Transcurridos ya más de tres años de gobierno, Lacalle Pou observa impávido como todas las jugadas le salieron mal, al punto que a esta altura es el primer presidente en décadas que no ha logrado viajar ni a Europa ni China o los Estados Unidos. El único que una vez lo recibió fue el impresentable de Boris Johnson, cuando Inglaterra ya se había ido de la Unión Europea, y lo mufó, en aquel viaje inolvidable donde alcanzó la cima del ridículo cuando lo apretaron hasta en la BBC, en una entrevista que él se imaginaría como un festival de centros y terminó sudando, asediado por su posición sobre China y el estado de la libertad de expresión en Uruguay.
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Esta semana concurrió el canciller Francisco Bustillo a la Comisión de Asuntos Internacionales del la Cámara de Senadores y, ante la inquisitoria del senador Daniel Caggiani sobre el avance de las diferentes negociaciones anunciadas con bombos y platillos por el gobierno, tuvo que reconocer que todo estaba en cero o, peor aún, en un grotesco menos diez, toda vez que ya se sabe que el tal Tratado de Libre Comercio con China no va a prosperar de ningún modo. Recordemos que Lacalle anunció por sus redes sociales y en conferencia de prensa en julio del año pasado que se había llegado a un acuerdo con el gigante asiático y durante semanas todos los medios de comunicación y muy connotados analistas se la pasaron festejando el histórico acuerdo que, como era harto previsible, quedó en la nada. Puro humo.
El fracaso de la política exterior hay que exponerlo con detalles: Lacalle Pou se la jugó por Donald Trump y Donald Trump no sólo perdió las elecciones, sino que se quiso llevar puesto al congreso de los Estados Unidos en una intentona golpista y terminó procesado por la justicia. Lacalle Pou llegó a votar al candidato de Donald Trump a la presidencia del BID, Mauricio Claver Carone, contra la opinión de los socios de la coalición y rompiendo una tradición histórica en cuanto a no apoyar estadounidenses a la presidencia del Banco. Claver Carone también terminó mal, siendo el primer presidente destituido del BID tras un escándalo sexual con una empelada. Se la jugó por otros impresentables; no olvidemos su paseo de asunción de mando, rodeado del club de lo peor: Jair Bolsonaro, Sebastián Piñera, Iván Duque, todos derrotados electoralmente, protagonistas de gobiernos ultraderechistas y represivos que tuvieron que dejar el poder aborrecidos por la población y hoy, varios de ellos enfrentan cargos criminales.
En general las opciones de Lacalle Pou en política internacional fueron todas pésimas y ninguna dejó nada para el Uruguay. Apenas podemos destacar su relación con algunos jeques árabes, que nos costó un caballo pura sangre, pero que sin duda lo más recordado para la gente es el despacho que le hicieron de pescado congelado y “otras cajas” misteriosas en un envío inexplicable por valija diplomática al jefe de la seguridad presidencial, Alejandro Astesiano: el fibra, hoy preso por asociación para delinquir, entre otros delitos inolvidables.
Al único que no le fue mal con la política exterior uruguaya es al narcotraficante Sebastián Marset, que logró un pasaporte vip, en tiempo récord, confeccionado en la celda y entregado en mano que le permitió salir de la cárcel de Dubai y profugarse hasta el día de la fecha, en otro de los groseros escándalos de este período. Al resto le fue mal, a saber: a Uruguay, que cada vez es peor calificado en los foros internacionales, a los exportadores, que observan el desplome de las exportaciones, y al propio gobierno, que no lo invitan a ningún lado, que cada vez se muestra más aislado y que, además, cuyo presidente carga con la mala reputación internacional de ser de jettatore, mufa, distribuidor internacional de mala suerte para aquellos cándidos que osen recibirlo.
Es curioso que toda su base social, tan militante de los acuerdos de libre comercio y una supuesta no ideologización de la política exterior, hagan silencio ante el desastre de improvisación que ha sido la cancillería y el lastimoso fracaso que se evidencia. Es curioso, sobre todo considerando que fueron tan duros con los gobiernos de izquierda, cuando esos gobiernos lograron posicionarnos bien en todos los ránkings y aumentar el número de países con los que teníamos relaciones comerciales a un máximo histórico. Seguramente nunca tengan la humildad de confesar lo que ya es obvio: este gobierno aperturista y pro mercado no logró nada, mientras que aquellos supuestos nostálgicos sesentistas, presuntamente tan cerrados y aislacionistas, nos pusieron en contacto con el mundo y hasta los reyes europeos y las estrellas de rock querían venir a sacarse una foto en la chacra de Pepe.