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Cultura y espectáculos Eli Almic | música | Atardecer naranja

La llave y otras herramientas

Eli Almic: "En el rap descubrí una potencia que no sabía que tenía"

La música y actriz, presenta su nuevo disco La llave con un espectáculo escénico-musical que fusiona el rap con la actuación.

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Eli Almic tiene una voz que no pide permiso. Lo que empezó como un rap frontal en 2016 con su primer disco, Hace que exista se expandió en búsquedas más abiertas, donde el canto, la actuación y la escritura conviven.

Fue puliendo su voz a fuerza de encuentro con el público, introspección y proyección, y con ese proceso consiguió una singularidad que a la vez es punto de encuentro de emociones colectivas.

En Días así (2020), su segundo disco de estudio, afianzó un modo propio de narrar lo íntimo y lo comunitario. En 2018 publicó el EP Reflejo, que al año siguiente obtuvo el Premio Graffiti. Ese mismo año lanzó Brujas, un tema icónico que le pone armonía a un canto de la calle, a una inscripción de bandera, que se convirtió en una parte simbólica de la banda sonora de la lucha feminista. A dúo con DJ RC o junto a su banda, se presentó en festivales y escenarios en Montevideo, Barcelona, Córdoba, Rosario, Buenos Aires, Santiago de Chile y Brasil. Ese recorrido no la mareó ni le hizo perder la brújula: su flow puede sonar con la inocencia de la niñez o con la gravedad de un grito adulto, y sea hablado o cantado, se pone al servicio de un verso honesto.

Dice que la música la salvó de momentos oscuros. Que la vulnerabilidad también es un lugar de fuerza. Y que como rapera y actriz, le interesa cada vez menos separar esos mundos. También dice que lo que más le importa es ser fiel a sí misma.

Ahora, con el estreno de La llave, su nuevo disco que presenta como espectáculo escénico-musical, Eli Almic se afirma como una de las artistas más permeables del momento, alguien que sigue empujando los límites del hip hop y expandiendo sus fronteras hacia la canción y el arte en vivo.

Compartimos algunos fragmentos de la entrevista realizada en el episodio #15 de Atardecer naranja e invitamos a todos los lectores a seguir acompañando el programa. Todos los jueves a las 18 hs., conversaciones sensibles y filosas con artistas y personas vinculadas a la cultura.

Embed - Atardecer naranja #15. Eli Almic

Un rap de acá

Sos actriz y cantante, ¿qué sentís que traficás de una disciplina a la otra en tu forma de hacer arte? ¿Cuánto hay de actriz que canta y cuánto hay de rapera que actúa?

Rapera que actúa muchísimo, por la conciencia que me dio en todo sentido la formación, desde la primera vez que me paré en un escenario. Me acuerdo que la primera vez que rapeé se cortó el beat y seguí a capella, con una seguridad que yo no sé si eso hubiera pasado si yo no hubiese hecho la EMAD. Creo que cuando actuamos lo ideal no es pensar en cómo nos están viendo afuera, pero bueno, a veces cuando estoy cantando, rapeando, como que no lo puedo evitar, y eso te da una conciencia. De este tema lo hago acá parada en la jirafa, por ejemplo, en este tema rompo la quietud y miro al público, y acá me muevo más lento, más rápido para manejar el aire. Cada vez lo empecé a profesionalizar un poco más, armarme guiones y eso. Pero ya en los primeros momentos también tenía como una comodidad que hacía que me pudiera desenvolver, no parecía que estaba recién arrancando. Después al revés, no sé qué tanto, nunca actué nada que tuviera que ver con el rap, entonces no sé bien si hay algo de la rapera en mi ser actriz. También porque me formé como actriz antes de rapear, entonces no sé, pero debe estar. En algún lado está. Ojalá algún día pueda actuar de rapera.

¿Qué descubriste cuando empezaste a rapear que no sabías que estaba ahí?

Creo que lo primero es que descubrí una fortaleza, una potencia que no sabía que tenía. Que intuía que tenía, pero no sé si me animaba a creerlo del todo. Porque el rap no es un lenguaje que yo conocía hace tanto, ni en profundidad. Soy de Malvín, que debe ser de los barrios menos raperos, porque el rap estaba en La Teja, en El Cerro, en el oeste, mayormente. Y antes de eso creo que me sentía un poco perdida. Me dio una gran motivación, por eso le agradezco mucho.

El rap me dio un motor, me hizo sentir que tiene sentido que yo esté acá en el mundo para esto. Para mí misma, no pensando en el aporte, en el afuera y todo eso, sino en cuanto a mi propio sentido. Eso es lo que yo más rescato.

El hip hop tiene una raíz como súper específica, otro idioma, otra cadencia. ¿Cómo pensás la tensión entre mantener la potencia original del género y cómo lo fuiste adaptando a la forma de hablar, el sentir del Río de la Plata?

