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Derecho Humanos Collette Spinetti |

Abriendo puertas

Collette Spinetti: "Anhelo un Uruguay que respete los derechos humanos de todas las personas"

Hablar sobre su lucha, la exposición pública y la gestión que tendrá que desarrollar a partir de ahora, motivó el encuentro con Collette Spinetti, profesora de literatura y activista uruguaya para quien “la vida es un eterno aprendizaje”.

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Alejandra Collette Spinetti Núñez es sabia, espontánea, espiritual y profundamente humana. Por su labor incansable ha ido asumiendo responsabilidades que le han permitido abrir puertas, modificar visiones y romper esquemas. De su trayectoria política, de los momentos que marcaron su carrera, de su profundo amor por las plantas y la paz de su hogar conocí durante esta entrevista, a pocos días de trascender su nombramiento como secretaria de Derechos Humanos de la Presidencia.

¿Cómo fue su camino para llegar hasta acá? Si mira hacia atrás, ¿qué momentos marcaron su vida y su militancia?

Tendría que empezar por mi niñez. Y ahí tengo que agradecer y homenajear a mis tías abuelas, la tía Melba y la tía Jill. Estoy hablando del año 71, cuando se inicia el Frente Amplio. Ellas eran muy frenteamplistas y, además, madres de hijos presos políticos. Me llevaban al único comité del Frente Amplio que había en mi pueblo, Paso de los Toros —un pueblo que después se convirtió en bastión de tortura—. Recuerdo que en mi familia quedó la frase que le gritaba a mi mamá cuando salía con mis tías: "Me voy a lo del Che Guevara". Yo nací en el 65, así que tenía seis años. En aquella época se clavaban en los árboles unas latitas con el número de la lista, que si mal no recuerdo era justamente 1971, mientras otros miraban a ver si venían las camionetas de los milicos.

Otra anécdota que marcó mucho mi vida fue que, ya en dictadura, iba con dos primas, hijas de estas tías abuelas, hermanas de dos primos que estaban presos políticos, al cementerio de Paso de los Toros. Nos hacían quedar con otra prima, como jugando, juntando piedritas. Cuando ellas iban lejos, les gritábamos sus nombres: "¡Nela! ¡Nancy!". Y claro, con el tiempo nos contaron que era la forma de saber que sus hermanos, que estaban presos, seguían vivos, porque hacían algún movimiento. Esas cosas me quedaron muy grabadas, muy marcadas.

Después, ya de más grande, empecé con mi militancia política en diferentes sectores del Frente Amplio. Muchas veces no fue fácil, porque si para las mujeres cisgénero ya es difícil ganarse un lugar, para nosotras, las personas disidentes del género, también lo es. Pero estuve en varios sectores, aprendiendo mucho sobre política. Yo soy una persona más emocional que política, y en la política la emocionalidad hay que guardarla. Hay que ser más cabeza política que emocional, y eso me sigue costando hasta ahora. Pero bueno, sigo aprendiendo. Como dice Machado: "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar". Cada paso que doy me lo cuestiono: "¿Estará bien hacer esto? ¿Estará mal? ¿Políticamente está bueno o malo?". Tengo algunos consejeros y consejeras que me ayudan con eso.

¿Quiénes son sus referentes?

Para mí, el Pacha [Alejandro Sánchez] es un gran referente, tiene una mirada política que cuando lo escuchás, aprendés. Dentro de mi sector —soy de la 52 País—, tengo referentes como Miguel Sejas y María Elisa Areán. En cuanto a derechos humanos políticos, tengo un gran referente que es Nelson Villarreal quien también fue secretario de Derechos Humanos de Presidencia, y nos hemos reunido, hemos hablado y estamos generando mucha sinergia. Tengo el síndrome de la eterna estudiante, así que siempre estoy aprendiendo. La vida es eso, un eterno aprendizaje, cuando uno deja de aprender, está pronto para irse.

¿Qué la motivó a involucrarse en la lucha por los derechos humanos a la par que en la política? ¿Vinieron juntas o una llevó a la otra?

El universo me pone en lugares que muchas veces yo no busco. Empecé a trabajar con derechos humanos sin planearlo. Yo soy una mujer trans, una construcción femenina del género disidente, que en realidad goza de sus derechos humanos. Siempre tuve mis dos trabajos (ahora me jubilé de uno), logré, con el apoyo de mi entorno y con mucho esfuerzo, profesionalizarme, trabajar, tener mi casa y mi familia. Sin embargo, muchas veces para lograrlo tuve que esconder mi identidad de género.

El compromiso social y los valores que me transmitió mi familia también fueron determinantes. Nuestro padre era una persona muy humanitaria y siempre nos enseñó que vinimos a este mundo para dejarlo un poco mejor de lo que lo encontramos. Nos inculcó a no juzgar y a ayudar a quienes lo necesitan. Esos valores te llevan a creer que las personas deben estar igual o mejor que uno y siempre apuesto a que estén mejor.

Mi compromiso con los derechos humanos comenzó en 2011-2012, cuando hubo una serie de asesinatos de compañeras trans. En aquel momento organizamos una acción de protesta, lo que hoy llamaríamos una alerta feminista. Nos paramos frente a la Torre Ejecutiva de Presidencia para exigir justicia por las compañeras asesinadas. Se llamaba "Todos de pie". Luego, Lilián Abracinskas, a quien considero mi maestra en activismo y feminismo, me convocó. Ella me enseñó mucho y así empecé a trabajar con la población trans, fluyendo por diferentes espacios.

