenta su historia sin recalar en la exaltación de los méritos ni el juicio lapidario sobre las ¿distracciones? oficiales.

“Con la pintura se fueron abriendo puertas, y por ahí caminé. Practiqué mucho el grabado, pero la pintura siempre predominaba, entonces dejaba de lado el grabado y otras cosas para dedicarme a la pintura. Repasando toda la historia de mi formación, hoy en día veo que esto ha sido casi como un destino”, dice. Y no agrega mucho más.

Tampoco se explaya en alambicadas descripciones sobre sus exploraciones estéticas ni sobre las técnicas aplicadas al trabajo con el color, las formas, la composición.

“Es muy difícil explicar eso para mí”, dice. “El cuadro se va haciendo en un proceso en el que hay cosas que se borran, cosas que aparecen, desaparecen y vuelven. Preconcebir el cuadro para mí no existe. Se va haciendo a medida que se va pintando. Es difícil darle un significado a eso, explicarlo, porque en realidad no tengo esa preocupación de planificar, de preconcebir el cuadro. También está en ese proceso la influencia de otros pintores. Es que nada nace naturalmente, como una invención. Siempre partimos de algo”.

Y no agrega mucho más. “Son pinturas, nada más”, dice.

Las explicaciones, las hermenéuticas posibles, quedan para los críticos. Los cuadros, sus cuadros, tienen otras vidas. Son nudos de significantes estéticos que se valen por sí mismos. El trabajo con las percepciones y con la imaginación queda en esa zona en la que se construye una alianza con el observador. De ahí emergen los significados, la trama de sentidos sociales de un arte que, sin encallar en el panfleto o en el manifiesto explícito, deviene denuncia, relato comprometido con las problemáticas sociales que atraviesan el continente latinoamericano. Ahí están, fue dicho, el vocabulario con signos ancestrales, las selvas verdes pintadas hasta el detalle más pequeño, los territorios originarios, los cerros, la invasión de helicópteros, las amenazas belicistas, el riesgo ecológico.

¿Su arte, por tanto, es político? “Yo no lo hago en ese sentido. Ciertas cosas, acciones, las veo como una especie de divertimento. Es decir, gozar haciendo el cuadro”, dice Gamarra en un tono de voz pequeño. Y no agrega más explicaciones. Al observar las pinturas se debe reconocer: más explicaciones son innecesarias.

Escribe el crítico e historiador de arte Philippe Dagen en un texto analítico fechado en febrero de 2022, en París: “Es difícil ver con cuál de sus contemporáneos podría compararse Gamarra cuando, en su taller de Arcueil, en las afueras de una metrópoli moderna, consigue así hacernos penetrar por un momento en el tiempo y el espacio de los mitos. La palabra encantamiento se impone, en todos sus sentidos”. Y cita al poeta francés Édouard Glissant: “La pintura de José Gamarra es así una cartilla mítica donde aprendemos a desentrañar y enraizar nuestras certezas comunes. La parte del sueño es inseparable de lo que nosotros mismos abrazamos en dicho espacio”.

Conexión Uruguay

“Yo sigo sintiendo una gran conexión con Uruguay y sigo atento a todo lo que pasa”, dice Gamarra.

Así es ahora y fue a fines de los años cincuenta se instaló en Brasil gracias a una beca del Ministerio de Relaciones Exteriores del país vecino; cuando viajó y se radicó en París, Francia, a comienzos de los años sesenta.

“Siempre estuve en contacto con lo que pasa acá”, repite. “La prueba de eso es que, cuando sucedió aquí la crisis política, en los setenta, con la dictadura, allá estaba yo para unirme a toda la gente que iba exiliada, y hacía cosas, ayudando. Y tratando de establecer contacto con ellos y entre ellos”.

Si bien vivió solo los primeros años de su infancia en la ciudad de Tacuarembó, algunos recuerdos, enfatiza, siguen frescos. “Me acuerdo de la escuela, que era una escuela de varones, que estaba en la plaza… bueno, no me acuerdo del nombre de la plaza. Una de las cosas que siempre me vuelven de ese tiempo es que había un niño que venía descalzo a la escuela. Y otra cosa que me acuerdo era que desde donde yo estaba sentado en el salón de clase veía el pizarrón de otro salón, donde estaban haciendo un ejercicio con un automóvil que subía una cuesta; mi hermano, el mayor, estaba en grupo y yo recién empezaba”.