En sus orígenes el género surge en el Bronx, pero no se hablaba solo inglés, porque también había mucha migración latina. Había mucha gente de Puerto Rico, de República Dominicana, México, gente de otros lugares que vivía en Estados. Entonces ya había una fusión de orígenes bien interesante. Igualmente lo primero que yo conozco es en inglés, yankee. Pero cuando arranqué ya había un montón de referencias en español.

Creo que fui a buscar más eso, qué están diciendo en Latinoamérica. Para mí mi escuela de rap, o lo más parecido a eso, es la chilena, que es uno de los países más raperos del mundo, si no el más. Anita Tijoux es una súper referente chilena. Para mí fue como empezar a hacerlo y darme tiempo para descubrirme en esto. Entender qué le podía aportar yo. Creo que lo que tenía era la personalidad, que eso para mí también es importante.

En sus orígenes es la voz que quieren tener los que no tienen voz. Yo no vengo de un barrio marginal, pero en algún punto sí me sentía muy eso, como que algo en mí tenía que nacer y afianzarse para encontrar un sentido. Siempre fui al frente con mucha personalidad, pero por dentro me sentía diferente.

Entonces te protege un poco rapear, porque parece que tenés tremenda seguridad ante el mundo, y tal vez no es así. Y eso me parece que es muy potente como herramienta. Vos hacés un taller en un barrio y realmente le puede cambiar la vida a una persona que está buscándose, o que tal vez no tiene estímulos.

¿Cómo sentís que funciona el rap con el candombe y la plena cuando lo fusionás en algunas de tus canciones?

Creo que fluye con naturalidad, porque soy uruguaya y lo tengo en mí. Más allá de que tal vez no es el género que más conozco en profundidad, me mueve. De niña iba a las llamadas de Malvin, que tocaba La Gozadera, y siempre bailé cumbia. Tengo el recuerdo de pasar fin de año en Neptunia, en lo de mi tía, y sacar unos parlantes para el patio y estar bailando hasta las 5 de la mañana, cumbia y plena, siento que tengo esa conexión con el cuerpo, con el baile. Y escucho un tambor y a mí me lleva a hacer un flow específico que lo siento.

El rap tiene una cosa muy rítmica, y la percusión por supuesto también, entonces es muy lindo lo que sucede cuando están juntos. También creo que tengo muchísimo por aprender, por suerte, y cada vez voy a ir encontrando cosas y me encanta que así sea.

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Entre lo íntimo y lo social

En tu música hay un cruce constante entre tu historia y la pertenencia a un contexto social. ¿Cómo pensás esa relación entre lo personal y lo universal?

Creo que es algo que no puedo separar, ni lo intento, porque creo que lo que me apasiona de escribir canciones es ese diálogo entre lo personal y lo social. Sobre todo en este disco, es momento para mí de encontrarme con mi historia y ver cómo la cuento, pero también hay personas con historias duras, y capaz que no todas las personas pueden conectar con eso. Creo que eso también es un privilegio, poder sumergirme en el propio dolor y ver cómo lo puedo ordenar, cómo lo puedo analizar, y hacer canciones, transformarlo. Y al mismo tiempo me parece que venimos todos de un lugar, de un árbol, entonces hay un diálogo inevitable. Creo que hay algo de filosofar que también lo tiene el género.

En los últimos años hubo algunas transformaciones en cuanto a la visibilidad y las reglas del juego para mujeres, disidencias y minorías. ¿Cómo sentís que esos cambios atravesaron tu música? ¿Cómo podrías hablar de la canción Brujas en ese sentido?

Es raro, porque se supone que las cosas cambiaron, pero a veces es bastante forzado. A veces incluyen para lavarse un poquito la imagen pero estructuralmente es parecido. Yo he tenido un montón de oportunidades para estar en espacios, no sé si lo digo tanto por mí, pero viéndolo de una forma más global, sobre todo para las disidencias, es muy difícil. Creo que la mayoría de gente que organiza movidas ni sabe quiénes son los proyectos de las disidencias.

A mí, Brujas me transformó completamente. Es la primera canción que toco con un poco de miedo y me termina abriendo una puerta. La devolución que siento que se me dio desde el feminismo en general fue preciosa. Lo sentí como un mimo tremendo y me dio confianza para poder seguir abordando esas cosas. Que me digan “Está sonando Brujas en el 8M en Buenos Aires”, cosas que yo nunca hubiese pensado, fue súper reconfortante. Y sentirme parte, a mi forma, de una cosa mucho más grande. Eso es muy lindo también. El tejido de una red. Más allá de que somos personas y las contradicciones son parte de todo, tampoco hay que idealizar nada.

Igual me parece que estamos muy lejos aún de una transformación real a nivel social. Yo no termino de entender este momento presente.

También pienso en el público. ¿Cuántos varones van a ver proyectos de mujeres o disidencias? Yo eso lo re veo en el rap, o en lo que yo hago que tampoco es rap purista.

¿Por qué la mayoría de las personas que me van a ver son mujeres y disidencias? O sea, me encanta, pero también me gustaría que vengan más hombres.

