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Derecho Humanos cantinas militares |

La peste del acoso

Cantinas Militares: "buffet" de daños en salud mental

Las denuncias a principios del gobierno de Lacalle en Cantinas Militares motivaron investigaciones administrativas, denuncias penales y cambio de autoridades.

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Las denuncias publicadas a principios del gobierno de Lacalle en Cantinas Militares motivaron investigaciones administrativas, denuncias penales y cambio de autoridades. Sin embargo, para muchos funcionarios la llegada de algunos nuevos jerarcas supuso situaciones de acoso que, a pesar de las investigaciones que se llevan adelante, siguen dañando su salud mental.

Tibieza ante el Acoso

La sanción más recurrente en filas castrenses es el arresto a rigor y el cambio de destino; cambio que a veces se da dentro del mismo lugar, por ejemplo, cambiando de oficina al denunciado o la denunciante en el mismo edificio. En los casos de abusos sexuales o laborales esta medida oficia como preventiva e intenta evitar la convivencia, pero no logra evitar que el contacto se produzca al ingreso o a la salida del horario laboral. Estamos hablando, además, de gente con porte de armas.

El otro problema mal resuelto es que, en general, en aras de medidas de protección se suele trasladar de su tarea a la persona acosada, sumándose, a los daños ocasionados por el acoso, no sentir el respaldo del organismo.

La Administración pasada en algunos lugares de gestión del Ministerio de Defensa logró imponer la idea de que había que relativizar las denuncias de acoso sexual fundamentalmente, aunque también las de acoso laboral. Esto se logró, porque muchos de los oficiales que ejercían cargos de dirección pertenecían a Cabildo Abierto, un grupo político que, como se sabe, libra una guerra sin cuartel contra lo que denominan ideología de género, y contó con el apoyo de un proyecto de ley del Poder Ejecutivo de Lacalle que aumentaba la carga de la prueba para los denunciantes.

A este sombrío panorama se suma una actitud corporativa de los mandos ante un oficial denunciado, la supeditación de la moral a la cadena de mando y un clima coercitivo favorecido por la excesiva lentitud en los procesos de investigación interna.

A diferencia de otros rubros laborales, las sanciones que implican una falta a la disciplina militar terminan siendo un elemento que se usa para desacreditar a las denunciantes. En una lógica perversa, el hecho de acudir a ayuda profesional en salud mental también es utilizado para desacreditar las denuncias realizadas.

Acoso sexual

Noviembre del 2023. Estación primaveral en Cantinas Militares. A pesar de las medidas tomadas por el Ministerio de Defensa, que supusieron cambios en las autoridades y gestión del servicio, algunas cosas se mantienen; entre ellas, la contratación de personal civil y obedecer a una cadena de mando militar, para lo cual no todos los oficiales parecen estar preparados.

El acoso sexual a veces es velado, y la acosada demora en darse cuenta de que un simple gesto está siendo el inicio de un proceso que va creciendo. Si la primavera alborota las hormonas, en algunos oficiales provoca una revolución donde creen tener un “carnet de pase libre” para ejercer su “dominio” sobre sus supeditadas. Lo que empezó con un “distraído” toque de manos al recibir un expediente, luego pasó a acompañarse de tirar unos besos e incomprensibles soplos en el cuello.

La reacción del teniente N.B. con ese tipo de actitudes era más común de lo que la ofendida podía suponer y, ante cierto clima de impunidad, optó por el camino de evitar contactos frecuentes. El avance de no comprender los límites de vínculos no consentidos llevó a una caricia más íntima que motivó una denuncia en el Ministerio de Defensa en julio del 2024 y en la Fiscalía, denuncias que aún siguen sin resolución, salvo el haber traslado al teniente denunciado a un lugar de mayor jerarquía dentro del servicio.

