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Derecho Humanos Batallón 14 |

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Los restos hallados en el Batallón 14 serían de una mujer

En minutos comenzará la conferencia de prensa en sede de Madres y Familiares, en la que se ampliará la información sobre los restos hallados en el Batallón 14.

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De acuerdo a trascendidos de las últimas horas, los restos humanos que fueron encontrados en el Batallón 14 del Ejército pertenecerían a una mujer. Si bien algunos medios ya dieron la noticia como confirmada, se aguarda a la conferencia de prensa que se realizará en pocos minutos en la sede de la Asociación de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos.

En esta conferencia hablarán la coordinadora del equipo de antropólogos que realizó el hallazgo, Alicia Lusiardo, y el integrante de la Institución Nacional de Derechos Humanos (INDDHH), Wilder Tayler.

Los primeros datos que se divulgaron sobre el hallazgo fueron aportados por Lusiardo momentos después de que se diera con los restos. La especialista también había confirmado que este caso comparte patrones con otros enterramientos de detenidos desaparecidos durante la dictadura.

Caras y Caretas transmitirá en directo esta conferencia de prensa a través de sus cuentas en redes sociales.

https://twitter.com/CarasyCaretasuy/status/1671898209562640384

"Lo digo con las tripas"

Las sensaciones que provoca un nuevo hallazgo aun no siendo familiar se convierten en un mar de contradicciones, algunas difíciles de manejar, y reitero, a pesar de la cierta distancia emocional por no tener lazos de sangre, e incluso con mucho, ni siquiera de cercanía, no se puede evitar acudir, sentir, releer, rememorar aquellos versos de Benedetti: “Están en algún sitio, concertados desconcertados, sordos, buscándose, buscándonos, bloqueados por los signos y las dudas […] están en algún sitio, nube o tumba, están en algún sitio, estoy seguro”. Y ante la imponente presencia de una calavera aquellos versos de Miguel Hernández en “Elegía por Ramón Sijé”: “Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte”.

Emociones que con otra forma de expresión poética narra el hallazgo el funcionario municipal de Canelones que desde hace más de tres años ha tomado con decisión la tarea, asignada al servicio de la Fiscalía de Lesa Humanidad y de la Institución Nacional de Derechos Humanos, de remover la tierra.

“¿Y qué querés que te diga, Fede?”, pregunta el funcionario municipal al periodista y posiblemente a él mismo: “La verdad que tengo un nudo en la garganta, lo que no me deja hablar, y es difícil, viste, estar en esta situación, vos sacá la cuenta que yo arranqué a excavar acá, antes de la pandemia y, bueno, hemos estado excavando incansablemente, la verdad. Metro a metro, todo este campo, y bueno, y hoy se dio, por fin se dio, estaba excavando acá, habíamos arrancado a cavar y a eso de las diez y algo de la mañana, en una de las fosas que estábamos haciendo, cuando traigo con el tacho para atrás, saltó la cal ahí, que yo me di cuenta que pegó en la máquina, y enseguida cayó un cráneo, vamos a decir, quedó rodando adentro de la fosa ahí, y bueno es inexplicable lo que sentí. Lo que pasa que se junta todo, felicidad, emoción, vamos a decir, como una tranquilidad que encontraste, entre tanta gente, a una persona. ¿Me entendés? ¿Me explico? Y eso es impagable, lo que se siente es único. ¿Qué querés que te diga? Y, bueno, y acá estamos con las mismas ganas de siempre, y cada día con más ganas Y ojalá dios nos ilumine y podamos encontrar a alguien más acá”.

Sin olvido

Pero además de estas sensaciones cargadas de conmovedora alegría, de sana emoción, de profundo respeto por las expectativas generadas en cada uno de los familiares, también hay espacio para la indignación.

Los restos fueron encontrados aproximadamente a 100 metros de donde en octubre de 2011 se encontraron los restos del maestro Julio Castro, secuestrado en agosto de 1977, y en 2012 los de Ricardo Blanco Valiente, detenido en enero de 1978.

El predio militar tiene un área muy amplia de 410 hectáreas con 32 bajo cautela, donde se realizan los trabajos en busca de restos de detenidos desaparecidos durante el terrorismo de Estado.

El fiscal de Delitos de Lesa Humanidad, Ricardo Perciballe, sostuvo que el hallazgo es producto del “trabajo continuo que se viene haciendo hace, por lo menos, dos años, en esta zona como otras de este batallón” por parte de la INDDHH, y que aún existen “indicios de la posibilidad de otros hallazgos”.