Yo sé que hay cosas que señalo que son duras, que pueden ser incómodas, pero ¿eso hace que te chupe un huevo? Para mí ahí es cuando se ve el cambio. En el que nuestros proyectos también tengan un valor desde ahí. En el querer ser parte, ver qué es lo que estoy diciendo, no como una verdad absoluta, pero algo para ver también.

En La Llave, el espectáculo escénico musical que vas a presentar con dirección de Felipe Ipar, la música del disco nuevo y actuación se mezclan de una manera muy directa. ¿Cómo están trabajando ese cruce?

Estoy súper contenta de trabajar con una persona tan cuidadosa como Feli, y siento que tiene mucha data que a mí me aporta. Estamos trabajando con las canciones del disco. Hay algunas que tienen imágenes más claras, recuerdos, situaciones concretas, otras no, son más abstractas.

Está bueno porque es un cruce total de lenguajes, Un concierto no es, y una obra de teatro tampoco. Es muy escénico, hay mucho de actuación, y también está mi banda y están las canciones. Hay momentos donde hay cosas montadas que están en las canciones y hay momentos en que no. Elegimos bien los momentos escénicos y por qué. Hay canciones que tal vez no son las más conocidas pero que le dimos un lugar re potente escénicamente y eso fue un lindo hallazgo.

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El arte como lugar donde poner la pregunta interminable

Hoy la música se mueve en redes con algoritmos y plataformas que condicionan la visibilidad y además sos muy activa en redes sociales. Una parte de tu proyección como artista tuvo que ver un poco con esa exposición. ¿Cómo manejás esa presión para que la forma no dicte el fondo? ¿Cómo te cuidás de los riesgos de que la exposición interfiera con la autenticidad de tus procesos creativos?

Me ha pasado un montón. Como que no te digo “ahora ya estoy del otro lado”, pero tengo un poco más de herramientas para protegerme. Para mí fue un viaje el momento previo a la pandemia. Porque creía que no me importaban un montón de cosas hasta que de repente me estaban recontra afectando. Y yo me estaba comparando de una forma re hostil con otras personas, viendo algo de mí misma poco benevolente.

Sos un número en algún punto, porque importan las reproducciones de Spotify. Es muy difícil que eso en algún momento no te afecte. Porque con Brujas llegué a un millón de reproducciones y con las otras canciones no. Si te agarra media insegura puede ser difícil.

Ser un artista independiente hoy implica lidiar con eso, y con saturación de información, algoritmos con expectativas comerciales. ¿Cómo lográs sostener tu proyecto en el tiempo sin que la urgencia de visibilidad te limite? ¿Cómo se cruzan tus procesos creativos con el mercado?

Me presiono hasta que no puedo más. En un momento digo, acá tengo que parar y tengo que ir al parque con un libro, dejar el teléfono. Algo que me cambió un poco es, cuando estoy mal, no me puedo presionar a hacer un temón. Tener cuidado ahí.

Soy mi propia explotadora porque me obliga el capitalismo, pero está bueno tener un límite más amoroso. Cuando estoy mal y no me sale algo y empieza el pensamiento intrusivo, corto, me hago un mate y me voy al sol. Porque como cuando te sentís mal y te presionás, cada vez te hundís más, por lo menos a mí me pasa eso.

Después hay un lugar de presión de, “che, me tengo que poner más pilla, hacer más, esta semana no encaré”, soy muy exigente conmigo para hacer las cosas, pero el límite es ese, tengo que estar bien para exigirme. Si estoy depre y me tengo que cuidar un poco más, busco mis afectos, busco a mis amigos y eso me funciona bastante. No elegí la precariedad que tiene lo que hacemos en varios aspectos, pero sí elegí que esta sea mi vida. Entonces no la voy a dejar, veré. Encontraré la forma de pilotearla para poder seguir creciendo.

¿Qué es lo más generoso y lo más peligroso que podés convidar como artista?

La sinceridad. Aunque a veces me arrepienta, o me vea en algo y diga “fah, acá no tuve filtro”, me expuse demasiado. A veces me siento así, pero también sé que eso me hace ser quien soy y me gusta.

¿Qué preguntas te siguen obsesionando?

El para qué, para qué estamos acá. El sentido de la vida, hay un lugar ahí bastante profundo, a veces más oscuro, a veces más luminoso. Creo que eso es lo que me pregunto. Por eso también le agradezco tanto al arte.

A veces es desolador, pero hay algo que parece que te abraza en el arte. Tenés ese lugar donde poner toda esa pregunta interminable.

Esa pregunta de por qué es tan jodido este mundo, por qué hay un genocidio en Palestina en este momento, es lo más horrible que está sucediendo, y sucede hace 70 años. Al lado de eso para mí es un refugio poder escribir una canción y por un momento decir “yo encuentro mi felicidad acá”. Porque no voy a poder cambiar un genocidio. Me posiciono, acompaño como puedo, pero la verdad es que no, no tengo ese poder. Entonces, tener en el arte el lugar de hacerme esa pregunta, a mí me salva bastante. Al mismo tiempo es bastante angustiante, pero eso es estar viva, creo. Como la vida.

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