Persecución

Si la posición de las acosadas no es nada sencilla, la de ser testigos de una situación de acoso tampoco lo es. En una lógica perversa del sentido de autoridad, denunciar o salir de testigo de un oficial superior implica la amenaza, muchas veces explícita, otras velada, de arriesgar la carrera. Salir de testigos implica, al menos en el ámbito militar, exponerse por escrito, realizar un informe y enfrentarse a la situación de que la persona que recibe la denuncia inmediatamente pone al tanto al denunciado.

En temas de acoso, tanto laboral como sexual, muchas veces el jerarca intenta solucionar lo que considera un “simple diferendo entre dos personas”, por fuera de los protocolos de la comisión de género. Una reprimenda verbal al denunciado y el desestimulo a formalizar la denuncia a la denunciante. En el caso de los pocos testigos, que en ese clima coercitivo se animan a formalizar la denuncia, el laberinto burocrático que les espera se convierte en una pesadilla que culmina en licencias psiquiátricas.

En otros casos, lo que empieza como medidas de cambios de tareas, sanciones encubiertas, en definitiva, toma ribetes más grotescos: prohibición de acercarse a las denunciantes, filmación real o no mediante celular por parte de algunos jerarcas para dejar registrados los posibles contactos no autorizados… En todos los casos, las “faltas” administrativas más leves se convierten en motivo, como ya hemos dicho, de una sanción mayor y el descrédito de la versión de denunciantes y testigos.

La denigración

A pesar de los talleres que la Comisión de Género del Ministerio de Defensa viene llevando adelante y de las decenas de denuncias que deberían servir de antecedente, hay un problema cultural en los oficiales de mayor edad, sobre todo aquellos que están cerca de la edad de retiro, retiro que a veces oficia como un contra seguro para la impunidad.

Ser mujer y soldado en el Ejército en los tiempos que corren tiene que ver más con una apuesta laboral que con una vocación militar, sobre todo en Uruguay. La marcialidad exigida avasalla contra los más elementales derechos laborales, y si en algún momento, a quien se integró a la fuerza, por ser la única posibilidad laboral posible, le nace algún sentimiento de ofrendar la vida en defensa de la patria, la actitud de algunos mandos lo destruye.

El proceso, como siempre, es gradual. Va de menos a más. Se inicia con un soldado que cumple funciones en el servicio de confitería de Cantinas Militares, a todas luces una zona sensible por la manipulación de alimentos, que de buenas a primeras se le adjudica la tarea de higienizar los baños. Ante la solicitud de explicaciones, solo se recibe por toda respuesta el destrato y la sanción, que con el tiempo termina en una certificación.

Ganarse la “fama de una personalidad complicada” en el ámbito militar es sencillo; cientos de denuncias de acoso laboral tienen como protagonista al nuevo personal militar que pertenece a otras lógicas que los viejos oficiales no terminan de asimilar y pretenden doblegar conductas en base a sanciones. Hay muchísimo personal subalterno en Cantinas Militares que ha optado por el silencio y la resignación.

Salud mental

El derrotero de las acosadas y las testigos termina siendo la baja voluntaria de la fuerza, en muchos casos luego de un largo camino de certificaciones y licencias psiquiátricas. Prevalece en los denunciantes una situación de injusticia, pues, en general, consideran que las sanciones (cuando existen) contra el denunciado son más leves que los daños ocasionados.

Es que en tema de salud mental, las huellas que provoca el no sentirse creído o ver subvalorado el hecho denunciado no se resuelven con el retiro. Para algunos, el retiro es la pérdida de una fuente laboral; para otros, el corte abrupto de una carrera. En todos los casos, el sabor amargo de situaciones evitables.

Las nuevas autoridades del Ministerio de Defensa y su Comisión de Género tienen un largo camino a desandar. Con las garantías del debido proceso, los excesivos tiempos provocan daños en la salud mental al tiempo que generan una sensación de impunidad.

La ministra Lazo expresó ser implacable con estos temas. Es necesario sanear las fuerzas.

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