Dentro del feminismo, ¿cómo se entiende y se incorpora la lucha de la comunidad trans? Desde un punto de vista conceptual, ¿cómo lo ven y lo trabajan?

Lo que sucede es que existen diferentes corrientes feministas. Si hablamos del feminismo radical, por ejemplo, éste se opone a reconocer como parte del feminismo a las mujeres trans. En estas corrientes existe un rechazo hacia las feminidades trans, pero no hacia las masculinidades trans. Son feminismos genitalistas: aceptan a las masculinidades porque tienen vagina, pero no a las feminidades porque tienen pene. Este feminismo ha coptado ciertos espacios, como la CEDAW y la CIDH, y ahí hay una lucha y un trabajo por hacer.

En cambio, el feminismo más progresista, el feminismo influenciado por Simone de Beauvoir, Judith Butler y Paul B. Preciado no tiene problema en trabajar en conjunto con las disidencias sexogenéricas. De hecho, muchas de nuestras luchas han sido apoyadas por este feminismo, y viceversa. Existe una sinergia que es importante fortalecer.

Ser una figura pública implica estar en el centro de muchas miradas, tanto de apoyo como de crítica. ¿Cómo maneja la exposición y la opinión externa?

Como te decía, soy una persona muy emocional, y desde lo emocional, duele. Es difícil. Estar expuesta me ha provocado angustia, depresión, incluso ataques de ansiedad. Te persigues, te angustias, te invaden muchas emociones. Existe una gran exigencia social: si un varón hace algo, no pasa nada; si lo hace una mujer, se le critica. Ahora, si una persona disidente de género lo hace, cae sobre ella todo el peso social y mediático. Y honestamente, no sé si estoy preparada para eso.

¿Cómo valora que algunos medios de comunicación destaquen su identidad trans por sobre su trayectoria política o su activismo?

Creo que es una mirada reduccionista. Es como cuando nos sorprende que una persona afro llegue a un cargo de poder, como Francia Márquez en la vicepresidencia de Colombia. El centro de la atención no debería ser que es afro o trans, en mi caso, sino su capacidad de gestión. Eso es lo realmente importante.

De alguna manera, esto de ser la primera mujer trans en llegar al Ejecutivo también trae consigo comparaciones con compañeras que estuvieron antes en otros lugares y que, bueno, pasaron por situaciones difíciles. Entonces, también tenés que cargar con esos cuestionamientos previos. Ahora, si mi identidad de género sirve para que muchas otras personas con identidades de género disidentes, racializadas, precarizadas, etc., logren llegar a cargos de decisión política, lo aplaudo.

Entiendo que hay medios que lo hacen sin mala intención, pero también hay medios que lo hacen con mala intención. Lo sé, sé que hay de todo y que tengo que lidiar con eso. Por suerte, dentro de la secretaría hay compañeros que vienen desde hace muchos años y que me están cuidando. Creo que lo que tiene que hablar más que nada es la gestión y no reducir a una persona a que es migrante, a que es afro, a que es trans o a que es precarizada. Somos mucho más que eso. Somos personas que amamos, que trabajamos, que tenemos familia.

Lo que anhelo es un Uruguay que realmente respete los derechos humanos de todas las personas, de todas las poblaciones vulneradas.

El mayor desafío de mi carrera política ha sido posicionarme y tener credibilidad. Tengo claro que me están mirando con una lupa, este también va a ser un gran desafío que recién estoy empezando a dimensionar.

Más allá del trabajo y de la militancia, ¿qué cosas disfruta hacer en su tiempo libre?

En mi tiempo libre disfruto muchísimo de mis plantas, aunque ahora las tengo abandonadas, pobrecitas. Pero disfruto mucho de mis plantas. Disfruto mucho de las reuniones familiares. Venimos de una familia de tradición italiana, así que imagínate que las reuniones familiares son sagradas.

También disfruto mucho de las conversaciones. Sentarme a tomar mate y conversar con amigos y amigas, eso lo disfruto muchísimo. Y disfruto de las cosas más sencillas de la vida. Hasta el hecho de estar sola. Tengo una casa con un fondo grande, con muchas plantas y mis perros, que son todos rescatados, tengo tres. Me encanta sentarme ahí a tomar mate, rodeada de mis plantas, escuchando mi música de meditación. Eso lo disfruto muchísimo, la verdad.

Si pudiera hablar con la Collette de hace 10 años, ¿qué le diría?

Le diría: "No aflojes". No aflojes, porque todos los dolores que una pasa en la vida son aprendizajes y te fortalecen.

¿Qué sueños le quedan por cumplir?

Resulta que me jubilé como docente de Literatura después de 35 años de trabajo, mi sueño era irme a vivir a una playa de Rocha. Al mismo tiempo, me iba quedando al costado de mi organización, dejando que liderazgos hermosos crecieran y se fortalecieran. Participaba muy poco en actividades de sociedad civil porque tenía esa idea fija de irme a vivir a Valizas, por ejemplo. No tener mucho internet, nada. Y mirá dónde estoy ahora. Pero por eso te digo, el universo me pone en lugares. Igualmente, sigo pensando en eso, irme, tener una vejez tranquila, sin redes, sin nada, en un lugar así, muy agreste. Ese es mi sueño.

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