Por Ricardo Pose
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Cabildo Abierto anhela un Estado parapolicial, un país organizado en la lógica de un enorme cuartel general, una población disciplinada, militarizada, para la cual el lema común sea ‘tradición, familia y propiedad’.
El programa de Cabildo Abierto propone en el tema seguridad, en pluma de su ideólogo, el coronel Antonio Romanelli, la creación de un “cuerpo de serenazgo”, integrado por policías y militares retirados con el objetivo de patrullar las calles en horas nocturnas, como se desarrolla en otros países latinoamericanos.
Yendo de lo más general a lo particular, no menciona en que países latinoamericanos se lleva adelante la experiencia de los cuerpos de serenazgo; quizás sea una expresión generalizada sin mucho detalle para una conferencia de prensa, del mismo tono con el que justificó que por cuidado del medio ambiente no imprimieron el programa.
Es una lástima porque nos permitiría, al igual que a ellos, analizar esas experiencias en concreto, pero, a falta de datos certeros, podemos enumerar algunas de las consecuencias en las que se aplica algo parecido al serenazgo.
– Los índices de inseguridad en países latinoamericanos que cuentan con cuerpos parapoliciales están bastante por encima de los que registra Uruguay.
-Los incidentes por abuso de autoridad, gatillo fácil, ejecuciones sumarias, tienen a varios integrantes de estos cuerpos como protagonistas.
– Grupos de estas características, como las guardias rurales, rondas vecinales, escuadrones y comandos de seguridad urbana no han incidido con su accionar en la disminución o control de la inseguridad porque sus objetivos han sido líderes campesinos, activistas sociales, militantes de izquierda y de derechos humanos.
-Cuando han enfrentado a la delincuencia, no han entregado a los sospechosos a la justicia ordinaria, sino que han aplicado la ejecución sumaria, como en cualquier caso de ajuste de cuentas.
Simio armado
¿Cuál es la diferencia entre personal jubilado y personal retirado policial o militar?
La pregunta es capciosa, claro, totalmente alevosa; porque si es personal jubilado de los cuerpos de seguridad, uno podría partir de la base de que hay una foja de servicios medianamente meritoria de una carrera que culminó al cumplirse la edad de causal de jubilación de la tarea específica.
Personal retirado podría comprender la jubilación, pero también las solicitudes de baja, la culminación de una serie de prolongadas sanciones, la expulsión de los cuerpos.
¿Y cuál es la función específica de ese cuerpo de serenazgo? ¿Van a portar armas? ¿O se van a limitar ante una situación de características delictivas a dar aviso a las autoridades como puede hacerlo cualquier vecino? ¿Van a poder realizar arrestos ciudadanos, como también lo puede ejercer cualquier ciudadano de este país, incluso civiles?
La designación de personal retirado policial o militar se basa en su experiencia en el manejo de armas, en cierta pericia en la prevención, disuasión y represión, en su capacidad de observación y en el logro de cierto disciplinamiento a cadenas de mando.
Solo faltaría poder tener la certeza de saber de qué específicamente nos van a cuidar.
Porque si los abusos, los desmanes, los errores convertidos en horrores de procedimiento son desde siempre pan nuestro de cada día en el accionar policial y en en el de integrantes de las Fuerzas Armadas (violación y abuso de menores por parte de efectivos pertenecientes a distintas unidades militares del país), imaginemos lo que puede llegar a pasar en una sociedad que avale la presencia de estos cuerpos parapoliciales.
¿No alcanzó la experiencia de la aplicación de los decretos de razias en el gobierno de Sanguinetti para entender que en los cuerpos policiales una sensación de habilitar la represión generalizada desata al enano fascista?
Por otro lado, si los seres humanos somos “presos” de la circunstancias de nuestras épocas y en parte esto forja nuestra conducta, no quiero contar en las calles durante la noche con personal retirado que estuviera en actividad en los últimos años de la dictadura militar o en el inicio de los gobiernos democráticos.
Preocupa pensar en un cuerpo parapolicial integrado por efectivos que en actividad llevaron adelante la represión contra las manifestaciones populares entre 1982 y 1984 o en la represión a las marchas y conflictos laborales desde 1985 hasta 1994.
