En su habitual columna de Economía en el portal Mate Amargo (publicado en Trama al Sur- Canal Social Latinoamericano), los economistas uruguayos analizan la situación general de la economía en el contexto de la Pandemia. Entre los principales conceptos la nota expresa:
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«Es claro que esta no es una crisis con magnitudes comunes y que su diseminación mundial es solo comparable con aquella conocida como “La Gran Depresión” (1929-1933), cuando en América Latina el Producto Bruto Interno (PBI) se desplomaba en -5,3%. En el año 2020 la caída de nuestra región fue superior, un -7,7% (CEPAL, s.f.).
Para los países del primer mundo la caída fue muy aguda, pero diferente en volumen a la acaecida en aquella famosa crisis. Hoy por ejemplo EEUU cayó en un 5%, cuando entre 1929 y 1933 perdía casi la mitad de lo producido, acumulando una caída anual 3 veces mayor a la actual. En Inglaterra la caída en términos de volumen del PIB no distó tanto, pues acumuló algo más de un 12% al año entre 1929 y 1933, mientras que en el 2020 fue de un 10%.
¿Con lo dicho estamos afirmando que la historia se repite? No, estamos muy lejos de esa afirmación, salvo algunas generalidades desde el punto de vista de la Economía Política. En primer lugar, que ambas se dieron y no por casualidad, después de una etapa de globalización financiera, dónde el capital de ese sector marca las pautas del padrón de acumulación y deviene en modelos económicos que a la larga o a la corta, siempre con excepciones, se terminan adecuando a esas formas subterráneas de dominio, tras procesos más o menos violentos, más o menos agresivos. En segundo lugar, una ley objetiva del desarrollo sistémico capitalista, es que éste se desenvuelve en ciclos, provenientes de las formas típicas de reproducción del Capital.
Es que la crisis de hoy, según hemos demostrado en otros artículos (Cultelli & Tajam, 2020), no es una crisis provocada por la pandemia del Covid-19. Es una crisis sistémica que ya venía gestándose y que se instaura para 2019, un año antes de que golpeara la pandemia. Encontramos en ello la explicación de los desbordes sociales que todes recordaremos como los Chalecos Amarillos de Francia, o las rebeliones populares en Ecuador y Chile del año antes pasado, todas manifestaciones del fenómeno global que se venía sucediendo. La pandemia agravó muchísimo la crisis, pero también tapó sus efectos propios.
Esta no es una o dos, o cuatro crisis cómo esquemáticamente se planteó a fines del siglo pasado y principios de este, haciendo alusión a la situación crítica climática, energética, poblacional y finalmente general. Esta es una de las crisis mayores de la historia, que aún no llega a su fin y que es difícil vislumbrar sus alcances fehacientemente.
Uruguay en un nuevo ciclo
En 1998, punto máximo del ciclo anterior (1981-1998), comenzó el ciclo económico que terminó en 2019, una vez conocida la caída de la actividad económica en 2020 del orden de -5,9% del Producto Interno Bruto (PIB)4.
Desde 1981 a 1998 la economía uruguaya medida por la evolución del PIB creció 43% mientras los salarios redujeron su poder de compra en -4%, el desempleo aumentó en 70.000 personas y la pobreza solo descendió entre 1991 y 1994 cuando las jubilaciones se desvincularon de los ajustes fiscales mediante la modificación constitucional por referéndum popular. En 1999 se dio la primera caída del PIB y el inicio de la recesión que desembocó en la debacle 2002-2003.
A partir de 2004-2005 se comenzó a recorrer la fase de recuperación económica y desde 2006/7 hasta 2019 se sucedió un período ininterrumpido de crecimiento de la producción, del empleo y de los ingresos. Esa interacción inclusiva entre crecimiento y distribución permitió un aumento del PIB de 80% en 15 años, 300.000 nuevos empleos, un aumento del salario real del orden del 63% y una disminución de la pobreza en 750.000 personas (se disminuyó de 32% en 2004 a 9% en 2019).
El nuevo ciclo 2019: Incertidumbre y malos augurios.
Comenzamos a recorrer un nuevo ciclo económico en nuestro país, cuyo punto de partida integra tres componentes que se retroalimentan para presentarnos un panorama a futuro muy complicado: por un lado la propia crisis del capitalismo global y regional, como lo vimos más arriba, las consecuencias de la crisis sanitaria desatada por la pandemia Covid19, a lo que se suma un gobierno de coalición derechista con políticas de cuño neoliberal, cuyo principal objetivo es transferir recursos públicos y de los trabajadores hacia la inversión privada, nacional y extranjera, que reforzará las tendencias concentradoras que se dan en toda salida de una recesión capitalista, reduciendo la demanda interna que actuará como fuerza procíclica.
El predominio del enfoque liberal e individualista, trasladado a la visión con que se enfrenta la crisis sanitaria (la “libertad responsable”) aleja cada vez más a la política de las soluciones reales, y deposita las responsabilidades en la conducta de los ciudadanos. El resultado: la pandemia descontrolada y la población más vulnerable indefensa hasta en sus necesidades más elementales.