Macarena Gelman, que ya había estado en esa unidad militar por una primera información que decía que allí podían estar los restos de su madre, se hizo presente en el Batallón y refirió que este nuevo hallazgo: “Renueva expectativas, renueva esperanzas, renueva fuerza y nos confirma que este es el camino para seguir”, reafirmando que “lamentablemente no hay disposición a facilitar información por parte de los responsables, o las investigaciones tampoco arrojan esa información. Es sumamente importante confirmar que están allí. Independientemente, en colectivo o a título individual, ese siempre es un mensaje que tenemos muy incorporado porque es lo que nos ha demostrado además el paso del tiempo y la evidencia. Este otro hallazgo se suma a esa evidencia”, expresó.

Zanahoria

Para el antropólogo José López Mazz, quien lideró en años anteriores las tareas de excavación y búsqueda de restos de detenidos desaparecidos, explicó que el hallazgo del martes en el Batallón 14 de Toledo correspondería a un cuerpo que habría quedado por fuera de la Operación Zanahoria.

López Mazz dijo que los enterramientos de Castro, Blanco y de este tercer cuerpo estaban en la periferia de una zona muy dada vuelta por las máquinas. “Nosotros sosteníamos que allí hubiera más cuerpos”, recordó y sostuvo que la Operación Zanahoria se realizó después de 10 años de los enterramientos primarios. “No fue una operación perfecta, pienso que estos cuerpos se les escaparon”.

Pero, en verdad, si la Operación Zanahoria existió o fue una maniobra de contrainteligencia aún está en debate.

En un artículo de setiembre de 2016, el periodista Gerardo Bleier, hijo de Eduardo Bleir, cuyos restos fueron hallados en el Batallón N° 13, recordaba: “A principios de 1996 un grupo de periodistas de la revista Posdata y algunas personalidades del mundo político, cultural y religioso de Uruguay decidimos realizar un esfuerzo comunicacional para replantear socialmente la necesidad de hallar los restos de los detenidos desaparecidos durante la dictadura militar”.

En ese contexto se publicaron varias investigaciones periodísticas, se presentó un escrito ante el Poder Judicial (Rafael Michelini) y se convocó a la Marcha del Silencio del 20 de mayo.

A partir de ese esfuerzo, y durante casi tres años, en innumerables reuniones, se iniciaron las gestiones para que el Estado constituyese una Comisión de la Verdad, la que luego, cuando asumió la presidencia el Dr. Jorge Batlle, derivó en la formación de la Comisión para la Paz.

Finalmente, como es público, durante el primer gobierno del Frente Amplio comenzaron a levantarse las barreras jurídicas políticas que obstruían el conocimiento de la verdad y la aplicación de Justicia.

Pero veamos un poco más detenidamente cómo surge la confluencia de la acción de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Rafael Michelini con la acción de Posdata y en qué circunstancias comienza a hablarse de la Operación Zanahoria.

La primera acción periodística fue la publicación en la revista Posdata del 26 de enero de 1996 de una nota titulada “Secretos de la dictadura”, en la que se daban a conocer documentos inéditos y se reproducían pasajes importantes del libro de Diego Achard, La transición en Uruguay.

El viernes 16 de febrero de 1996 se daba continuación a la serie de investigaciones con una información titulada en tapa, “Desaparecidos, un paso hacia la verdad”, que en páginas interiores presentaba así la noticia: “Alta fuente militar reveló a Posdata destino de los desaparecidos”.

Posteriormente Posdata publicó el testimonio de integrantes asimilados de servicios de inteligencia durante la dictadura, el 26 de abril de 1996, en una edición titulada “Secretos de la dictadura II”.

Un año después, en abril de 1997, Posdata publicó una entrevista a un testigo que había declarado en los primeros meses de la restauración democrática, el 22 de mayo de 1985, al Instituto de Estudios Legales y Sociales del Uruguay -Ielsur-, al Servicio de Paz y Justicia -Serpaj- y a una comisión investigadora parlamentaria, que él mismo había enterrado cuerpos en el Batallón 13.

“Desaparecidos. Yo los enterré”, se tituló el número 134 de la revista. (Volveremos sobre las declaraciones del exsoldado Ariel López Silva, entre otras cosas porque sus declaraciones contienen algunos pasajes que en estos días conviene tener presentes).

Fueron realizadas por primera vez… ¡en 1985!

Uno de los objetivos de esta nota periodística es poner en evidencia que desde ese momento hasta el presente, si bien se ha podido confirmar que los detenidos desaparecidos fueron asesinados y enterrados en las proximidades de los mismos centros de tortura donde ello ocurrió y que existen indicios suficientes para evaluar que hubo una decisión de exhumar algunos de esos cuerpos para hacer “desaparecer” a los “desaparecidos”, ahora en cuanto a pruebas del terrorismo de Estado, muy en particular las evidencias del muy posible asesinato masivo y entierro en fosa común de los “pasajeros” del denominado “segundo vuelo”, todavía no disponemos de elementos de prueba suficiente ni para confirmar lo anterior ni para dar confirmación a la versión de la cremación y posterior “dispersión de los restos en el mar”, que emergió durante la investigación de la Comisión para la Paz.

