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Cultura | Víctor Jara |

Mi canto es de los andamios

Víctor Jara: La voz que no lograron apagar, florece cada primavera

Hoy se cumplen 52 años del asesinato de Víctor Jara. Aquí el último poema de Jara, canto esperanzado que el fascismo no logró acallar.

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Aunque le hayan destrozado las manos, para impedir que cante al pueblo, Víctor Jara atraviesa el tiempo y el espacio; se cuela en los oídos de las generaciones que no olvidan la promesa de que la "primavera es inexorable", como dijo Neruda. Hoy, quienes a pesar de todo siguen "la estrella de la esperanza" deben recordar, como dijo el poeta, que esa estrella, "continuará siendo nuestra".

Crónica de una muerte

Llevaron a Víctor a la mesa y le ordenaron que pusiera las manos sobre ella. En las manos del oficial surgió, velozmente, un hacha. De un solo golpe, le cortó los dedos de la mano izquierda a Víctor y, con otro, los de la derecha.

Se escuchó el clamor colectivo de 6.000 presos. Estos 12.000 ojos vieron entonces cómo el mismo oficial se abalanzó sobre el cuerpo caído del cantante y actor Víctor Jara y empezó a golpearlo mientras gritaba: "¡Ahora canta, cabrón, ahora canta!".

Jara recibió más golpes, pero se incorporó y caminó hacia la confluencia de la arena y las gradas. Se hizo un profundo silencio. Y entonces se oyó su voz gritando: «Muy bien, camaradas, hagámosle el favor al señor comandante». Se tranquilizó un momento y luego, levantando las manos ensangrentadas, comenzó a cantar con voz temblorosa el himno de la Unidad Popular.

Venceremos, venceremos, venceremos, al fascismo, venceremos. Cumpliremos con nuestro deber sembraremos la tierra de gloria, socialista será el porvenir, todos juntos seremos la historia, a cumplir, a cumplir, a cumplir. Y todos cantaron con él. Venceremos, venceremos, venceremos, al fascismo, venceremos. Cumpliremos con nuestro deber sembraremos la tierra de gloria, socialista será el porvenir, todos juntos seremos la historia, a cumplir, a cumplir, a cumplir. Y todos cantaron con él.

Se disparó una descarga y Jara cayó muerto.

Sacado a escondidas del estadio poco antes de su muerte, he aquí su último poema:

Somos 5.000, aquí en este pequeño rincón de la ciudad. ¿Cuántos somos en todas las ciudades del mundo? Todos, con la mirada fija en la muerte. ¡ Qué aterrador es el rostro del fascismo! Para ellos, la sangre es una medalla, la carnicería, un gesto heroico. Canción, no puedo cantarte bien cuando debo cantar por miedo. Cuando me muero de miedo. Cuando me encuentro en estos momentos infinitos. Donde el silencio y el llanto son los ecos de mi canción. Somos 5.000, aquí en este pequeño rincón de la ciudad. ¿Cuántos somos en todas las ciudades del mundo? Todos, con la mirada fija en la muerte. ¡ Qué aterrador es el rostro del fascismo! Para ellos, la sangre es una medalla, la carnicería, un gesto heroico. Canción, no puedo cantarte bien cuando debo cantar por miedo. Cuando me muero de miedo. Cuando me encuentro en estos momentos infinitos. Donde el silencio y el llanto son los ecos de mi canción.

Siempre septiembre

Hoy, 18 de septiembre se cumplen 52 años del asesinato de Víctor Jara a manos del fascismo. Su voz y lírica son aún hoy, emblema de lucha y esperanza para toda América Latina.

Víctor fue cantautor, director teatral y militante comunista chileno. También fue un niño campesino, un adolescente que dejó los estudios para trabajar, un joven que buscó en el sacerdocio su vocación, que prestó servicio militar obligatorio, para terminar volcándose al arte, a través de la música y el teatro, siempre, con la perspectiva revolucionaria de soñar y construir un futuro mejor para su pueblo.

Nacido el 28 de septiembre de 1932 en una familia campesina humilde, estudió teatro y desde joven comprendió la cultura como herramienta transformadora. Sus canciones —Te recuerdo Amanda, El derecho de vivir en paz, Plegaria a un labrador— dieron forma al movimiento de la Nueva Canción Chilena.

Canto que ha sido valiente

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del que morirá cantando las verdades verdaderas, no las lisonjas fugaces ni las famas extranjeras sino el canto de una lonja hasta el fondo de la tierra del que morirá cantando las verdades verdaderas, no las lisonjas fugaces ni las famas extranjeras sino el canto de una lonja hasta el fondo de la tierra

El 11 de septiembre de 1973, tras el golpe de Estado contra Salvador Allende, Jara fue detenido en la Universidad Técnica del Estado, donde trabajaba. Como tantos otros militantes, fue trasladado al Estadio Chile, convertido en centro de detención y tortura.

Allí fue golpeado, salvajemente torturado y finalmente ejecutado con 44 disparos. Le destrozaron las manos. Su guitarra "con olor a primavera", fue también destrozada frente a él. Su nombre quedó marcado a fuego como una de las víctimas más emblemáticas de la dictadura de Augusto Pinochet.

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