«La nena» le decían a Delmira Agustini los ilustres del 900. Así firmaba ella las cartas dirigidas a Job Reyes, su esposo, que fue quien la asesinó. Así la pintaban los diarios de la época. Una nena angelical de familia acomodada, solitaria y subyugada a su madre.
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«La Nena era la máscara con la que circulaba la pitonisa por el mundo», escribió Emir Rodríguez Monegal sobre Delmira en su libro Sexo y poesía en el 900 uruguayo. Delmira escribía y en su escribir asesinaba a la niña que decía(n) que era. Delmira escribía y cortaba la cuerda que la unía a su madre, huía de la casa en la que pasaba casi todas sus horas, se iba.
Delmira nació en 1886. A los 10 años escribió sus primeros versos. Tenía poco contacto con el mundo exterior y con otras personas de su edad. Dedicaba la mayor parte de sus horas a leer, escribir, tocar el piano y pintar. Las restricciones que le imponía su familia en relación con su vida en sociedad desaparecían en el terreno de la creatividad. Delmira, en sus versos, era libre.
La pitonisa
Delmira tenía 16 años cuando aparecieron publicados por primera vez sus poemas y relatos en conocidas revistas de la época: Rojo y Blanco, La Pètite Révue, Apolo.
En la misma época comenzó a escribir columnas en La Alborada. Colaboró también en una sección titulada «La legión etérea», que firmaba con el seudónimo Joujou. Allí hacía retratos de mujeres de la burguesía montevideana que sobresalían en la vida cultural y social. Eran retratos al estilo modernista, entre los que destaca el de María Eugenia Vaz Ferreira. Rápidamente, Delmira se convirtió en un personaje de la vida cultural: siempre acompañada por su madre.
Publicó El libro blanco en 1907, a los 21 años. Tres años después editó Cantos de la mañana. Delmira ya era conocida, pero el verdadero carácter de su escritura y su obra salió a la luz con toda potencia en 1913, con la publicación de Los cálices vacíos, un libro cargado de erotismo. Dice Rodríguez Monegal: «Recién entonces la sociedad pacata del Montevideo de 1913 se da por enterada, se escandaliza, rehuye a Delmira. Erige una sutil muralla de silencio».
Yo la quiero cambiante, misteriosa, y compleja.
Con dos ojos de abismo que se vuelvan fanales.
En su boca, una fruta perfumada y bermeja
que destile más miel que los rubios panales.
Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante
Y sea águila, tigre, paloma en un instante.
Que el universo quepa en sus ansias divinas;
Tenga una voz que hiele, que suspenda, que
[inflame,
Y una frente que erguida su corona reclame
De rosas, de diamantes, de estrellas o de espinas!La musa
Es que los «hombres de letras» del 900, y la sociedad en general, estaban acostumbrados a que las poetas escribieran con recato, disimularan su sexo o utilizaran las convenciones habituales. Y Delmira era todo lo contrario.
En el regazo de la tarde triste
Yo invoqué tu dolor. .. Sentirlo era
Sentirse el corazón/ Palideciste
Hasta la voz, tus pájaros de cera.
Bajaron. . . y callaste. . . Pareciste
Oír pasar la Muerte… Yo que abriera
Tu herida mordí en ella ¿me sentiste?
¡Como en el oro de un panal mordiera!
y exprimí más, traidora, dulcemente
Tu corazón herido mortalmente.
Por la cruel daga rara y exquisito
De un m al sin nombre, hasta sangrarlo en llanto
Y las mil bocas de mi sed maldita
Tendí a esa fuente abierta en tu quebranto.
¿Por qué fui tu vampiro de amargura?
¿Soy flor o estirpe de una especie oscura?
¿Que come llagas y que bebe el llanto?El vampiro
Feminicidio
Delmira comenzó una relación con Enrique Job Reyes a escondidas por la negativa de su madre. Durante 5 años mantuvieron una relación epistolar. Él, que también provenía de una familia acomodada, esperaba que su novia abandonara la poesía cuando se casaran.
Se casaron en 1913. “He resuelto arrojarme al abismo medroso del casamiento”, le contó la uruguaya al poeta nicaragüense Rubén Darío. El matrimonio duró alrededor de 45 días. El 13 de noviembre ella pidió el divorcio alegando “hechos graves que imposibilitan cualquier reconciliación”. Job Reyes, según denunció Delmira, la amenazó en reiteradas oportunidades.
La tarde del 6 de julio de 1914 él la citó en una habitación alquilada. Le disparó dos veces en la cabeza y se suicidó.