El año 2019 comenzó complicado en la región. Las medidas que se anunciaban como posibles desde el discurso del presidenciable vecino se comenzaron a cristalizar en decretos y con ellos la certeza de una “nueva era”. La frase más comentada por estas horas, metafórica, dice su autora, la pastora evangélica Damares Alves -investida como la nueva ministra de la Familia, la Mujer y los Derechos Humanos de Brasil-, sintetiza el triunfo del conservadurismo: “Los niños visten azul y las niñas visten rosa”.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Llevamos décadas acumulando trabajo, análisis, reflexiones e investigaciones sobre la igualdad, problematizando sobre la adjudicación de roles como construcciones culturales. La Conferencia Mundial sobre la Mujer realizada en Beijing en el año 1995 decidió acelerar el proceso que se inició formalmente en 1975, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el Año Internacional de la Mujer. De ella surgió un cambio conceptual vital: “Decididos a promover los objetivos de igualdad, desarrollo y paz para todas las mujeres del mundo, en interés de toda la humanidad”, reconoció la distribución cultural de roles que la sociedad propicia por el hecho de nacer hombres o mujeres con la consiguiente diferencia en beneficio de unos y detrimento de otras. Bien dicen que es una necesidad conocer lo que pasa para transformarlo y creo que ese setiembre del 95, en Beijing, fue un punto de inflexión en este sentido: “Nos comprometemos sin reservas a combatir estas limitaciones y obstáculos y a promover así el adelanto y la potenciación del papel de la mujer en todo el mundo, y convenimos en que esta tarea exige una acción urgente, con espíritu decidido, esperanza, cooperación y solidaridad, ahora y en los albores del nuevo siglo”. Desde 1975 se ha generado un notable volumen de conocimientos e información acerca de la situación de la mujer y de las condiciones en que vive. Porque ya no quedan dudas de que durante todo el transcurso de su vida, la existencia diaria de la mujer y sus aspiraciones a largo plazo se ven restringidas por actitudes discriminatorias, estructuras sociales y económicas injustas y la falta de recursos en la mayoría de los países, lo que impide la participación plena y equitativa.
El nuevo siglo llegó con esta fuerza y nos permitió avanzar para el reconocimiento de los derechos de todos los humanos y humanas, buscando caminos para suprimir todos los obstáculos a la igualdad de género y al adelanto y potenciación del papel de la mujer. Con la agenda de derechos nació naturalmente, también, la necesidad del reconocimiento de todas las personas más allá de su sexo biológico y la justa acción en favor de la comunidad LGBT, siempre relegada, bastardeada, discriminada.
Los que tenemos por principio básico resistir a la división de las vidas, a la clasificación de cualquier tipo, incluida la cromática, vemos venir la nueva era en la región con ojos de espanto. Y es necesario alertar acerca de las operaciones nominativas que estos grupos conservadores van realizando para cristalizar e imponer sus miradas.
La expresión “ideología de género” comenzó a circular entre grupos conservadores para frenar el avance de los DDHH y desacreditar los estudios de género. Es un término que viene utilizándose en la región como expresión de una agenda conservadora para oponerse en principio a la vigencia de los derechos sexuales y reproductivos. La idea de que lo femenino y lo masculino son construcciones culturales intenta ser derribada por una preeminencia de lo biológico. Algunos expertos declaran que esta expresión fue acuñada por Ratzinger, el papa Benedicto XVI, quien insistió en los roles naturales de mujeres y varones, intentando que varias décadas de producción investigativa en temas de género quedaran desvirtuados. Pero lo cierto es que si hay algo que no admite duda, es que no hay nada de natural en esta concepción negadora de los derechos
La ideología de género no existe. Es una expresión peyorativa, sin sustento teórico, que sólo se usa para cuestionar las políticas de igualdad, un argumento para desmontar aquello que cuestiona al machismo y una estrategia para generar confusión y tratar de mantener la pasividad de la sociedad. Es grave, no solamente porque desconoce todo lo que se ha hecho en esta materia, sino porque intenta retornar a una sociedad de roles fijos, de ausencia de libertad, de sometimiento y subordinación patriarcal, de desigualdades. Es grave porque atenta contra el desarrollo de la subjetividad de las personas, dándole preeminencia al sexo biológico, desconociendo la condición del ser humano como ser en construcción a lo largo de su vida, rechazando a aquel que no cumple con los estereotipos.
Es grave porque esto no le está pasando solo al vecino. Uruguay tiene sus propias figuras encarnadas en los legisladores evangelistas que declaran la defensa de la familia y la lucha contra la ideologización de los niños y niñas en los centros de estudio como bandera para retornar al deseado mundo de lo homogéneo.
“Vamos a unir al pueblo, respetar a las familias, respetar las religiones y nuestras tradiciones judeo-cristianas, combatir la ideología de género, conservando nuestros valores”, dijo Jair Bolsonaro durante el discurso de asunción a la presidencia de Brasil, el 1º de enero de 2019.
Sr. Bolsonaro: no se puede combatir lo que no existe. La “ideología de género” no existe, existe una perspectiva de derechos humanos, una forma de mirar al mundo desde el lugar del desarrollo pleno de todas las personas sin distinciones de raza, sexo, género, religión, etc. Sin rodeos, es necesario que cada uno declare lo que siente: muchos rechazan la agenda de derechos que se ha desarrollado, sobre todo en la última década, en muchos países de Latinoamérica.
Hay que estar alertas, hay quienes insisten en la mirada binaria del mundo: rosa y azul, muñecas y armas, canciones románticas o himnos de guerra. Estereotipos. Hay que estar alertas. Están cerca.