En ese tiempo “fue cuando empecé a venir a Montevideo, tendría entre cuatro y cinco años, a la casa de mi abuela materna, María Francisca (Macedonio), que vivía en Instrucciones y camino Mendoza; mi madre me mandaba con una vecina que tenía que viajar a la capital. Recuerdo también la escuela ‘de Maye’, que estaba rodeada de viñas. Después cambié de escuela, fui a la escuela piloto número 129, que era de tiempo completo. Fue una experiencia importante. Me acuerdo de las maestras María Mercedes Antelo y Bell Clavelli. Ellas fueron fundamentales para profundizar en la pintura, en el dibujo”. En esa época, sigue, participó en su primera exposición. “Fue con otras escuelas; una fue en el Subte (Municipal, en 1947)”. Dos años después llegó la segunda, que fue en el Ateneo de Montevideo.

Otro lugar que reaparece entre sus recuerdos es el departamento de San José, “que fue muy importante para mí. No viví ahí, pero era un lugar donde se realizaban los salones de arte… y yo iba, me juntaba con otros pintores. Fue una época muy importante”.

El periodista y comunicador Heber Perdigón, radicado en Francia y autor de la monumental monografía sobre la vida y obra de Gamarra, que fue editada a comienzos de este año, reconoce que, pese a los lazos que el artista mantiene con Uruguay, la escena cultural local no ha sido justa con su aporte. “En Uruguay no le han dado mucha bolilla, pero en Europa, sobre todo en Francia, sí”, afirma Perdigón.

Aunque este libro, que incluye la reproducción de más de 900 obras, textos analíticos y biográficos, compensa en parte esta situación, todavía falta concretar una muestra retrospectiva que contemple las distintas etapas que jalonan el lenguaje pictórico de Gamarra.

Perdigón cuenta que este proyecto está en carpeta desde hace tiempo. El artista donó para ello treinta obras que quedarán en el país, a las que se suman otras cuarenta que vendrían para integrarse a la retrospectiva, pero que luego volverían a Francia. En esta selección hay piezas representativas de sus primeros años, de su búsquedas con los signos ancestrales, de los años setenta con referencias más comprometidas en lo político y social, hasta sus últimas creaciones.

Todo este rico material, cuenta Perdigón, se iba a exponer en el Museo Nacional de Artes Visuales, con la curaduría de Enrique Aguerre, su director. Sin embargo, los enredados vericuetos de la burocracia oficial han cumplido con su vocación histórica: levantar trabas. El proyecto lleva varias postergaciones y los fondos ¿no aparecen o no están?

Y vuelve la pregunta inicial: ¿dónde está José Gamarra?

Está en un apartamento céntrico recordando su infancia en Tacuarembó, los primeros viajes a Montevideo, sus primeras etapas formativas, su estancia en Brasil, su radicación en Francia hace casi seis décadas, sus exposiciones, sus búsquedas lúdicas en la pintura, sus selvas, sus pictogramas.

Pero no está en una retrospectiva local que haga justicia con su trayectoria. Él, ciertamente, no lo plantea, pero la interrogante se impone sola: ¿la institucionalidad oficial de la cultura se olvidó de Gamarra y no “se hace cargo”? ¿Dónde está José Gamarra para Uruguay?

La deuda saldada

Enrique Aguerre escribió: "Antología - José Gamarra salda esta deuda histórica con el maestro, pero en forma parcial. Quiero creer que esta exposición es solamente el comienzo de un acercamiento más profundo a la obra del artista por parte del público uruguayo. Y que, de esta manera, se valorará en su justa medida, contando con que su incorporación a las diferentes propuestas expositivas que lleva adelante el Museo —a través de la exhibición permanente de su acervo, además de otros proyectos— torne insoslayable su presencia. Es un compromiso que tomamos desde que comenzamos a trabajar en este proyecto y que culmina con la muestra y su catálogo respectivo. No se puede entender la historia del arte producido en el Uruguay sin el aporte del maestro José Gamarra, y esta opinión es unánime".

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