Bleier va un poco más allá y va hasta el fondo en la aparición y manejo de esa información.

¿En qué consistió exactamente, no la Operación Zanahoria, nominación que se consolidó a partir de la quizá interesada intención de instalarla con ese vocablo perturbador y confuso por parte de un general retirado al que enseguida referiremos, sino la Operación Encubrimiento del horror, que así debería designarse? Un muy alto oficial retirado con importante participación en elevados cargos jerárquicos del régimen militar que gobernó entre 1973 y 1984, bajo reserva de su nombre, afirmó a Posdata -en conversación de la cual nuestra revista posee pruebas fehacientes, materiales e incontrovertibles- que los detenidos desaparecidos durante aquel período murieron durante interrogatorios militares y que sus cuerpos fueron enterrados en predios correspondientes a diversos cuarteles de las FFAA. Según la fuente, el procedimiento utilizado en la mayoría de los casos para llevar a cabo las “desapariciones” era practicar un pozo vertical, con el auxilio de “una máquina de ingenieros”, en donde se colocaba el cadáver de pie. El pozo posteriormente era cubierto y frecuentemente “se plantaba un árbol” en el lugar.

Decenas de testimonios a lo largo de los años mencionaron la existencia, en el Batallón 13, de pequeñas “islas” de sauces a la derecha de una cancha de fútbol y hacia el arroyo Miguelete como el lugar donde habían sido enterrados los restos de los detenidos cuya detención nunca fue reconocida, por ello, desaparecidos. En el Batallón 13 funcionó el centro de torturas más “estable” (y brutal) durante los primeros años de la dictadura.

El exoficial aseguró también que, en un período posterior al de los enterramientos, que no identificó con claridad, “muchos de los cuerpos fueron removidos de esos lugares”, agregando que desconocía el destino que en esos casos habían corrido”.

El informante, que luego se supo era el general Alberto O. Ballestrino, anotó durante la conversación con los periodistas y consigna la revista, que también debía contarse entre los detenidos desaparecidos a algunas personas “que se trajeron desde el extranjero”.

Según una investigación judicial iniciada por Rafael Michelini se llegaba a las siguientes conclusiones:

  • a) “Los detenidos desaparecidos en Uruguay, fallecieron mientras eran sometidos a interrogatorios en unidades militares”.
  • b) “Posteriormente los cuerpos de estas personas fueron inhumados clandestinamente en predios militares señalando al Batallón de Infantería Número 13 en la avenida Instrucciones del departamento de Montevideo y en el Batallón de Infantería Paracaidista Número 14 en Toledo, departamento de Canelones”
  • c) “En los años 1985 o 1986, algunos cuerpos habrían sido removidos de los lugares donde fueron enterrados, en el marco de una llamada ‘Operación zanahoria’ realizada por las Fuerzas Armadas”.

Seguía diciendo la ficha judicial que “la indefinición temporal de las presuntas conductas denunciadas (remoción clandestina de los restos de los desaparecidos) crea un clima de dudas que hace aconsejable, a juicio de la Fiscalía, la aplicación de los arts. 3º y 4º de la Ley 15.848”, Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado.

Y añade: “Comparece el denunciante (Rafael Michelini) a prestar declaraciones expresando: a) Que el general (r) Ballestrino le “indicó que habían sido (los desaparecidos) enterrados en los lugares que indica la denuncia, pero que no sabía si estaban ahí todavía porque él tenía conocimiento de una posible operación de remoción a la que aludió como “operación zanahoria, con el objeto de hacerlos desaparecer […] que no estaba seguro de que esa operación hubiera existido”. b) Que el objeto de la denuncia es la “identificación de los restos y su ulterior entrega a los familiares y todo lo que la ley ampare al respecto”. c) Que la remoción de dichos cadáveres, según le expresara el general Ballestrino, “habría ocurrido luego de la recuperación democrática (1º/3/85) y antes de la llamada Ley de Caducidad (22/12/86)”. d) Que la fuente que da origen al artículo de la revista Posdata de fecha 16/2/96, es el general. Ballestrino. e) Que el general Ballestrino “no estaba seguro si se había llegado a completar la remoción de todos los cuerpos en aquel momento”.

Bleier da más detalles del origen de la denominación del operativo: “Surgió en aquellos días una versión según la cual los detenidos desaparecidos fueron enterrados en tanques anaranjados de metal donde se colocaron sus restos y a los que se añadía cal. Luego se procedía a colocar ese tanque en la tierra y se plantaba un árbol encima. De ahí la designación como ‘Operación Zanahoria’”, formulación deslizada por Ballestrino en por lo menos dos de las conversaciones que mantuvo entonces con periodistas.

El componente del entierro en “tanques anaranjados” fue luego desmentido por los hechos. Los restos hallados tanto en el Batallón 13 como en el 14 eran enterramientos primarios en posición horizontal aunque efectivamente cubiertos con cal.

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