Un nuevo episodio de violencia volvió a empañar el fútbol uruguayo. Esta vez, el operativo policial —mal planificado y peor ejecutado— fracasó estrepitosamente, obligando a la suspensión del partido entre Peñarol y Cerro en el Estadio Campeón del Siglo por falta de garantías de seguridad.
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Peñarol-Cerro
Según consta en el informe policial, al que accedieron varios medios, entre ellos Caras y Caretas, "aproximadamente a las 17:00 horas, cuando comenzaban a llegar al estadio los seguidores del Club Atlético Cerro, fueron recibidos de manera agresiva y violenta por un grupo de parciales del Club Atlético Peñarol". El reporte justifica el accionar de las fuerzas del orden argumentando que "debido a la magnitud de los disturbios, se vieron en la necesidad de intervenir, utilizando los medios de disuasión apropiados".
Sin embargo, el informe omite un dato clave: la logística del operativo permitió un cruce frontal entre ambas parcialidades, un error de manual en materia de seguridad deportiva. La parcialidad de Cerro, en lugar de arribar con la antelación adecuada y bajo condiciones controladas, fue conducida a las inmediaciones del estadio apenas 30 minutos antes del inicio del partido, en pleno ingreso masivo de la hinchada local.
Pero no solo en esto se falló. Hinchas de Cerro ingresaron al estadio con pirotecnia que luego fue arrojada sobre la tribuna Henderson provocando una gran explosión a escasos metros de los parciales aurinegros. Además se arrojaron piedras, cerámicas, pedazos de inodoros, punteros de mangueras contra incendios entre otros proyectiles.
El propio presidente de Peñarol, Ignacio Ruglio, confirmó que los hinchas de Cerro fueron desembarcados a destiempo, en medio de la marea aurinegra, provocando enfrentamientos inmediatos.
Resulta alarmante que las autoridades no previeran este escenario. Especialmente considerando los antecedentes recientes: en el mismo estadio, el año pasado, se produjeron incidentes de características similares entre estos equipos. Además, existen experiencias ampliamente probadas en el fútbol local para evitar estos riesgos. Los clásicos entre Nacional y Peñarol, que incluían presencia de ambas parcialidades, requerían dispositivos de seguridad donde la llegada del público visitante se organizaba hasta con tres horas de anticipación. A nivel internacional, en competencias como la Copa Libertadores o Sudamericana, las hinchadas visitantes deben cumplir estrictamente con los horarios de ingreso, so pena de no ser admitidas al estadio.
La falta de previsión en el operativo del domingo tuvo consecuencias gravísimas: varias personas resultaron heridas, algunas de ellas debieron ser intervenidas quirúrgicamente y permanecen internadas. También se reportaron destrozos en las instalaciones del Campeón del Siglo, dejando una imagen lamentable del fútbol uruguayo, que paradójicamente busca posicionarse como sede de la Copa Mundial 2030.
Si Uruguay aspira a organizar eventos de talla mundial, debe, como mínimo, demostrar que puede garantizar la seguridad en un espectáculo deportivo local. La violencia en las canchas no es un fenómeno inevitable: es, en gran medida, el reflejo de errores evitables, que, cuando no se corrigen, terminan alimentando el círculo vicioso de la violencia y el descrédito.