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Editorial Orsi | Romina Celeste | Frente Amplio

EL DAÑO YA ESTÁ HECHO

Denuncia contra Orsi: el lado oscuro de la luna

La denuncia de Romina Celeste contra Orsi es muy sospechosa y resulta muy poco creíble hasta para el más ingenuo.

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El episodio habilita múltiples miradas y está muy fresco para intentar respuestas que despejen brumas y nos ayuden a comprender los impactos personales y políticos, como así también las diversas derivaciones posibles.

La denuncia es muy sospechosa y resulta muy poco creíble hasta para el más ingenuo. La presunta víctima nunca denunció un hecho de violencia ocurrido hace 9 años y viene a hacerlo cuando el presunto agresor es candidato a la presidencia de la República.

No obstante, la campaña sucia puede estar lejos de haber finalizado y tal vez éste sea uno de los primeros episodios de un tipo de campaña asqueante que enrarece la política como la imaginamos hasta ahora.

Romina Celeste es un balín que no tiene freno ni retroceso en su afán de protagonismo. Ha mantenido una presencia casi permanente en las redes y en los medios propalando rumores, la mayoría fuegos artificiales que ni siquiera han sido denunciados. A veces hasta causa gracia cuando se suelta.

El hecho de que, entre cantidad de tiros al aire, las denuncias que hiciera contra Gustavo Penadés fueron comprobadas pese a la incredulidad de muchos de los que conocían al senador, parece haberle dado cierta credibilidad y una importante popularidad, especialmente en las redes donde se mueve como pez en al agua.

Creíble para algunos y muy conocida más que popular, Romina se comporta habitualmente como una provocadora que ha reconocido ser militante del Partido Nacional y que tiene ambiciones inocultables de ocupar cargos. Es más, creo que tiene una lista registrada.

Romina Celeste es ambiciosa, inteligente y audaz. Se hace un poco la loca pero no es inimputable. Es bien capaz de armar o participar en una trama. Tiene cierto respaldo económico, al menos se desplaza en vehículos, y al acto de lanzamiento de la candidatura de Carolina Cosse fue a provocar con guardaespaldas. Lo más importante, no tiene nada que perder.

Yamandú Orsi es un político maduro con una vasta trayectoria y que se ha ganado el respeto de amigos y adversarios. Puede llegar a ser el preferido de la mitad de los uruguayos, si las encuestas no nos engañan. Es, a juicio de los que lo conocen, una persona normal, sensible, apreciable, humilde y bonachón.

Orsi niega enfáticamente las acusaciones y manifiesta su convencimiento de que se trata de una difamación con propósito político.

Hace unas horas, la presunta víctima hizo una denuncia formal en la Policía y la denuncia será investigada por la fiscal Silvia Flores. Está claro que de aquí a las elecciones podremos esperar zancadillas de estas.

La actividad política es muy cruel y hay que aprontarse para ser un sobreviviente o morir en el intento. Yamandú ha decidido seguir adelante y merece el respaldo de la fuerza política. Su gestión como intendente por dos períodos consecutivos es muy elogiada.

Yo también creo que estamos ante una operación asquerosa para desacreditar a Orsi y pegar un golpe muy duro al Frente Amplio. Siempre es difícil elegir quién dice la verdad y es lógico respetar el testimonio de las víctimas, pero no hay derecho a analizar este episodio sin contexto. En este caso, no puede ignorarse que los hechos se producen en un contexto político.

No puede ser que se pueda destruir toda una vida, la de una familia y una causa porque alguien tiene la audacia, la inescrupulosidad o el dinero para tejer o participar en una infamia.

No iba a escribir sobre este tema porque lo va a hacer también Leandro, que es amigo de Yamandú y compañero de muchos años de militancia, pero su valiente decisión de dar pelea y defenderse de una calumnia me impulsa a decir que yo también me solidarizo con él.

Lamentablemente, la judicialización del episodio alargará los tiempos en que se dilucidarán las circunstancias y tal vez las responsabilidades y las certezas. Eso dará pasto a quienes pretenden beneficiarse políticamente.

Es obvio que el tema no podrá ni debería ser dirimido por los medios ni se trata de quién le cree a quién, máxime que bien probablemente todo termine archivado.

Por ahora lo que más pierde es la ciudadanía, la política, la sociedad, la democracia y la convivencia entre uruguayos.

Sería deseable que todo fuera una confusión, que la presunta víctima se hubiera equivocado al identificar a Orsi y el presunto agresor, como otras veces, resultara inocente.

De todas maneras el daño ya estará hecho pero habremos aprendido que para llegar a la victoria habrá que sortear muchas trampas de gente que tira la piedra y esconde la mano.

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