La conjunción además del mantenimiento del ajuste fiscal en plena pandemia ha desprotegido a aquellos sectores económicos y sociales más golpeados por la inamovilidad y el cierre de fronteras, como lo son el transporte, el turismo, el comercio, y a las mujeres que trabajan predominantemente en esos sectores, así como en la educación y los cuidados, y como trabajadoras por cuenta propia que no cuentan siquiera con un seguro de desempleo. Por ello no fue una sorpresa cuando el INE reconoció finalmente que durante el año 2020 cien mil personas ingresaron a los niveles de pobreza y 7.000 más a la indigencia, esto es, que ni siquiera pueden afrontar el gasto de alimentación. Durante todo el año han funcionado cientos de ollas populares, fruto de la solidaridad del propio pueblo desguarnecido, que han suturado en parte esta carencia.
Por otra parte, como siempre sucede, en las crisis hay quien se benefician, y ellos coinciden con el alto empresariado exportador. Mientras el PIB global se redujo, como indicamos antes, en -5,9% en 2020, la actividad económica en el sector agropecuario, predominantemente exportador, permaneció casi incambiada (cayó -0,4%), mientras el dólar aumentaba 19% (ya había aumentado 15% en 2019), y los precios implícitos para el sector subieron 21% (habían crecido 20% en 2019), muy por encima del resto de la economía.
Ello justifica que a diciembre de 2020, el indicador IEBU (Índice del Excedente Bruto de la Industria Exportadora) que estima el BCU, como una aproximación al nivel de rentabilidad del sector exportador, fuese un 9% superior a diciembre 2020. Mientras tanto el gobierno recurre nuevamente a gravar los altos ingresos de los funcionarios públicos para financiar el Fondo Coronavirus que debe solventar las transferencias sociales, dejando explícitamente de lado el aporte de este enriquecimiento en plena crisis.
La política económica, como un todo integral (macroeconomía, sectorial, planificación y apuestas a inversiones con futuro) ha estado totalmente ausente. Un día sí y otro también, solo se habla de los equilibrios fiscales, la deuda pública y la inflación. Todo el año 2020 estuvo dominado por la discusión parlamentaria de la Ley de Urgente Consideración (LUC) y la Ley de Presupuesto quinquenal, casi 1.000 artículos entre ambos con absoluta carencia de la urgencia socioeconómica y sanitaria.
Por lo tanto, hay solamente medidas, a veces inconexas, orientadas exclusivamente a recuperar la rentabilidad del sector privado (el ajuste privado) y a equilibrar las cuentas públicas (el ajuste público), con graves consecuencias para las perspectivas futuras, pues al fin de cuentas ni el sector público ni el sector privado están tomando decisiones de inversión con orientación estratégica. Se trata del liberalismo al máximo. Las principales medidas de política económica, fuera del contexto que ha significado la emergencia del Covid19, así lo demuestran, estas fueron y entre otras:
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Aumento de tarifas públicas, y del IVA en compras con tarjetas de débito
Aumento de las rebajas impositivas a inversores nacionales y extranjeros con contrapartidas mucho más flexibles
Rebaja del salario real. Ya descendió casi 2% en 2020, y en 2021 la caída será superior (3% de aumento en enero, por debajo de la inflación, y en junio inflación menos el 5,9% de caída del PIB).
Para los promotores de la construcción y alquiler de viviendas, derogación del precio máximo de viviendas promovidas (antes de Interés Social), de un cupo para arrendamiento, desalojo express en el marco de la LUC (arrendamiento de viviendas sin garantías)
Hasta la CEPAL ha concluido que el gasto público implementado en este gobierno es insuficiente. Si el ajuste fiscal adquiere visado permanente ante el desajuste de las proyecciones presupuestales y la real evolución económica, si la estrategia hacia el sector privado también es de ajuste en salarios, condiciones de trabajo y empleo, entonces las perspectivas para la fase de recuperación para este ciclo que recién comienza no son nada halagüeñas. No habrá un “rebote” del crecimiento en 2021, y las remuneraciones difícilmente recuperen el poder adquisitivo de 2019, con suerte lo harán hacia el final del quinquenio. En suma, un quinquenio perdido, no solo en los registros estadísticos, sino en el bienestar de su gente.»
Gabriela Cultelli es Licenciada en Economía Política, Universidad de La Habana (1988), Magister en Historia Económica (2005), fue docente universitaria (1992-2006), Asesora Sindical (1996-2005), Directora Sectorial de Planificación y Presupuesto (2007-2011), tiene varias publicaciones entre ellas “El mundo de la globalización: apuntes para un análisis” (1996); “El sistema Educativo Público en Uruguay. Análisis económico de la década de los 90’” (2001): “La mercantilización de la fuerza de trabajo de las mujeres. Una visión desde la Economía Política” (2018). Ha incurrido en el periodismo económico desde varios medios de prensa, siendo hoy columnista de Mate Amargo. Actualmente es Coordinadora del Programa de asesoría, docencia e investigación EconomiaPolitica.uy, y es miembro del secretariado ejecutivo de la REDH.
Héctor Tajam es Magister en Economía del Sector Público, CIDE Mexico (1981), fue docente universitario (1987-1995) e investigador del IECON (1986-2005) y de PRIES- CS (1986-1995), asesor sindical (1996-2005), Diputado (2005-2010), Senador (2010-2015), tiene varias publicaciones, entre ellas: “¿A quién sirven las privatizaciones?” (1989), “El PBI del Uruguay 1900-1955” (1999), “Progresismo y después” (2020). Ha incurrido en el periodismo económico desde varios medios de prensa, siendo hoy columnista de MateAmargo. Actualmente es Director del Programa de asesoría, docencia e investigación EconomiaPolitica.uy