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Editorial soberanía nacional | Estados Unidos | Constitución

Grosero error

Grave lesión a la soberanía nacional

El sometimiento abyecto de Uruguay a los intereses de Estados Unidos ya provocó serios incidentes diplomáticos en más de una oportunidad.

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El ingreso por más de 48 horas de un buque de la Guardia Costera de los Estados Unidos al Puerto de Montevideo sin autorización del Poder Legislativo no es un mero “error administrativo”, como pretenden justificar las carteras de Defensa y Relaciones Exteriores, sino una flagrante violación a la Constitución nacional que debería concluir con la renuncia o, en su defecto, la destitución de los ministros involucrados.

El ingreso ilegal de tropas extranjeras se produjo la madrugada del viernes y se extendió hasta la mañana del domingo, y a la llegada el buque militar fue recibido por la embajadora de Estados Unidos y autoridades de la Armada Nacional, en el contexto de una misión programada entre ambos Gobiernos que, en ninguna forma, puede considerarse un arribo fortuito o inesperado. De hecho, la Embajada de Estados Unidos en Uruguay informó antes del arribo y agradeció a ambos ministerios por haber hecho posible la misión, revelando así que había sido finamente planificada.

Cantar error ante una grosera inconstitucionalidad semejante es una acto indigno de las autoridades que, por cierto, no dudaron en junio de 2022 en prohibir el aterrizaje de un avión del Estado venezolano en nuestro país por orden directa de los Estados Unidos y sin otra justificación que informes reservados de un organismo de inteligencia de ese país que, finalmente, se robó el avión venezolano desde el aeropuerto de Ezeiza, donde estuvo retenido, y lo desguazó en Miami, sin pruebas de ningún tipo.

El sometimiento abyecto de Uruguay a los intereses de Estados Unidos ya provocó serios incidentes diplomáticos en más de una oportunidad. Primero, con el show cipayo de Lacalle Pou en la cumbre iberoamericana donde se dedicó a atacar a Cuba, luego de haber mantenido una reunión en nuestro país con el expresidente del BID, propuesto por la administración Trump y votado por Uruguay en un recordado acto de genuflexión de Lacalle Pou que provocó hasta la protesta del entonces canciller Talvi, y luego con la votación vergonzosa en la Asamblea General de la ONU en la que Uruguay quedó alineado con apenas 14 países semicolonias, expresando una posición contraria al cese al fuego en Gaza.

Hace muy bien la bancada del Frente Amplio en citar al canciller Omar Paganini y al ministro de Defensa Nacional, Armando Castaingdebat, para que brinden explicaciones sobre este atentado a la soberanía nacional y estará muy bien que no se conformen con explicaciones minimalistas y exijan sus renuncias, porque lo que acaban de hacer significa un atropello a la soberanía de nuestro país y una falta gravísima en relación con la Constitucional nacional y no, apenas, un error de papeleo, un descuido o una inadvertencia.

¿Es que acaso a alguien se le ocurre que podría haber ocurrido lo mismo con un buque armado hasta los dientes de la República Popular China o de Rusia? Por supuesto que no. El supuesto error surge de la realidad inexcusable de que sienten una adhesión casi fanática a los Estados Unidos y actúan bajo sus órdenes, a un punto en que son capaces, como enamorados furtivos, de incurrir en actos de pasión explícita en medio de la calle y en frente de la multitud.

Incluso si estas dos figuras del Gobierno lograran convencer al Parlamento de que actuaron así por un desborde de cipayismo sólo comparable a su incompetencia, tendrían que dejar sus cargos por incompetentes, porque el mando de nuestras Fuerzas Armadas y la jefatura de la política exterior no pueden estar a cargo de semejantes improvisados, capaces de ignorar la Constitución por “error” de trámite, porque en nuestro país no excusa del cumplimiento de la ley ni desconocerla ni, mucho menos, conocerla y no aplicarla por desatención o inobservancia de sus obligaciones.

Doy por descontado que la bancada de la coalición se va a conformar con excusas impresentables ante este gravísimo hecho y, lamentablemente, hay que asumir que los medios de comunicación dejarán pasar la afrenta como una anécdota. Pero todo ello no hace más que corroborar el grado de sumisión que han asumido frente al poder imperial de los Estados Unidos, justo en un mundo donde se juega una guerra mundial fragmentaria y este Gobierno se empeña en ostentar una alineamiento indecoroso con una de las superpotencias en pugna, sin cumplir ni siquiera con los recaudos establecidos por nuestra carta magna.

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