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Editorial fiscal | Fossati | Astesiano

El juicio abreviado a Astesiano

Entre la cobardía de una fiscal y la hipocresía del sistema judicial

La fiscal ni siquiera procuró disimular su cobardía, ni la hipocresía de una Justicia que no teme perder prestigio si se trata de preservar a los más poderosos.

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Semejante audacia estaba lejos de lo que prometía la fiscal y desde ese momento era previsible que no se iba a imputar ni un delito a quienes tienen el suficiente poder para asegurarse la impunidad.

Reitero que sus palabras están muy presentes en nuestra memoria y registradas en un audio cuya transcripción el lector podrá leer en esta página.

“No se puede investigar nada porque están nombrados todos los que pueden contribuir con la investigación”, “ todos los nombrados son amigos y que ponen piedras a la indagatoria”, “embarran la cancha y quieren tapar todo”, “tendría que citar a declarar a todos los funcionarios de jerarquía del gobierno y de los ministerios de Relaciones Exteriores e Interior porque todos están nombrados en los diálogos del celular de Astesiano”, “es un escándalo de proporciones institucionales y que lejos de procurar corregir los eventuales errores que se cometieron en las distintas instituciones, de lo que se preocupan los jerarcas es de reducir los daños y tapar lo más comprometedor”.

Apenas leídas las primeras páginas del expediente, pocas semanas después de haber estallado la bomba que llevara a prisión al jefe de la seguridad de la Presidencia, la controvertida fiscal percibió que le tocaba lidiar con un fierro caliente y pedía a gritos ser trasladada a otra fiscalía, movimiento que según ella se le habría prometido.

Ella ni siquiera procuró disimular su cobardía, ni la hipocresía institucional de una Justicia que no teme perder su prestigio si se trata de preservar a los más poderosos, ni de sus límites, ni los del sistema judicial, ni los de su jefe, el fiscal de Corte, que nunca mostró sin equívocos su voluntad de contribuir a llegar a los responsables de más arriba.

Quienes escucharon y tomaron conciencia de las confesiones de la fiscal Fossati sabían que los que daban las órdenes intercambiaban figuritas con Astesiano, obtenían información por canales irregulares e ilegales y actuaban e incidían sobre lo que acontecía, como se demostró en el seguimiento a Marcelo Abdala, las averiguaciones sobre el viaje de la esposa del presidente y con la fiesta del Partido Nacional, en la que fuera violada una joven en un episodio confuso que la Justicia tampoco pudo, quiso o supo aclarar; podían dormir en paz porque la ola no los iba a alcanzar.

Tal vez para tranquilizar su conciencia, Fossati alertó que no iba a ir hasta el fondo porque “a nadie le interesa la justicia” y mencionó entre ellos al fiscal de Corte, la oposición al gobierno y todos los implicados entre los cuales, como mencionamos más arriba en esta nota, están los jerarcas ministeriales, los principales mandos de la Policía y toda la cúpula del gobierno.

“Si a nadie le interesa, por qué va a interesarme a mí”, se justificó la fiscal, descubriendo a quienes le escuchaban sus intenciones, sus debilidades, sus inconsecuencias y sus miedos, sin ningún disimulo.

Todo lo que recordamos el pasado viernes y reiteramos hoy, es perfectamente creíble y además evidencia el desconcierto de una magistrada que conoce sus limitaciones y las del sistema judicial, que se encuentra con un caso de la mayor importancia política y que revela faltas éticas abundantes en los máximos jerarcas del Estado, irregularidades a montones y posiblemente delitos, algunos de ellos en reiteración real.

Debo confesar que cuando lo escuchamos por primera vez, nos pareció una conducta un poco histérica de alguien desbordada por la sorpresa de tener la mala suerte de recibir como en bandeja una causa odiosa en la que solo tenía espacio para fracasar.

Revisando un poco más su nervioso relato y la descripción patética de lo que le había caído en suerte, comenzamos a percibir hace meses que ya Fossati sabía que no se podría investigar más arriba de Astesiano y que procuraría buscar algunos chivos expiatorios que se hicieran cargo de las arbitrariedades e ilegalidades que había protagonizado el jefe de la custodia del presidente.

El hilo de las antedichas reflexiones de una fiscal abrumada por su responsabilidad y las dificultades de la investigación, por la importancia del escándalo y la jerarquía de los más o menos involucrados, culmina en un largo relato plagado de ofensas, dolores, quejas y malhumores, con una advertencia que sigue dando vueltas por mi cabeza y que literalmente la inhabilita para ejercer la justica y mucho más para ejercer el rol de parte acusatoria.

Fossati finaliza advirtiendo que “al final de su carrera no se va a inmolar en una investigación que va fatalmente al fracaso”.

Reitero que no ignoro que esta advertencia ocurría en circunstancias en que la Fiscal Fossati presionaba para que se cumpliera una presunta promesa de trasladarla a una fiscalía de Delitos Económicos, promesa que el fiscal de Corte, Juan Gómez, no parece reconocer y mucho menos estar dispuesto a cumplir.

Sin embargo, el aviso no admite dobles interpretaciones, es tan explícito que parece una amenaza; dice sin matices que si no la trasladan, la investigación fracasará porque los que tienen que colaborar con ella no lo harán y porque ella no se enfrentará a los que “ponen las piedras en el camino” porque tienen más poder que ella.

