En las líneas finales de nuestra nota editorial del viernes pasado citábamos algunas reflexiones de la fiscal Gabriela Fossati expresadas en conversaciones privadas o en declaraciones a la prensa, pasadas las primeras semanas de la investigación, oportunidad en las que tal vez sólo había leído a vuelo de pájaro los innumerables chats del teléfono celular requisado a Alejandro Astesiano, que integraban los expedientes que constituyen la carpeta investigativa.
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En esas palabras que están muy presentes en nuestra memoria, Fossati recordaba que en este caso, que a ella le correspondió por ser fiscal de flagrancia y ocurrir en su turno, “no se puede investigar nada, porque están nombrados todos los que pueden contribuir con la investigación”, “que todos los nombrados son amigos y que ponen piedras a la indagatoria”, “que embarran la cancha y quieren tapar todo”, que·”tendría que citar a declarar a todos los funcionarios de jerarquía del gobierno y de los Ministerios de Relaciones Exteriores e Interior porque todos están nombrados en los diálogos del celular de Astesiano”, “que es un escándalo de proporciones institucionales y que lejos de procurar corregir los eventuales errores que se cometieron en las distintas instituciones de lo que se preocupan los jerarcas es de reducir los daños y tapar lo más comprometedor”.
También dijo que “a nadie le interesa la justicia” y mencionó entre ellos al Fiscal de Corte, la oposición al gobierno y todos los implicados entre los cuáles, como mencionamos más arriba en esta nota, están los jerarcas ministeriales, los principales mandos de la Policía y toda la cúpula del gobierno.
Todo lo que recordamos el pasado viernes y reiteramos hoy es perfectamente creíble, y además evidencia el desconcierto de una magistrada que conoce sus limitaciones y las del sistema judicial, que se encuentra con un caso de la mayor importancia política y que revela faltas éticas abundantes en los máximos jerarcas del Estado, irregularidades a montones y posiblemente delitos, algunos de ellos en reiteración real.
Todo esto, su controvertido carácter y su vasta experiencia judicial, explican la “prudencia” con la que la fiscal ha actuado, la imprudencia con lo que ha declarado en las redes sociales y si acaso sus acciones y también sus omisiones, algunas de las cuáles llaman la atención.
Si todas estas manifestaciones de la fiscal, resultan tan curiosas como escandalosas, la que resulta más preocupante es la que el pasado viernes omitimos exprofeso y hoy queremos analizar.
El hilo de las antedichas reflexiones de una fiscal abrumada por su responsabilidad y las dificultades de la investigación, por la importancia del escándalo y la jerarquía de los más o menos involucrados, culmina en un largo relato plagado de ofensas, dolores, quejas y malhumores, con una advertencia que es el motivo de esta nota y cuya gravedad es imposible de menospreciar.
Fossati finaliza advirtiendo que “al final de su carrera no se va a inmolar en una investigación que va fatalmente al fracaso”.
Si yo entiendo bien, la fiscal Fossati nos advierte que no se va a sacrificar por la justicia, ante las dificultades insalvables que se le presentarán en esta causa y la falta de apoyo en esta investigación.
Es verdad que esta advertencia ocurría en circunstancias en que la fiscal Fossati presionaba para que se cumpliera una presunta promesa de trasladarla a una Fiscalía de Delitos Económicos, promesa que el Fiscal de Corte, Juan Gómez, no parece reconocer y mucho menos estar dispuesto a cumplir.
No obstante, la advertencia de la fiscal es tan explícita que parece una amenaza, casi un berrinche de alguien que se siente traicionada en una encerrona que no tiene más destino que el fracaso y de la que no puede escapar.
Para ponerlo en negro sobre blanco, me temo que Fossati quiere decir que no irá a fondo porque “todos quieren sacar su rédito y nadie quiere la justicia”.
Si nadie la quiere, ¿porque yo?, parece preguntarse la fiscal y nos avisa sinceramente que no esperen nada de ella, al menos, que no hará nada que la sacrifique después de 30 años de magistrada y cuando no quiere que las circunstancias la perjudiquen.
No crean que invento porque esta afirmación temeraria e imprudente está registrada entre otras muchas de tenor parecido, dichas en diversos medios.
¿Porque dijo esto una experimentada fiscal? ¿Recibió alguna amenaza o advertencia? ¿Le hicieron saber cuáles eran los límites hasta donde se podrá investigar? ¿Conoce o imagina los abismos del fracaso? ¿Ha hecho conciencia de los riesgos y peligros de descubrir las responsabilidades de los involucrados y ponerlas de manifiesto? ¿Está temerosa de las consecuencias futuras e imagina desenlaces fatales? ¿hay riesgos mayores que no conocemos?
¿Hasta dónde se puede llegar con este sistema judicial, con esta fiscal y con esta justicia?
Solamente así puede justificarse su apresuramiento para decir e insistir en audiencia judicial que Luis Lacalle Pou era víctima de un engaño y de un error, solicitar la reserva judicial de los interrogatorios a Lacalle Pou por seis meses y afirmar en la prensa que no encontraba nada delictivo en el seguimiento de Marcelo Abdala o en las averiguaciones sobre los detalles del viaje de la ex esposa del Presidente.
Yo no presumo de la calidad de su gestión en esta instancia, ni tengo especial desconfianza de su equilibrio y ecuanimidad, pero hubiera preferido verla más decidida a llegar a fondo en su investigación con firmeza y energía sin tener que plantearse la opción más deplorarse de inmolarse, lo que significa, en este caso, sacrificarse en vano.
Algo huele mal cuando la fiscal le teme tanto a la verdad. Y los acuerdos de hoy en su fiscalía contribuyen a abrirnos más los ojos .