Palo y palo
El programa de Cabildo Abierto buscará derogar la ley de uso de la marihuana recreativa y dará una batalla frontal contra lo que denominan ideología de género.
En un pensamiento lineal, una orden de actuación implícita, siguiendo estas coordenadas, en mentes bastante dadas al reflejo burocrático, alguien fumando un porro en las calles, un trans, un gay, una lesbiana, pasan a formar parte del objetivo a reprimir. La calidad de pichi, visto con los cristales de tan inquisidoras mentes.
Porque la construcción de políticas públicas que se basan, como en este caso, en la fundamentación de carácter ideológico contienen ese riesgo.
Nosotros podríamos decir: vamos a crear un cuerpo policial que será la expresión de una política de seguridad pública que opere contra los fraudes financieros de algunos estudios jurídicos, contra la usura de las casas de crédito, los prestamistas, patrones y capataces rurales que no respetan los derechos laborales, contra la grandes empresas que evaden aportes y enjuagan ganancias y, de paso, combatimos el pillaje y otros delitos.
Para la creación de estos cuerpos de serenazgos, además, viene con su experiencia un consecuente impulsor de cuanto grupo parapolicial conoció el país.
Sin duda, uno de los fundadores de la Juventud Uruguaya de Pie y de la Brigada Palo y Palo, el exdiputado Daniel García Pintos, debe tener muchísimo para aportar.
Con dios o sin dios creándolos, ellos se juntan, así que el abrazo de la lista pachequista con el famoso Pisahuevo, el coronel Romanelli, exencargado de barracas en el ERM Nº 1, integrante de una agrupación herrerista de la lista 71 del Partido Nacional, era de esperar.
Ambos, portavoces y herederos de la legalmente erradicada doctrina de la seguridad nacional, con muchísimas ganas de regenerar ese Estado parapolicial y paramilitar que fue la dictadura.
Entre dos fuegos
Como ciudadano de izquierda, lo voy a decir claramente: hay que hacer todos los esfuerzos posibles para que nuestros compatriotas, en general los más vulnerables, dejen de ser víctimas del mundo delictivo. Lo que resistimos es que sea víctima de la delincuencia un día y del abuso policial otro, o de ambos.
En realidad, esta medida que impulsa Cabildo Abierto -también Larrañaga y la derecha en general- está pensada para la protección de un prototipo de ciudadano; es un ciudadano que tiene su vivienda propia, con sus propias medidas de seguridad, alarma, rejas, que dispone de un vehículo que lo lleva a su trabajo, al colegio, a alguna casa de veraneo.
Es un ciudadano que tiene un círculo de amistades iguales a él; se conocen de la misa, de la logia, de los festejos de cumpleaños y bodas, de las vacaciones en Punta del Este o en el exterior.
Son exitosos en sus profesiones o rubros laborales; de la existencia de los barrios periféricos saben por las noticias policiales o por el relato de sus trabajadores domésticos. Poseen bienes y buenos ingresos, fruto del éxito o la herencia; no esperan ómnibus nocturnos, no deben salir a buscar trabajo, no deben pedir préstamos para sobrevivir a sus jubilaciones y sus hijos chicos no pasan siquiera por la puerta de la educación pública.
Fomentan la idea de que bajo la dictadura cívico militar no había delincuencia; omiten decir que tampoco había libertad, ni siquiera para informar de la estadísticas sobre seguridad.
El coronel Néstor Bolentini, el general Hugo Linares Brum, el teniente general Manuel Núñez y el general Yamandú Trinidad fueron los ministros del Interior para cuatro períodos durante el proceso, ya que Linares Brum repitió el ejercicio de la cartera. Su alta rotación pudo obedecer a cambios en los cargos para reparto del botín o por ineficacia.
La cultura del delito también se regía por el paradigma de que “en el barrio no se roba”.
Cuando un militar en actividad retirado o los que se autodenominan orientales dicen “poner la casa en orden”, ya sabemos cómo sigue.