Para que nadie se haga ilusiones, la fiscal mostró todas las cartas al empezar.

Y como el fiscal de Corte la escuchó y entendió el mensaje, entiendo que Juan Gómez prefirió el fracaso de la fiscal que el hipotético éxito de una investigación que eventualmente alcanzara a quienes eran los verdaderos responsables de lo que se estaba investigando, los que le daban las órdenes a Astesiano o los que lo pusieron ahí para ejecutar el trabajo sucio.

“Si nadie quiere la justicia, ¿por qué yo?”, parece preguntarse la fiscal y nos avisa sinceramente que no esperen nada de ella, al menos, que no hará nada que la sacrifique después de 30 años de magistrada y cuando no quiere que las circunstancias la perjudiquen.

No crean que invento porque esta afirmación temeraria e imprudente está registrada entre otras muchas de tenor parecido dichas en diversos medios.

¿Porque dijo esto una experimentada fiscal? ¿Recibió alguna amenaza o advertencia? ¿Le hicieron saber cuáles eran los límites hasta dónde se podrá investigar? ¿Conoce o imagina los abismos del fracaso? ¿Ha hecho conciencia de los riesgos y peligros de descubrir las responsabilidades de los involucrados y ponerlas de manifiesto? ¿Está temerosa de las consecuencias futuras e imagina desenlaces fatales? ¿Hay riesgos mayores que no conocemos?

¿Hasta dónde se podía llegar con este sistema judicial, con esta fiscal y con esta Justicia?

¿Por qué no se trasladó a una fiscal que estaba pidiendo a gritos que la sacaran porque no se atrevía o no tenía fuerza anímica y material para investigar una causa que se sabía difícil, escandalosa y literalmente destinada al fracaso?

¿Será porque el sistema sabe que ni ella ni otros fiscales se inmolarían? ¿Por qué el sistema es tan hipócrita que cargó a esta controvertida fiscal con una tarea imposible?

Para ser más tolerable esta claudicación cuya fatalidad estaba prevista, la fiscal la fue administrando en pequeñas dosis, se dijo que no se habían podido extraer los chats de Astesiano con el presidente, que se habían extraviado dos celulares del custodio, que los servicios de inteligencia tendrían la culpa de que Astesiano se hubiese enterado de que iba a ser detenido al llegar al aeropuerto, que Lacalle solo había sido engañado y que era víctima de un error, que no veían indicios de delitos en el seguimiento de Abdala, que la exesposa del presidente no se había sentido acosada, que muchos de los chats eran resultado de una conducta mitómana de Astesiano, casi al borde de la inimputabilidad.

Para poner un candado más sólido, reservó los interrogatorios a Lacalle, Álvaro Delgado y Rodrigo Ferrés de manera que probablemente nunca tengamos acceso a ellos, si están incluidos, como intuyo, en la causa que con el acuerdo abreviado firmado ayer cierra a cal y canto la investigación de otros delitos que pudieran surgir de seguir adelante.

Reconozco que a Fossati le había tocado una causa que no quería y que los expresó públicamente con crudeza.

Es evidente que el acuerdo abreviado solo deja satisfechos a quienes querían que solo se investigara para abajo y se dejara indemne a los jerarcas políticos.

Deja afuera a Lacalle Pou, Nicolás Martínez, Álvaro Delgado, Rodrigo Ferrés, Juan Seré y Luis Alberto Heber y constituye una inocultable claudicación ética.

Luis Lacalle se ufanó luego de conocer la sentencia que condenó a “su hermano de la vida”, diciendo que la “Justicia habló”.

Yo me pregunto ¿Qué habló la Justicia?

¿Acaso nos dijo si Astesiano era un “perejil”, un mitómano, un farsante, un amigo de confianza al que le confía la vida de sus hijos o que lo ayuda a seguir a su exesposa?

¿Acaso nos habló de la asociación para delinquir que había en la Torre Ejecutiva en donde la cúpula del herrerismo compartía con Astesiano los chismes, informaciones y pequeñas basuras que obtenían vigilando con los recursos del Estado y utilizando a los mandos de la Policía Nacional, sobre los que hoy quieren hacer caer el peso de la ley?

Algunos consideran que hasta cierto punto es comprensible, en el marco del reconocimiento de las debilidades y las flaquezas de los seres humanos, que la fiscal haya cerrado el caso apresuradamente.

Sin embargo, es un pésimo ejemplo ciudadano.

Si no hubiera fiscales valientes, soldados arrojados, policías decentes, jueces honestos, médicos abnegados, trabajadores sacrificados y gobernantes probos, no habría ejemplos para los jóvenes ni futuro para la sociedad.

Todos podrían decir que no se inmolarían por una causa porque las debilidades humanas son más poderosas que las virtudes, que el egoísmo es más humano que la generosidad y el interés más común que el altruismo.

Pero así no se hace patria.

Patria se hace con fiscales que se la juegan, con valientes bomberos, con policías que les ponen el pecho a las balas, con enfermeras que se arriesgan a contagiarse de covid y maestras con polvo de tiza entre las uñas chapaleando en el barro para llegar a la escuela del asentamiento a las 7 de la mañana un día de invierno.

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